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SOCIEDAD

Penamoa, la amenaza del chabolismo

Hasta treinta familias de etnia gitana amagan con volver al campamento, después de su realojamiento hace dos años en una urbanización del centro

CRISTINA PICHEL

A tan sólo un kilómetro del centro de La Coruña y con la Torre de Hércules vigilando al fondo, Penamoa es, a día de hoy, lo más parecido a un vertedero. Hace dos años, las 300 chabolas que existían en el campamento fueron desmanteladas, en un intento urgente por sanear la zona y acabar con los problemas de salubridad, destrozo paisajístico y drogadicción. Las familias de etnia gitana obtuvieron una vivienda y una serie de ayudas para facilitar su formación y lograr la integración laboral, a través de un plan que el ayuntamiento coruñés denominó «Plan de Integración Penamoa». Pese a ello, en la actualidad los problemas no solo siguen, también se incrementan.

Esta misma semana, unas treinta familias decidieron abandonar sus viviendas en el centro y regresaron a su antiguo poblado, lleno de chatarra y escombros que todavía no han sido retirados. Su protesta: el incumplimiento de la promesa que el Ayuntamiento les hizo hace dos años, con el socialista Javier Losada al frente. Aseguran que, al terminárseles las ayudas públicas del acuerdo ya no pueden hacer frente al alquiler de los pisos en los que fueron realojados. «Nos hicieron firmar los alquileres y ahora no podemos pagarlos porque no tenemos trabajo. No queremos quedarnos en la calle, no queremos que nos engañen, queremos una solución», explicaba hace unos días el portavoz del movimiento, David Rivero.

Estos realojados levantaron de nuevo el campamento, a pesar de ser advertidos horas antes por la Policía Local. Al ver que no se retiraban de forma voluntaria, los agentes subieron con una pala y echaron abajo los plásticos y maderas con las que los chabolistas, de nuevo, habían montado «su» asentamiento. Cuando los policías se marcharon, los realojados intentaron construir otra vez la acampada, pero la lluvia y el hecho de que las patrullas policiales pasasen a menudo truncó esta posibilidad. Aún así, los gitanos decidieron quedarse en la zona, como símbolo de protesta y «acampando» en sus vehículos. Rivero afirmó que los que no tengan coche «dormirán al raso» hasta que sus vidas presenten un horizonte diferente al de la carta de desahucio por impago de recibos entre sus manos.

Penamoa es la crónica de una historia que no terminó y que está lejos de su final. Los hechos se repiten y los vecinos de los alrededores de Penamoa, esto es, de La Silva, Cances o Ventorrillo; se sienten «indignados», tal y como afirmó la presidenta de la Plataforma Ventorrillo, Ana Oreiro. En este sentido, el Ayuntamiento coruñés se mantiene firme. El teniente alcalde y responsable de Seguridad Ciudadana, Julio Flores, y el edil delegado de Servicios Sociales, Miguel Lorenzo, mantuvieron estos días una serie de reuniones con la Fundación Secretariado Gitano y la Asociación de Vecinos del Ventorrillo para intentar paliar la situación. Flores concluye que el Plan de Integración Penamoa no va a dar marcha atrás y que «no se va a permitir ningún nuevo asentamiento, por ello la Policía vigila la zona de forma permanente». Tampoco hay cabida para las presiones o chantajes, puesto que «el Gobierno municipal no cederá a ninguna presión que implique que alguien obtenga condiciones especiales o ventajas adicionales diferentes de las pactadas con las familias», declaró Flores.

Porque todo fue fruto de un pacto, un pacto entre el Ayuntamiento y los gitanos del poblado, que consintieron ser realojados en otras viviendas y aceptaron las ayudas para integrarse laboralmente. «Se trata de un compromiso bilateral y firmado», afirmó Lorenzo, que también quiso puntualizar que ninguna familia que forma parte del proyecto va a ser desahuciada o privada de las ayudas aprobadas.Aún así, si alguna familia concreta no recibe las ayudas, «se estudiará el caso de forma individualizada», aclaró Flores, aunque destacó que el 80% de las personas adheridas al programa están cumpliendo con sus obligaciones y recibiendo lo prometido. Pero el alcalde de La Coruña, Carlos Negreira, no se rinde, y se muestra claro: «Tenemos una decisión y es firme, que no exista ningún asentamiento en Penamoa». En su afán por conseguirlo, la colaboración con los vecinos e intentar llegar a un acuerdo con los que protestan es la clave para lograr que desaparezca el campamento y se acondicione de nuevo la zona.

Penamoa vive los problemas de antaño. La falta de higiene y limpieza, a la vez que las drogas, regresan otra vez al poblado coruñés, tiñendo el monte de desperdicios y contaminación. No se trata de problemas puntuales, sino de trasfondo, que se vienen acumulando durante años y que aumentan cada día. «El tráfico de drogas no se resuelve con varitas mágicas, ni en Penamoa ni en ningún otro lado», sentenció en Radio Coruña el delegado del Gobierno en Galicia, Miguel Cortizo, que se comprometió a poner «voluntad en las decisiones» y a controlar la venta de sustancias tóxicas en la ciudad, colaborando con los cuerpos policiales.

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