Los rostros que hacen la Ruta Quetzal
Monitores, doctores, animadores y un sacerdote trabajan a destajo para conseguir hacer de la expedición una aventura en familia
érika montañés
Desde su nacimiento a propuesta del Rey Don Juan Carlos en 1979, la Ruta Quetzal BBVA ha recorrido el Nuevo Continente casi de cabo a rabo. Con el pájaro tropical en peligro de extinción como estandarte y la consolidación de los lazos entre España ... e Iberoamérica por bandera, ha dado alas de aventura y aprendizaje a más de 8.000 muchachos que han participado en esta interesante aventura. Pero la Quetzal es mucho más. Es todo un elenco de personas que trabajan a destajo y con una coordinación envidiable, bajo la batuta mágica del incansable Miguel de la Quadra-Salcedo, quien, entre otros, ha conseguido aglutinar en torno al proyecto a un plantel preparado para los diversos quehaceres que se precisan en la andadura por países desconocidos. Les presentamos a algunos de ellos en breves cuestionarios realizados durante la travesía de este 2011 en Perú, de los muchos «forjadores de la Ruta» que la hacen posible año tras año:
JESÚS LUNA, JEFE DEL CAMPAMENTO: «Me quedo con el Perú de la riqueza cultural»:
Tiene por lema que los jóvenes de 16 y 17 años comprendan que, más allá de lo que requieren las individualidades, comprenden un "todo", un "grupo" que tiene necesidades puntuales en cada momento de la aventura y a él hay que plegarse. Acomodarse. Adaptarse. Jesús Luna lleva tanto tiempo siendo el jefe del campamento de la Ruta Quetzal que su piel parece tatuada ya de roces con los jóvenes expedicionarios. Decide dónde acampar, cuál es la logística de la marea de tiendas de campaña itinerante, dirige al grupo y lo "mueve" con gran capacidad organizativa. Atento, cuando tiene que serlo, cercano con los informadores y la organización, y autoritario cuando la situación lo requiere, lleva 12 años al frente de los muchachos en la aventura y una veintena vinculado a la iniciativa, desde que se pusiera al frente del grupo 14 como monitor en el periplo que llevó como lema "Rumbo al Orinoco". Es como el "pastor mayor" de las ovejas, bromea él mismo.
-El momento más impactante de uno de sus viajes fue...
-Recuerdo cómo en Honduras estábamos todos en un campamento y empezó a llover de forma torrencial. Todos los chavales corrían y acabamos refugiándonos en una iglesia próxima. Imagina la escena de la mañana siguiente: una iglesia que amanece prendida de barro, todos los jóvenes empapados, llenos de barro y cuando nos miramos, empezamos a reír. También me viene a la cabeza una en Panamá, cuando nos pilló un huracán que voló todo el campamento. Recorrimos dos kilómetros andando y acabamos en un pueblo que se llama Nombre de Dio precisamente. Tuvimos que tirar casi abajo la puerta de una iglesia, y otra vez 300 jóvenes dentro del templo. Si es que las iglesias nos persiguen (sonríe).
-Quédese con algo de este viaje por Perú.
-Me quedo con el Perú de la riqueza cultural, de una diversidad espectacular, que se ha volcado con el programa de la Ruta Quetzal. ( LEE LA ENTREVISTA COMPLETA AQUÍ )
SILVIA MORALES, MONITORA DEL GRUPO 1: «He perdido empleos por venir, pero no puedo decir que no a la Quetzal» Es su tercera expedición y esta joven monitora madrileña, licenciada en Ciencias Físicas y del deporte, disfruta tanto o más que los jóvenes con los que se codea con la destreza de la mejor de las pedagogas. Vive con pasión la ruta y se contagia de la jovialidad y vitalidad de los muchachos. Se le ilumina el rostro cuando se le pregunta por los muchachos de los que está a cargo.
-¿En qué le ha cambiado la Ruta Quetzal?
-La Ruta de 2007 me activó de una manera sorprendente. Volví a España y quería hacer 20.000 cursos, todo lo que no me había dado tiempo a hacer, quería estudiar cosas, completar todos los proyectos pendientes. En 2010, perdí dos trabajos por venir aquí, pero es que lo dejo todo por regresar.
-¿Y este año?
