Hazte premium Hazte premium

«Esto es horrible incluso sin música»

Los escasos vecinos que no han huido de la plaza de Chueca se quejan del ruido y de la inseguridad de la fiesta

«Esto es horrible incluso sin música» ÁNGEL DE ANTONIO

TATIANA G. RIVAS

No importó que el pregón que dio el pistoletazo de salida a la fiesta del Orgullo Gay cayera en miércoles laborable. Ayer, la plaza de Chueca se desbordó de gente minutos antes de que comenzara el discurso de bienvenida a la celebración; muchos, ávidos de jarana y otros, en parte, de protesta por la «insonorización» de la música durante los cuatro días de festejo. Los silbatos y las consignas en clave de rechazo ante la medida acordada por el Ayuntamiento y los organizadores del «Orgullo» sonaban de punta a punta.

Unas jóvenes vecinas de la calle Gravina, incluso, sacaron a la terraza una sábana con el eslogan: «Aquí la fiesta es sin cascos». «Llevo seis años viviendo en esta plaza y no me importa cómo se ha celebrado anteriormente. Hoy echo de menos la música, sobre todo porque sigue habiendo el mismo ruido, pero ahora con el vocerío de la gente», opinaba Esberty González, una residente del portal número 10 de la plaza.

El parecer de esta mujer era minoritario entre los escasos vecinos que aún quedaban en el emplazamiento insignia del «Orgullo». «Casi todos se han ido fuera para no soportarlo», señalaban desde la asociación de vecinos de Chueca.

¿Boicot a los auriculares?

Algunos residentes temen que hoy los festejantes boicoteen la medida del uso de auriculares en las secciones «Silent Disco» que se desarrollarán de 20.30 a 2.30 de la madrugada. «Esto es horrible aun sin música. No podemos dormir. Se mueven los azulejos con el ruido. A ver si no se ponen a cantar a pleno grito con los cascos», conjeturaba Cristina, una vecina que entraba resoplando y de mal humor en el portal de su casa.

Era imposible hacerse hueco entre el gentío que ondeaba sus banderas con orgullo y cogía aire con sus abanicos de arco iris. La boca de metro se paralizó por momentos. Nadie podía entrar ni salir. El murmullo fue la única sintonía que perduró imperturbable hasta altas horas de la noche. Mariano, aun con audífono, se quejaba del estruendo que emana de la manifestación verbenera. «Tiemblan las paredes, y ya no es eso, sino la inseguridad que provoca tanta multitud. No pueden pasar ambulancias, y si ocurre algo puede morir mucha gente aplastada», reflexionaba con el jolgorio de fondo.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación