Duro golpe al bienestar

La crisis actual está atestando un duro golpe al estado del bienestar europeo. Sin embargo, no ha hecho más que acelerar y poner en los titulares una crisis que lleva años agudizándose. Para poder sobrevivir, un estado del bienestar requiere un flujo de ingresos suficientes para pagar las pensiones y otras prestaciones sociales.

En Europa, los ingresos se están erosionando desde hace tiempo por la caída de la natalidad, que eventualmente reduce la población activa, y por los incentivos para no trabajar que ofrece el estado del bienestar, que son más generosos en algunos países. Poco a poco, estos factores han hecho que la base que paga las prestaciones disminuya.

Simultáneamente, el gasto de las prestaciones ha subido, en parte por la demografía —una población cada vez mayor con una proporción abultada que va llegando a la jubilación y necesita más cuidados sanitarios— y en parte por decisiones políticas como la jubilación anticipada.

Si los ingresos disminuyen de forma estructural mientras los gastos suben, no es sorprendente que el estado del bienestar corra peligro. La crisis no ha hecho más que agudizar esta situación. Lo que sí es sorprendente es que tan pocos países hayan tomado las medidas necesarias para asegurar la viabilidad financiera de un sistema que es la piedra angular de las economías europeas.

Algunos han aumentado la edad de jubilación en línea con una mayor esperanza de vida o bien han reformado prestaciones como la del desempleo para limitar el fraude y dar mayores incentivos para trabajar. Otros han utilizado la formación o las oficinas de empleo para asegurarse de que las personas en edad de trabajar estén empleados y cotizando al sistema o han facilitado la inmigración legal. Todas estas medidas, y más, son necesarias si el sistema quiere sobrevivir. Y son urgentes.

GAYLE ALLARD ES ECONOMISTA DE IE BUSINESS SCHOOL