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el callejón del gato

UN PASEO URBANO

JOSÉ GABRIEL ANTUÑANO

TERMINO una sesión de trabajo con una colega holandesa antes de lo previsto en el Miguel Delibes y nos disponemos a pasear hacia la estación de tren del Campo Grande de Valladolid. La zona ha quedado muy grata y el sol no calienta. Le muestro el edificio del Parlamento regional y se admira tanto por la armonía arquitectónica como por el volumen edificado. Me pregunta sobre el número de habitantes de la región y puntualiza: en mi país somos trece millones más y nos conformamos con un edificio más modesto. No me atrevo a describirle las dimensiones gigantescas del despacho de la presidenta del Parlamento, que reproduce a escala los habitantes por kilómetro cuadrado (26 aquí por 382 en Países Bajos).

La vista tropieza con el esbelto edificio de cristal y hormigón de la Federación de Municipios de Castilla y León. Me inquiere por las funciones de esa institución y a duras penas le expongo que allí se reúnen para abordar temas municipales. Por semblante, la verdad, me parece que mi explicación no ha resultado convincente. ¿Tienen sueldos? No —respondo—, pero dietas sí y personal asalariado a su servicio también.

Antes de enfilar hacia el Museo de la Ciencia, comento que esos terrenos antes eran propiedad de la Diputación Provincial de Valladolid. Siento haberme metido en un lío, pero salgo airoso exponiéndole el papel de estas entidades en su relación con los pequeños municipios de la región. Deduce que esas localidades no necesitarán de un regidor. Le corrijo: sí tienen alcalde, concejales con salarios mensuales nada despreciables. Muy correcta calla pero percibo una creciente perplejidad.

A nuestra espalda queda el Monasterio de Prado, rehabilitado para albergar dos Consejerías de la Junta. Su curiosidad le impulsa a preguntar cuántas hay para los dos millones y medio de habitantes. Le digo que no se preocupe por esa cuestión porque ahora el presidente trabaja en eliminar algunas y reducir su número a siete u ocho.

La originalidad del Museo de la Ciencia le atrae. Realmente este paseo por Valladolid con tantos edificios emblemáticos, modernos y de firma de arquitecto resulta muy ilustrativo. Cruzamos el río Pisuerga por la pasarela y no resiste a formular un comentario admirativo y titubeante a la vez: le resulta difícil creer que España esté en crisis con los salarios que se abonan a los políticos y los trabajadores que albergan esos edificios y con la cantidad de nuevas y suntuosas construcciones que ha visto durante este paseo urbano que terminará en el AVE.

Prefiero no abundar en el comentario y cambiar al tercio teatral: ¿por qué no hablamos de la comedia de Dario Fo «Aquí no paga nadie»? ¿Y las empresas? —pregunta—; «Perdida(s) en los Apalaches» de Sanchís Sinesterra.

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