-Lo mismo, me venía fatal porque perdía un trabajo y no puedo dejar los empleos porque los necesito para vivir, pero si me llaman, no puedo decir que no. ( LEE LA ENTREVISTA COMPLETA AQUÍ )
JAVIER GONZÁLEZ, MÉDICO DE LA RUTA: «Repetimos ruta porque nos atrae»
Javier González estrena su segunda ruta con los mismos síntomas de la primera: diarreas, estreñimiento, esguines y contusiones leves, muchos dolores de cabeza... En realidad, él está al otro lado, pues aunque es traumatólogo de profesión en el vizcaíno Hospital de Cruces , en el campamento tiene que practicar la Medicina general. Por eso, siempre lleva pertrechados en su chaleco sanitario ibuprofenos, analgésicos, calmantes... Alfonso y él son los dos doctores (amén de dos enfermeras) que velan por la salud de la Ruta Quetzal y, entre unos y otros, la verdad es que no para un segundo.
-¿Cuál es la lesión más grave que ha afrontado en la Ruta?
-Un niño se cayó el año pasado y tuvo una lesión grave, al cortarse la mitad de las piernas con una puerta de cristal rota. Tuvimos que trasladarlo al quirófano del hospital más cercano y fue una pena, porque el chaval se perdió la mayor parte de la expedición. Ese niño ha vuelto este año y está en el campamento.
-¿Por qué ha regresado este año?
-La Ruta es una mezcla de todo, es un lugar en el que tienes que trabajar, pero es también una experiencia muy bonita. Conoces a gente y, además, aprendes mucho de otras culturas. Repetimos porque nos atrae. ( LEE LA ENTREVISTA COMPLETA AQUÍ )
JESÚS GARRIDO, SACERDOTE JESUITA DE LA RUTA QUETZAL: «Los jóvenes participan en la misa con naturalidad. La religión aquí les ayuda y les da confianza»
Lleva vinculado a la Ruta Quetzal desde el año 1990, década que rememora con nostalgia de periodista avezado cuando sus crónicas formaban parte del suplemento “Prensa-Escuela”, de ocho páginas y que se publicaba en ocho periódicos de ámbito nacional. Hoy Jesús Garrido, de 79 años, es el sacerdote jesuita de la sonrisa perenne que se encarga en la expedición, entre otras tareas, de mantener el rito y de organizar tertulias entre los jóvenes y recoger las encuestas con las que los chicos valoran lo aprendido durante el recorrido. Entre los jóvenes de la Ruta, encontramos una opinión unánime: su forma de celebrar la misa es muy especial .
-¿Qué tienen de singular sus misas?
«Tenemos misas de dos horas en las que los jóvenes se han volcado siempre»
-Nosotros mantenemos lo que es el rito, lo que se llama el canon de la liturgia, que son las palabras de la congregación y algunas cosas más; esto se mantiene tal cual. Además de mantener el rito, llamamos a la participación. Ponemos el foco claro en la presencia de Dios, porque si no, sería una reunión sin más, como cualquier otra dinámica de grupo. Llamamos a esa participación también en la oración, en la petición de saber perdonar a los demás, en las lecturas... El comentario de todas estas cosas entre todos es lo que hace de nuestras celebraciones algo sumamente participativo.
-¿Cómo definiría la respuesta con la que se encuentra por parte de los jóvenes de la Ruta?
-La respuesta es muy buena, porque los chavales están lejos de la familia y de sus compañeros, y ese reparo que hay en su vida rutinaria para ir a misa, para ver al cura o cualquier cosa, evidentemente aquí se matiza. Cada uno decide cómo quiere vivirlo y nadie les influencia. Y yo creo que, como están solos aquí, la religión también les ayuda y les da confianza en sí mismos, pues la gente consigue expresarse con mucha naturalidad. Tenemos misas de dos horas, por ejemplo, en las que los muchachos ayudan, participan... siempre se han volcado. Además, en los sitios donde hemos caminado con la Ruta, también se ha buscado proyectar nuestra acción en acciones sociales, en ayudar a alguien y conseguir, de esta manera, que esa acción social fuera como un eco de las misas de las que hablamos. Hay gente que participa con sus cantos, otros en la orquesta y el coro; algunos más participan en una lectura. Y así se logra la “gran” implicación de todos. ( LEE LA ENTREVISTA COMPLETA AQUÍ )
BORJA JUAN MORERA, DIRECTOR DE LA ORQUESTA Y CORO DE LA QUETZAL: «Dentro de poco voy a conseguir que haya más jóvenes dentro del coro que fuera» Este zaragozano de 21 años es el profesor de Música de la Quetzal y organizador de un coro nutrido de jóvenes que suenan a gloria. Aprenden un repertorio del lugar que van a visitar, como Perú, y deslumbran a ese país cantándoselo en directo y en quechua. La ciudad peruana de Chachapoyas les devolvió, en esta ocasión, el regalo con una muestra en vivo de su folclore popular. Titulado profesional de Música en la especialidad de Piano por el Conservatorio Profesional de Música de Zaragoza, lleva con las corcheas entre sus venas desde los 5 años. Ha estado "al otro lado", el de los niños, en 2007, y ahora es profesor (repetidor) encargado del aula de Música de la expedición. Conseguir "atrapar" a los expedicionarios es también una virtud suya, porque todos los miembros del coro hablan maravillas de él, de su paciencia, sus ánimos y alientos para conseguir que todas las voces y silbidos instrumentales suenen al compás.
