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Más de 80.000 personas, en las rutas de Patrimonio Desconocido

Se incorporan la Mezquita del Cristo de la Luz y la capilla de San Jerónimo

Más de 80.000 personas, en las rutas de Patrimonio Desconocido

VALLE SÁNCHEZ

Con un ritmo semanal de 2.000 visitantes —lo que supone un ritmo de más de 80.000 visitas al año — las rutas del Patrimonio Desconocido del Consorcio de la Ciudad de Toledo tienen un gran éxito tanto entre los turistas como en los toledanos. Y, desde esta semana incluyen en los recorridos la Mezquita del Cristo de la Luz, la Capilla de San Jerónimo del Convento de Concepcionistas y la Sala Capitular del Convento de San Clemente. Como se recordará, tres inmuebles que ya fueron los protagonistas de las VIII Jornadas de Puertas Abiertas que tuvieron lugar en noviembre de 2010. Así lo anunciaron ayer en rueda de prensa el concejal de Patrimonio Histórico del Ayuntamiento, Jesús Nicolás, y el gerente del Consorcio de la ciudad de Toledo, Manuel Santolaya.

Además, las famosas Cuevas de Hércules, —una de las propiedades del Consorcio de Toledo que más éxito tienen—, han iniciado recientemente una nueva etapa y desde el pasado 25 de enero están abiertas todos los días, excepto los domingos y los lunes. El horario de apertura es de 12 a 14 y de 17 a 19 horas de martes a sábados. La entrada es gratuita.

Ante la alta demanda de visitas a estas cuevas registrada en el Centro de Gestión, el Consorcio ofrece nuevas oportunidades de poder contemplar este espacio envuelto en la leyenda y que conjuga los mundos romano y medieval con la arquitectura contemporánea. Las Cuevas de Hércules fueron declaradas Bien de Interés Cultural (BIC) el 8 de enero de 2008.

La Mezquita del Cristo de la Luz podrá visitarse en la ruta del sábado por la mañana; La Capilla de San Jerónimo estará en la ruta del viernes por la mañana, y la Sala Capitular del Convento de San Clemente estará incluida en la ruta del domingo por la mañana.

Además, el Consorcio de Toledo acaba de editar un tarjetón de las Rutas «Patrimonio Desconocido», que incluye todo los nuevos horarios, y que está disponible en las oficinas del Consorcio (plaza de Santo Domingo el Antiguo, 4), en el Centro de Gestión de Recursos Culturales de las Termas Romanas de la plaza de Amador de los Ríos y en las oficinas de Turismo la Junta de Comunidades, del Ayuntamiento y de la Diputación de Toledo.

Visitas gratuitas y guiadas

El Consorcio de Toledo puso en marcha en junio de 2004 sus Rutas. Se trata de unas rutas que incluyen visitas gratuitas y guiadas a diversos monumentos, yacimientos arqueológicos y otros lugares de singular interés, que han sido recuperados y puestos en valor por el Consorcio de la Ciudad de Toledo y que llevaban años, en algunos casos siglos, sin poder ser visitados.

Las Rutas que ahora se renuevas siguen incluyendo visitas a la iglesia, mezquita y pozo de El Salvador, a los conventos del Santa Isabel, Comendadoras y Concepcionistas, a la iglesia de San Sebastián, a los baños árabes de Tenerías, del Ángel, del Caballel y del Cenizal, a las bóvedas romanas de Nuncio Viejo, 19, a los salones islámicos de cobertizo de Doncellas y Cardenal Cisneros, a la torre de San Román, a la Casa del Judío y a los restos romanos bajo la Delegación de Hacienda y la calle Alfonso X. Todas las Rutas parten de las Termas Romanas de la Plaza de Amador de los Ríos.

Las visitas pueden realizarse individualmente o en grupo. En este último caso es recomendable programar la visita previamente para evitar coincidencias de varios grupos en un mismo día y hora. Las reservas para este tipo de visitas pueden realizarse en el Centro de Gestión de Recursos Culturales, llamando al teléfono del mismo (925 25 30 80) o bien a través del correo electrónico: termas@consorciotoledo.org. El Centro abre de martes a domingo de 10 a 14 horas y de 17 a 21 horas.

De atender el centro de Gestión se encarga un grupo de alumnos becados de la Facultad de Humanidades de Toledo, de la Universidad de Castilla-La Mancha. Las becas se convocan dentro del convenio de colaboración entre la Facultad de Humanidades y el Consorcio de Toledo.

