El cultivo de agave no desplaza a los destinados a la alimentación y se adapta bien a los efectos que está produciendo el cambio climático

El agave (azul), planta de la que se destila el tequila, podría usarse como biocombustible, sostiene Oliver Inderwildi, de la Universidad de Oxford, informa The Guardian.

«El agave tiene una gran ventaja: puede crecer en tierras desérticas o marginales, no necesariamente aradas, por lo que no desplazaría a los cultivos destinados a la alimentación». La mayoría del etanol empleado como sustituto del petróleo viene del maíz de Estados Unidos, de la caña de azúcar de Brasil o de la remolacha de Colombia.

La apuesta decidida de determinados países por los biocombustibles ha recibido alabanzas y críticas. Entre estas últimas destacan el aumento del precio del grano hasta níveles récord y la deforestación (se necesitan 20 millones de hectáreas de maíz para generar un millón de barriles de etanol), aducen las ONG.

El nuevo estudio, publicado en la revista Energy and Environmental Science, demuestra que el etanol derivado del agave reportaría excelentes rendimientos en ambientes cálidos y secos, sin apenas dañar el entorno. Su desarrollo brindaría una gran oportunidad con vistas a los cambios que está produciendo el cambio climático (incremento de la temperatura del planeta y descenso de las precipitaciones, p.ej), señala Andrew Smith, de la Universidad de Oxford.

Brasil, poco imitable

El agave (amarillo) se cultiva aún por la fibra textil de sus hojas, llamada pita, para producir cuerda, redes y otros objetos en algunos lugares de África y México. Sin embargo, cada vez es más frecuente, debido a la competitividad del plástico, que estas plantaciones se destinen a la producción de fuel. Australia también está invirtiendo en la misma línea.

El equipo universitario ha observado que la producción de etanol vía agave emite 35 gramos de dióxido de carbono por cada megajulio de energía. Sin embargo, el que tiene su origen en el maíz o en la combustión del petróleo lanza a la atmósfera 85 y 100 gramos de CO2 por cada megajulio de energía, respectivamente.

Inderwildi no se olvida de que los ratios del etanol procedente de la caña de azúcar son mejores (20g/MJ), «pero su éxito es difícil de replicar fuera de Brasil, donde se da una combinación única de agua, suelo fértil, espacio dedicado y poca cantidad de combustible fósil empleada para su secado».