-¿Cuántos miembros tiene el coro y cómo los escoge?
-Está formado por 70 jóvenes. Un tercio de los jóvenes del campamento ya forma parte del coro. Dentro de poco voy a conseguir que haya más gente dentro del coro que fuera (bromea). Los chavales que tocan un instrumento lo reflejan al hacer las pruebas de la Quetzal y los elegidos traen sus instrumentos hasta aquí (aunque la organización de la expedición dispone de varios de ellos).
«La cosa funciona porque me ven joven, con ganas de pasarlo bien»
Dos meses antes de la ruta, me preparo para saber quién toca qué, y con cuántos instrumentos vamos a contar. También me intereso por qué niños han reflejado en sus cuestionarios las ganas y afición por cantar. Y, a partir de ahí, contacto con ellos vía email, les pregunto por su tono y otras condiciones personales. Luego, me empapo de la cultura musical del país que vamos a visitar y escojo las canciones más adecuadas a los recursos con los que contamos. (LEE LA ENTREVISTA COMPLETA AQUÍ)
JAVIER ARMENTIA, DIRECTOR DEL PLANETARIO DE PAMPLONA y «ESTRELLERO DE LA RUTA»: «Todas las culturas miran al cielo y reflejan en él sus necesidades y visiones del mundo»
Afable y cordial en el trato, cuando habla de las estrellas se paraliza el tiempo en tierra firme. Dirige el Planetario de Pamplona desde 1990 y, en la Ruta Quetzal, este profesor de Astronomía, gran divulgador y comunicador científico como pocos es el encargado de tumbar boca arriba a más de 200 jóvenes para que detengan su mundo un segundo y observen el cielo con la única herramienta de su mirada. Él apunta con un láser y les muestra, en medio de un silencio inexpugnable, dónde está la estrella alfa o beta en los cielos del sur, en Perú, donde recala la travesía este año.
-¿Hay alguna diferencia entre el cielo que miramos en España o cuando lo miramos aquí, en Perú, por ejemplo?
-Hay una gran diferencia : aquí hay menos faroles, luces y progreso. Asociamos progreso al alumbrado público, pero nuestro progreso es engañoso, porque aquí el cielo es mucho más bonito. En España se hace de noche, se prenden las farolas y entre la contaminación y el humo no vemos nada. Aquí vemos que el cielo puede ser un espectáculo más claro.
Pero luego uno descubre que el cielo es el mismo, vivimos bajo un mismo cielo, estemos aquí o en otro lado hay muchas cosas comunes. Es imposible no darse cuenta de que algo pasa, de que vivimos en un mundo redondo y de que en un lado estamos al norte del Ecuador y en otro al sur, pero cualquiera que haya mirado al cielo y haya viajado se da cuenta de que ese espectáculo está contándole algo del mundo.
-Hábleme de cómo miraban las culturas peruanas el cielo.
-Casi todas las culturas, todos los imperios, han mirado al Sol, a las estrellas, a la Luna, porque ahí parecen regir los ciclos de la naturaleza, por un lado, para las actividades como la agricultura, la crianza de los animales, las culturas tiene ahí esa regulación anual marcada por el ritmo de las estaciones. El cielo funcionaba como calendario y como reloj, para muchas culturas el cielo servía también como brújula, como guía...
«El cielo funciona como reloj, guía, calendario y brújula para las culturas»
En el sur, aquí, hay una forma específica de mirar el cielo, es un cielo muy claro, es muy impresionante, la Vía Láctea se marca muy bien, y por eso casi todas las culturas andinas han asociado la Vía Láctea con una serpiente como hacían los moches, el Amaru que decían los quechuas, una especie de río del cielo por el que subía agua que se filtraba luego al campo en forma de lluvia, o los propios incas que veían el reflejo de un Dios sagrado, que también tenía esa simbología de que todo el universo se ordenaba a partir de ella.
En la cosmovisión andina, hay mucho de eso, de mirar el cielo como una reflexión de lo que hay aquí. Por ejemplo, veían esas dos grandes estrellas durmientes que hay en el cielo del sur que son la alfa y beta del centauro y que ellos llamaban los ojos de la llama, porque se marcaban en la Vía Lactea como una gran mancha negra y en ella veían reflejado uno de sus animales. El cielo está reflejando las propias necesidades y visiones de la gente de aquí. (LEE LA ENTREVISTA COMPLETA AQUÍ)
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