Las Rutas «Patrimonio Desconocido» tienen como objetivo fundamental establecer una conexión entre los ciudadanos y su patrimonio cultural y presentar las actuaciones de recuperación como fuente de conocimiento y, a la vez, como algo vivo y útil para el disfrute de la ciudad. Todos los inmuebles incluidos en ellas presentan otro «Toledo», el Toledo oculto durante siglos que poco a poco va saliendo a la luz. En ellos están representados elementos de diferentes tipos y épocas, que en su momento desempeñaron una importante función y que han pasado a formar parte de nuestra historia.

La mezquita del Cristo de la Luz

La mezquita y Jardines conocidos como del Cristo de la Luz, se encuentran sobre una vaguada que ha ejercido de vía natural de acceso a las zonas más elevadas de la ciudad de Toledo. La cercana puerta de Valmardon (Bab-al-Mardum), en el sector septentrional del Casco Histórico, ha sido testigo a lo largo de los siglos de la evolución urbanística de esta zona.

La historia del Cristo de la Luz es bien conocida por todos. El conjunto edificado que se conserva en la actualidad es el resultado de la reutilización en época medieval de una mezquita como parte de la nave de una iglesia. El edificio islámico es el más conocido tras su restauración a principios del siglo XX. De planta cuadrada, posee nueve bóvedas ordenadas en tres naves paralelas distribuidas por cuatro columnas. En el lado sureste se localiza el muro de qibla, aunque esta fachada junto con la oriental han sido severamente alteradas tras la construcción de la iglesia y, posteriormente, tras la restauración de 1909. Las otras dos fachadas, orientadas al norte y oeste respectivamente, son de corte monumental y se encuentran ricamente decoradas.

El edificio sería en origen exento. Por la inscripción que se conserva en la fachada occidental sabemos que la construcción data del año trescientos noventa (13 diciembre de 999/ 11 de enero de 1000), siendo el promotor de la obra - Ahmad Ibn Hadidi -, y el arquitecto, - Musa Ibn Alí (aunque esta traducción ha sido ampliamente cuestionada).

Tras la toma pactada de Toledo por Alfonso VI en el año 1085, comienza la etapa cristiana del edificio. Por las fuentes históricas sabemos que en 1186, el rey Alfonso VIII, a través del Arzobispo de Toledo, Gonzalo Pérez, cedió el edificio a la Orden de los Hospitalarios de San Juan, bajo la advocación de la Santa Cruz.

Durante la excavación arqueológica previa a las intervenciones de rehabilitación se produjo el descubrimiento en la explanada norte del Cristo de la Luz de una vía monumental romana formada por grandes losas de granito. Esta vía discurriría en dirección norte a sur atravesando parte de la planta de la Mezquita. Esta vía, única en Toledo de estas características y una de las más importantes de las descubiertas en España, posee una anchura de cinco metros y, bajo ella, en su eje central, discurre una cloaca. Dicha cloaca es continuación de la de Valmardón, siendo su fábrica de opus caementicium, salvo en la cubierta, que utiliza las losas de la vía, siendo por tanto plana.

El Consorcio de Toledo, dentro del Programa de Patrimonio Monumental, decidió abordar la rehabilitación de este importante monumento en enero del año 2006. El Proyecto y la dirección de las obras fueron encargadas al arquitecto Francisco Jurado.

Dado que el subsuelo del edificio representaba el problema más grave, por el efecto que el agua provocaba en sus cimientos (recordemos las humedades crónicas que se percibían en el solado del interior de la mezquita), gran parte de los medios económicos se destinaron a los trabajos de arqueología, que fueron dirigidos por los arqueólogos Arturo Ruiz y Raúl Arribas.

Sabiendo que la cloaca romana, que se aprecia extramuros debajo de la puerta de Bab al-Mardum, pasaba por debajo del edificio, se pretendía, ya desde el proyecto, desviar a ella toda el agua que afectaba a las fundaciones de la mezquita.

Buscando esta cloaca apareció, en enero de 2007, el impresionante pavimento romano de la calle asociada a la misma, calle que, efectivamente, pasa por debajo de la mezquita. La cloaca se ha excavado, restaurado y puesto en servicio hasta su salida extramuros, casi 50 metros de restos romanos de la etapa alto-imperial (siglo I d.C.) que hoy pueden ser contemplados.

