ARTE
Los retratos de Pepe Castro: Rafael Canogar
POR MARÍA JOSÉ MUÑOZ
Rafael Canogar. 76 años. Artista. Pintor reconocido internacionalmente. Principal representante del arte abstracto español. Tras el cristal de sus gafas, sus ojos analíticos escudriñan el objeto, la materia, la forma, el volumen, la esencia del mundo. Posa en el estudio del fotógrafo con las manos ... asombradas palma con palma, que a su vez sellan sus labios, no vaya a ser que el habla distraiga el incipiente proceso creativo.
Como todos los niños, los lápices de colores constituyeron sus primeros juguetes, y él garabateaba el reverso de las fotos familiares en su Toledo natal, con su casa a tiro de piedra de la catedral y su calle corredor por donde los seises se dirigían a cantar al templo primado. Era tiempo de Corpus, y el niño Canogar los veía pasar, medio escondido tras la puerta, para que las gigantillas, esas que tanto pavor provocaban entre la chiquillería, no fueran a alcanzarle.
Quizá esa intensa mezcla de colores, esas formas y vuelos de enaguas eclesiales de la mágica ciudad de su infancia le adentraron sin remedio por el camino del arte, hasta que un día el juego de pintar se tornó fijación y necesidad vital. Cuando tenía cinco años, con su familia marchó a Madrid en busca de mejores horizontes y él, ya adolescente temprano, emprendió el camino iniciático en el interior de una tienda de materiales de pintura adonde había acompañado a un amigo. Embriagado de colores y lienzos, decidió comprar una tela, y entonces brotó su primer cuadro: un pimiento verde, tan verde y realista como la posguerra que atravesaba España.
A los 14 años ya no le interesó otra cosa que no fuera la pintura y cruzó su destino con el artista Daniel Vázquez Díaz, su primer maestro y rendido admirador, amigo de Picasso y de Juan Gris. En su estudio de la calle María de Molina, el joven alumno supo de la existencia de un tal Joan Miró, mientras que el conocimiento de otros creadores revolucionaron su concepto del arte. Con poco más de veinte años sus obras colgaban ya de las paredes del MOMA de Nueva York, y ahora pueden admirarse en los más importantes museos del mundo.
Su realismo originario fue deslizándose suvamente hacia lenguajes más contemporáneos, participando en exposiciones colectivas, tomando conciencia de la realidad política y social...hasta romper con todos los conceptos «estetizantes» anteriores para habitar la abstracción informalista o expresionismo abstracto, estilo que desde entonces siguen generaciones y generaciones de artistas. Con 24 años fundó, junto a otros compañeros, el grupo El Paso, que entre 1957 y 1960 defendió la apertura de la España franquista a la escena internacional. «Yo cambié, el hombre evoluciona, el país cambia y cambia el mundo, y por lo tanto mi obra también cambió. Vivíamos en una dictadura y quise hacer una pintura, un arte, libres; pero también quería libertad para España y dejé la abstracción informalista para que ese grito de libertad fuera suficientemente entendido».
Y, en busca de ese nuevo lenguaje, volvió entonces su mirada hacia el hombre, a esa imagen del hombre en el que cree, no tanto como regreso a la figuración sino como invención de un nuevo realismo: el hombre como protagonista en su lucha por la libertad. Tras la muerte de Franco y la llegada de la democracia, tomó sus liberadas herramientas de pintor para investigar, a través de la estética, de la belleza, la espiritualidad. Y ahí continúa, después de tanto. Mientras, él sigue pintando, cada día. Pronto expone en París.
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