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Wall Street compra a las víctimas de Madoff

Varios fondos buitres y bancos adelantan dinero de las reclamaciones a cambio de un porcentaje

Wall Street compra a las vítcimas de Madoff ap

anna grau

El último valor de moda en Wall Street no es el oro ni los diamantes ni la deuda de la zona euro ni las acciones de Goldman Sachs. Es el dinero estafado por Bernard Madoff. Sus víctimas se han encontrado de repente con que varios fondos buitres, y algunos grandes bancos, quieren comprarles sus reclamaciones pendientes a cambio de un porcentaje. El trato es, recupere menos, pero recupérelo ahora. Hay quien ofrece hasta 75 centavos por dólar desaparecido en la estafa.

O eso dicen, porque el abogado español Javier Cremades, presidente de la Alianza Global de abogados de las víctimas de Madoff, advierte a través de Empresa de que se están poniendo sobre la mesa porcentajes deslumbrantes que son sólo un gancho comercial. Luego vienen las rebajas. «Te pueden seducir prometiéndote el 30% y luego todo se queda en un 12%», calcula a ojo el abogado. Y por supuesto hay que tener en cuenta que ni en el mejor de los casos es El Dorado para todo el mundo. No todos los productos financieros de Madoff cotizan igual en el mercado multimillonario que se está abriendo a los pies de la mayor estafa piramidal de la historia.

El hecho de que Wall Street no atraviese su mejor momento, con el dólar en las barricadas y con valores seguros de toda la vida debatiéndose en la cuerda floja, ha disparado el apetito inversor por productos alternativos. ¿La eterna historia? ¿La eterna ironía del mercado? Paradojas de la vida, las deudas de juego de Madoff son vistas ahora como un valor seguro por los cazadores de beneficio fácil. Lo cual puede dejar un reguero de cejas levantadas a su paso, pero es estrictamente y exquisitamente legal.

En el ojo del huracán y del negocio está un hombre clave, Irving Picard, encargado de liquidar los activos de Madoff y de reclamar el dinero de las víctimas. Al principio nadie daba un dólar por su titánico esfuerzo. Poco a poco empezaron a dar 20 ó 30 centavos por dólar. La expectación ha crecido a medida que lo ha hecho el éxito de Picard, que puede acabar recuperando hasta 10.000 millones de los 17.000 millones de dólares que perseguía, es decir, más de la mitad. La madoffmanía vuelve a ser negocio.

El imperio no es lo que era...

Picard ha ido sin contemplaciones contra la familia Madoff, por supuesto. A la dureza de su acoso atribuyen algunos el suicidio de uno de los hijos del financiero, que se ahorcó con una correa de perro mientras su propio hijo de dos años dormía en la habitación contigua. Pero aunque persisten muchas dudas sobre el papel jugado por varios miembros de la familia, particularmente por su mujer, Ruth, el ex imperio Madoff ya no es ni mucho menos lo que era, y de donde hay, es difícil sacar por mucha razón que se tenga. La justicia no llena el plato.

Javier Cremades dice que «la clave es ir a buscar dinero donde realmente todavía existe y se puede reclamar», es decir, apuntar los cañones hacia el intrincado andamiaje de bancos, fondos de inversión y entidades financieras que vehicularon la estafa y la hicieron posible, aunque sólo sea por negligencia. Y es que Madoff era sólo el vértice de la pirámide. Sin el codicioso descuido de muchos otros, que minimizaron el riesgo ajeno para disparar el beneficio propio, las cosas nunca habrían llegado tan lejos. Fallaron estratos enteros del sistema.

Muchas de las transacciones se dirimen en paraísos fiscales

I si non è vero e ven trovato, que dirían en Italia, pues Picard ha tenido la habilidad de «hacer valer los peligros para la reputación y de un continuo riesgo procesal», subraya Cremades. Las leyes norteamericanas permiten además que en caso de estafa piramidal los perjudicados reclamen a los últimos que se beneficiaron, aunque no participaran activamente en la estafa, y Picard ha sabido jugar esa carta eficazmente y a fondo. Por supuesto le ha ayudado mucho el hecho de que numerosas entidades requeridas estuvieran en falta o pensaran que, bajo la adecuada presión, podían llegar a estarlo.

No todos los que habían aconsejado a sus clientes invertir en Madoff tuvieron luego la lúcida sangre fría del Banco Santander, que llegó a acuerdos de compensación sin presión judicial ninguna, poniendo así instantáneamente a salvo su prestigio. Otros han necesitado la amable pero firme presión de Picard para darse cuenta de qué era lo correcto. Por lo demás la virtud del Santander puede tener su recompensa si, llegada la hora del resarcimiento, las cuentas no sólo cuadran, sino que se redondean. Puede acabar recuperando más dinero del que pagó a sus clientes.

Según The Wall Street Journal, en una reciente subasta en las Bahamas, clientes del Santander vendieron una parte importante de sus reclamaciones pendientes, valoradas en 1.500 millones de dólares. Los compradores fueron un grupo liderado por el Deutsche Bank. El último pacto de estas características se cerró hace dos semanas, en otra subasta por 1.500 millones de dólares, también con el Deutsche Bank entre los aspirantes. Esta vez el escenario de la puja eran las Islas Vírgenes británicas. No está claro quién se llevó el gato al agua.

No es casualidad que muchas de estas transacciones se diriman en paraísos fiscales o casi, pues ese fue también el escenario de grandes porciones de la estafa. Muchos de los perjudicados tenían su dinero en refugios financieros opacos. De ahí la opacidad de las pérdidas, de las ganancias que empieza a haber —Cremades no se atreve a cuantificar globalmente— y hasta de muchas de las ofertas y demandas que se están barajando.

...y el tiempo es oro

Por supuesto el tiempo es oro en sí mismo y el suspense también. Las víctimas de Madoff pueden elegir entre menos dinero ya o más dinero a largo plazo y con un plus de incertidumbre. El bufete de Cremades asesora técnicamente pero, por lo que refiere al fondo del asunto, no recomienda ni una cosa ni otra. «No es una decisión judicial sino financiera, es decir, personal», insiste el experto. Él por su parte se limita a aconsejar prudencia y saber esperar «a ver qué se ofrece exactamente, a ver qué perspectivas hay de recuperación a largo plazo, y a ver cuánto puede esperar cada cual a despejar esas dos incógnitas».

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