En lo que respecta al propio edificio de la mezquita, por el exterior se han restaurado sus fachadas así como la inscripción fundacional y, en su interior, se ha intervenido únicamente en la zona islámica, restañado fisuras y agrietamientos, donde se ha procedido a una limpieza y consolidación de los revestimientos de yeso de modo que, los paramentos que hoy se perciben, son los originales del siglo X.

En lo que se refiere a subsuelo del interior, se ha llegado hasta el terreno natural mediante excavaciones arqueológicas, recuperándose los niveles originales más bajos del pavimento y dejando bóvedas ventiladas que permiten una completa aireación en contra de las peligrosas humedades.

Bajo el ábside se han descubierto unas interesantes estructuras excavadas en la roca, presumiblemente de la etapa romana paleocristiana (s. III d.C.), que se han dejado a la vista con un cerramiento de vidrio, acorde con la significación cristiana de este ábside del s. XII.

Finalmente, el encaje de todos los restos y estructuras que se dejan a la vista y la mejora de los accesos al conjunto, propició en su momento la construcción de una pequeña edificación de cristal que ha resuelto la contención de tierras del jardín y funciona como pequeño centro de interpretación del conjunto.

La capilla de San Jerónimo

El 23 de abril de 1884, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando solicita al Ministerio de Fomento que declare Monumento Nacional «una antigua capilla abandonada que existe en el Convento de monjas de la Concepción Franciscana y ofrece la singularidad de tener una cúpula interiormente revestida de bellísimos azulejos, ejemplar quizá único de tan rica ornamentación. Juan Facundo Riaño firma el informe y en él dice que «tiene un pequeño retablo dedicado a San Jerónimo». Hasta la fecha de su declaración, la capilla había permanecido prácticamente olvidada, reconocible únicamente por personajes muy contados: «rebuscadores de las bellezas artísticas» decía Riaño. Era citada en la mayoría de las guías de la ciudad del siglo XIX, pero siempre de forma genérica, sin ahondar en el valor de su cúpula. José Amador de los Ríos en su Toledo pintoresca, (1845) se refería a ella como «una capilla, enteramente abandonada». Cometió el error de interpretación que luego arrastraría Riaño al confundir la iconografía del retablo: «un retablo consagrado a San Gerónimo». La misma confusión que mantuvo bastantes años después (1905) su hijo Rodrigo en Monumentos arquitectónicos de España, Son estos errores los que pusieron nombre a la capilla a partir de su declaración como Monumento. El 19 de mayo de 1884 una Real Orden declara «Monumento Nacional la Capilla de San Jerónimo del Convento de la Concepción Franciscana de Toledo.»

El nombre de la capilla comenzaba a quedar asentado en el imaginario como el de San Jerónimo y, así, en la guía que editara el vizconde de Palazuelos en 1890, al referirse al convento y detenerse brevemente en la capilla, lo hace llamándola por el nombre de este Santo. Es en el año 1929, cuando González Simancas (Toledo, sus monumentos y el arte ornamental), manteniendo el nombre de San Jerónimo para la capilla, identifica correctamente el tema de la Misa de San Gregorio en la pintura mural: Es este tema de la Misa de San Gregorio perfectamente acorde con el repertorio de una capilla funeraria —por su mensaje sobre las ánimas y la muerte— aunque su representación no sea especialmente profusa en nuestra historia. La iconología cuenta la leyenda de un monje que murió sin que se le oficiaran los sufragios pertinentes por su alma. Treinta días después del fallecimiento, estando celebrando misa, se le apareció a San Gregorio Cristo resucitado para decirle que si se hubieran celebrado los sufragios durante ese periodo de tiempo, el alma del monje ya habría salido del Purgatorio. Se trata por lo tanto de la justificación de la costumbre de celebrar durante los treinta días siguientes al fallecimiento de una persona las llamadas misas gregorianas.

A ambos lados se representa la anunciación de la virgen, con ésta en el lado de la derecha y el ángel anunciador en el de la izquierda (según se mira de frente). Ambas escenas están especialmente perdidas, sobre todo la del Arcángel San Gabriel, pero en ellas es posible aún reconocer figuras como la de una donante. Se corresponden con la creación de la capilla funeraria en 1422.Ya desde los primeros textos en los que se recoge su existencia, se decía que el estado de conservación era muy malo, entre otras cosas por tratarse de pinturas al seco sobre yeso.

