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PERFIL

Alfredo Pérez Rubalcaba: La apuesta del «camaleón»

No hace mucho expresó su deseo de abandonar la política, y ahora, en edad de prejubilación, acepta ser candidato para sustituir a Zapatero como inquilino de La Moncloa

Alfredo Pérez Rubalcaba: La apuesta del «camaleón» ED CAROSIA

J. PAGOLA

En su juventud fue velocista —llegó a correr los 100 metros lisos en 10,9 segundos—, pero ya metido en política se destapó como un corredor de fondo ; accedió al Ministerio del Interior como «político» para gestionar el «proceso de paz» con ETA, y acabó como «gendarme» para repartir jarabe de palo entre «thierrys», «txerokis», «atas» y «gogeaskoetxeas»; no hace mucho expresó su deseo de abandonar la política, y ahora, en edad de prejubilación, y tras ocupar la vicepresidencia primera, acepta ser candidato para sustituir a Zapatero como inquilino de La Moncloa.

Así de versátil o contradictorio es Alfredo Pérez Rubalcaba, simplemente Alfredo, anteayer; Rubalcaba a secas hoy, y entre medias P. Rubalcaba. Sus adversarios le llaman «maquiavelo», «mutante», «camaleón», «mentiroso» ..., él, en cambio, presume de estratega. Sea lo uno o lo otro, sea todo a la vez, lo cierto es que el candidato socialista es un incombustible de la política. Al menos, hasta ahora. Sobrevivió al «tardofelipismo» y ahora intenta salir ileso de un «tardozapaterismo» que ha naufragado con la crisis económica.

Para afrontar su carrera de «fondo» electoral, el «velocista» Rubalcaba se lleva, en una maleta, las supuestas medidas anticrisis que mientras fue miembro del Gobierno no aplicó ; y, en otra, la baza de una ETA con la que quiso negociar pero que ahora deja en fase terminal.

Figura relevante del socialismo español

Nacido en la localidad cántabra de Solares hace 60 años, se afilió al PSOE en 1974, en el «tardofranquismo». Desde entonces, este químico de profesión se ha afianzado como figura relevante del socialismo español. Bajo los sucesivos gobiernos de Felipe González, Rubalcaba asumió responsabilidades relacionadas con la enseñanza, hasta que entre 1992 y 1993 ejerció como ministro de Educación y Ciencia. Abandonó este cargo para ser nombrado portavoz del Gobierno en el peor momento, cuando el felipismo agonizaba inmerso en la pandemia de la corrupción socialista —Roldán, fondos reservados, investigación de los GAL...—. Pero el «fondista» Pérez Rubalcaba, lejos de quedarse en el camino, recuperó terreno como uno de los artífices del Pacto Antiterrorista que el Gobierno de Aznar, PP y PSOE suscribieron el 12 de diciembre de 2000.

Muchos atribuyeron al «comando Rubalcaba» el vuelco electoral de 2004 , porque detectaron sus huellas en el intento de relacionar el 11-M con la presencia de España en Irak y en las concentraciones ante las sedes del PP, en la jornada de reflexión, al grito de «queremos saber la verdad».

En abril de 2006, Zapatero le nombró ministro del Interior para que administrara el «proceso de paz» , esto es, que la vía policial no obstruyera las negociaciones entre el Gobierno y ETA, ni saboteara las «conversaciones de Loyola». En este difícil equilibrio, le estalló el «caso Faisán», aunque de momento ha salido ileso. Como también salió indemne de la salvajada de la T-4, porque de la ignominia de la negociación política con la banda pasó al acierto de combatirla sin tregua, su mejor —y quizá única— baza como candidato del PSOE.

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