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Los recién casados Príncipes de Mónaco ofrecen un «brunch» antes de partir a Sudáfrica

Nada se sabe sobre la luna de miel del matrimonio, que viajará el martes al país natal de la Princesa Charlene para asistir a una reunión del Comité Olímpico Internacional

Los recién casados Príncipes de Mónaco ofrecen un «brunch» antes de partir a Sudáfrica AGENCIAS

ABC

El Principado de Mónaco vivió ayer un día histórico con el matrimonio religioso de Alberto II y la ya Princesa Charlene. Sus Altezas Serenísimas han invitado hoy a un «brunch» (un almuerzo que combina el desayuno y la comida, mezcla de las palabras «breakfast» y «lunch» en inglés) a los invitados a la boda real.

El matrimonio partirá el próximo martes a Sudáfrica, tierra natal de la novia, donde el Príncipe asistirá a una reunión del Comité Olímpico Internacional (COI). Nada se sabe sobre la luna de miel de los novios , excepto que será a lo largo del mes de julio y el Principado ha anunciado que no se filtrarán detalles sobre el mismo.

El «brunch» de esta mañana, a cargo de los chefs García, Rebuchon y Ducasse (responsable de la cena oficial ofrecida ayer en el Casino de Montecarlo), ha reunido a los invitados personales de la pareja en la intimidad de los jardines del Palacio de Grimaldi.

Fin de fiesta «glam»

Ayer por la noche, Mónaco desplegó todo su «glamour» en la gran dena de gala que los recién casados ofrecieron a 500 invitados, entre los que se encontraban destacados miembros de la realeza

europea, jefes de estado, importantes empresarios, celebridades, modelos y diseñadores.

Los novios cortaron una gran tarta blanca (de siete plantas, en metro y medio de diámetro y dos y medio de alto) y que dio paso a los fuegos artificiales que estuvieron acompañados de la interpretación del Himno al amor y que terminaron con más de mil rosas rojas formando un gigantesco ramo de flores de fuego sobre el Mediterráneo. El colofón de la celebración vino a ritmo de 'The streets of Philadelphia' y 'Africa' de Johnny Clegg.

Una exhibición de 20 minutos que puso el colofón final a una boda «de cuento» estudiada hasta el milímetro, con la que Mónaco ptretendía devolver a la Roca el brillo dorado de otra época, cuando el entonces Soberano Rainiero contrajo matrimonio con una de las divas más elegantes de Hollywood, Grace Kelly.

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