La cúpula

Desde que se descubren los valores de la capilla en el siglo XIX, la atracción ejercida por la composición de la cúpula no ha dejado de proporcionar frases de admiración, definiéndola como una pieza única de nuestro patrimonio. El primer estudio editado con una cierta profundidad es el del arquitecto catalán Font y Gumá, publicado en 1905:

(«No creemos posible imaginar un conjunto más hermoso ni más soberbio...cuantas más veces la contemplamos, más extasiados quedamos ante esta maravilla, a la cual, dicho sea de paso, no se le ha dado la merecida importancia, pues por ella sola vale la pena hacer un viaje a Toledo».) Se trata de una bóveda alboaire (en principio la única conservada en la Península), cuya palabra viene a significar el trabajo de una armadura de madera formando la cúpula, con incorporación de cerámicas en sus casetones. En nuestro caso no se realizó tal armadura en madera, pues se imitó estucando el ladrillo, decorándolo con las líneas que dibujan las calles y los lazos. Con el tiempo fue perdiéndose la terminación estucada y policromada que recubría toda la bóveda en fingimiento de ese entramado de madera policromada.

La restauración de esta singular Capilla se enmarca dentro del proceso de Restauración Integral del Convento de la Concepión Francisca que el Consorcio de la Ciudad de Toledo decide acometer en el año 2001. Después de haberse realizado dentro de este proceso intervenciones tales como: la Restauración del Patio de Las Palomas, la Restauración de la Cúpula de la Sacristía, actuación en la fachada Sur del Convento y cámara de ventilación subterránea de esta fachada y Puesta en Valor de la Cámara y Cripta. la Capilla de San Jerónimo presentaba graves patologías, principalmente en el recubrimiento de la cúpula e interiormente en el revestimiento decorativo cerámico de la misma y así mismo en la función actual de este espacio respecto del conjunto del Convento.

Partiendo del conocimiento más profundo de la Capilla, que ha sido posible gracias al proceso de restauración acometido por el Consorcio de Toledo, se ha propuesto un enfoque de la intervención fiel a la experiencia originaria de este espacio como Capilla anexa a la nave principal de la Iglesia hoy desaparecida, donde la percepción y el tratamiento de la luz a través de la celosía y de la ventana rematada en medio punto permite una particular visión interior de la Cúpula vidriada. Se ha buscado con la restauración una realidad lo más parecida posible a la construida originalmente, aunque haya habido que valorar los diferentes momentos de la construcción, y el gran valor del contenedor y del contenido, que por sí solos son un foco de interés cultural indudable y mas dentro del ámbito de este importante Convento de clausura. Las obras comenzaron en Mayo de 2009 y finalizaron en Julio de 2010.

El Consorcio de Toledo ha llevado a cabo la restauración de la capilla de San Jerónimo con la colaboración de Caja España y del Ministerio de Fomento (1% Cultural).

La sala capitular del monasterio de San Clemente

Uno de los Monasterios más grandes e importantes de Toledo, El Imperial Monasterio de San Clemente debe su fundación a Alfonso VII, llamado el Emperador, cuyo hijo Fernando está enterrado en la iglesia. De ahí su título de Imperial. Es el convento más antiguo de la ciudad de Toledo y se sabe que existía en el año de 1131. A través de los siglos el convento recibió numerosas donaciones y favores de los reyes, consolidando su importancia en la ciudad.

Es a lo largo del siglo XVI cuando se realizan las mayores obras en el convento. Se sabe que fue en su totalidad y una de las referencia es el cambio de ubicación de la iglesia, que suponíamos perpendicular a la actual, antes de la construcción del claustro actual. Es en 1534, cuando Alonso Covarrubias, concierta con la abadesa la reforma, donde se compromete a tirar la anterior y respeta pocos elementos decorativos de las anteriores épocas.

Hoy podemos ver la puerta de acceso desde la calle realizada por Alonso de Covarrubias con el mejor estilo renacentista del momento. En el año de 1556 un gran incendio quemó parte del convento y los bienes muebles y de culto de la iglesia.

Es en el año de 1562 cuando los hermanos de Francisco de Villalpando (+1561), autor de la reja del presbiterio de la Catedral, reparan parte de los desperfectos. Hoy podemos admirar, lo bien que se ha conservado su arquitectura, a pesar de los grandes desperfectos que provocó la guerra civil del año 1936, que destrozó las bóvedas del coro y las intervenciones del siglo XVIII realizadas por mandato del Cardenal Lorenzana.

