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AL DÍA

Bilingüismo madrileño

Parece ser que los nuevos directores del Cervantes en Nueva York y Dublín no chanelan el inglés. Bien, ¿y dónde está el problema?

IGNACIO RUIZ QUINTANO

Parece ser que los nuevos directores del Cervantes en Nueva York y Dublín no chanelan el inglés. Bien, ¿y dónde está el problema? Ningún presidente de la democracia española ha hablado el inglés, y aquí estamos, en un país donde no hay ya una sola casa de comidas que no ofrezca en inglés la carta de sus platos llenos de color local. Ni las casas de comidas ni los institutos de segunda enseñanza, que no sé si se siguen llamando así, pero que todos ellos han colgado este año un cartel con el rótulo «Bilingüe». ¿Y los profesores? Esta pregunta ya se la hacía en Madrid hace 75 años Wenceslao Fernández Flórez, cuando en las Cortes se decidió que todo el mundo debía hablar el francés. ¿Cómo hacen en esos países, donde los chicos que cursan idiomas terminan por poder expresarse en ellos? Y Fernández Flórez pasaba a exponer el singularísimo caso español: un señor que ignora el francés explica una lengua a sus alumnos. ¿Qué lengua? El francés, no, desde luego. Acosado por la necesidad, el infeliz profesor se verá obligado a hacer el terrible esfuerzo que representa inventar un idioma… Pero los alumnos no suelen acordarse bien de lo que estudian, y deformarán a su vez las deformaciones lingüísticas del profesor. Así terminará por nacer una lengua extraña. Y un día, por culpa de la enseñanza irregular del francés, en cualquier instituto provinciano, surgirá en tal o cual parte un dialecto incognoscible, que establecerá un «hecho diferencial». En seguida, la bandera, el himno, el «nosotros solos», la alcantarilla preparada y el derecho a gastar alegremente los cuartos de la comunidad… Estas cosas las dejó escritas Fernández Flórez hace 75 años, lo que demuestra lo calado que tenía al ser de España, donde ahora todo el mundo se queja de la farra autonómica, queja que, hasta hace exactamente un cuarto de ahora, constituía delito de fascismo, o en el mejor de los casos, de cohecho impropio pasivo. ¿Bilingüismo madrileño? ¡Será por progreso!

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