El centro de este gran convento está regido por dos patios principales. Uno, el más importante, corresponde al claustro de procesiones en torno al cual se organiza la vida litúrgica del Monasterio. En un lateral, paralelo a la calle de San Clemente se encuentra la iglesia, a cuyos pies se abre el coro de grandes proporciones y que da una idea de la importancia que tuvo esta Comunidad religiosa. Conectada al ábside por una ventana se encuentra la Sala Capitular.

De planta cuadrangular, la Sala se encuentra elevada respecto al claustro, a la misma altura que el ábside. Esta diferencia de cota junto a la altura del techo, añade dramatismo a la visión del frente de la sala, formado por el altar cerámico coronado por un Cristo de gran belleza sobre un fondo pictórico de Jerusalén, todo ello contenido por un retablo dorado. La Sala se configura en torno al altar, con un estrado perimetral de azulejería donde se sentó la Comunidad que se completa con los sillones cerámicos de la Madre abadesa y la Madre priora.

La sala capitular tiene uno de los conjuntos de azulejos más importantes de Toledo. En « El Mudéjar Toledano: Palacios y Conventos» , Balvina Martínez Caviro describe el solado, considerado uno de los solados de lacería Toledanos mejor conservado: «La solería es una compleja composición geométrica de lazo formada por azulejos de cuenca que destaca sobre el fondo de losetas de barro cocido sin vidriar. La lacería va formándose con una cinta de azulejos que origina diversas figuras, especialmente cuadrados y grandes octógonos, rellenos de azulejos geométricos de variadas composiciones estrelladas. La alfombrilla lleva como remate una cenefa de azulejos seudoepigráficos. En los espacios intermedios van olambrillas geométricas y de cetrería.

Destacan asimismo el altar y los sillones cerámicos, que Balbina Martinez Caviro describe: No hemos visto en ningún otro de los conventos toledanos visitados, sillones de azulejos como los de San Clemente. Se conservan tres, de forma análoga, con respaldo de medio punto y brazos curvos, uno en el zaguán de la clausura y dos en la Sala Capitular. Por el tipo de azulejos empleados se hicieron indudablemente en el silgo XVI, siendo aquéllos de dos técnicas, de artista y pintados sobre estannífero.

El respaldo de los dos sillones de la Sala Capitular está formado por azulejos decorados con estrellas de ocho puntas, buscando la impresión de relieve y profundidad, tendencia típicamente renacentista. El asiento y brazos de uno de ellos, rehechos con fragmentos, se cubren de azulejos de arista polícromos, de tema estrellado, floral y heráldico, propios del siglo XVI. Los azulejos del otro sillón ostentan el característico dibujo talaverano de flores desarrolladas en cuatro piezas, muy difundido desde que los hornos de Talavera de la Reina hicieran la misma decoración para el Monasterio de El Escorial. Similar a éste es el sillón del zaguán.

El alfarje policromado complementaba junto con los cuadros y pinturas murales el frente del altar, convirtiendo este espacio en luminoso rico en color, en contraste a como se encuentra antes de la restauración.

El retablo, que pudo ser reutilizado, está colocado para ser visto desde la entrada del claustro. Esta entrada tuvo una especial importancia, como se constata gracias a las catas realizadas por Antonio Sánchez Barriga con una donación de WMF en el 2007. Se descubre la antigua decoración de la entrada a la sala capitular. Aparecen yeserías de lazos sobre fondo azul, con pinturas de tema floral a los lados. En estas yeserías, y a su izquierda. En la parte superior aparecen guirnaldas pintadas junto a lazos rojos, así como una inscripción en la que por ahora sólo se puede leer: «Dicamus domino laus.»

A la derecha de la puerta Aparecen pinturas representando motivos florales muy similares a los que aparecen en la antesala de la sala capitular de la Catedral Primada de Toledo. El principal es un huerto alegoría de la Virgen con árboles frutales, pájaros, una maceta con claveles y un jarrón del que sale un árbol frutal. Las pinturas murales con decoración vegetal de la Catedral son atribuidas a Luis Medina, Diego López y Alonso Sánchez, según las trazas que realizó en 1511 Juan de Borgoña. La portada de yeso en estilo mudéjar y comienzos del Renacimiento, llamado también estilo Cisneros, es obra del maestro Pablo y el escultor Blandino Bonifacio.

Nota: Con información de Antonio Romero Rabadán, del Consorcio de Toledo

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