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a punto

El crucifijo de Cotino y las raíces de Europa

josé luis torró

Me hago cruces, y nunca mejor dicho, de que pueda haber entre nosotros quien diga que colocar un crucifijo en un acto de promesa o juramento, tal como he hizo la pasada semana el nuevo presidente de las Cortes Valencianas, Juan Gabriel Cotino, «constituye toda una provocación». El crucifijo es el mismo que acompaña desde hace ya mucho tiempo a Cotino en su ya larga carrera de servicios a las administraciones estatal y autonómica. Ante un crucifijo prometió su cargo como presidente del Gobierno de España José Luis Rodríguez Zapatero y sus ministros y ministras y no se supo de polémica alguna. Lo mismo hicieron Aznar, González, Calvo Sotelo, Suárez…

En los últimos años asistimos —confieso que con gran perplejidad— a un debate dentro y fuera de España que tienen que ver con sus propios orígenes, la herencia cristiana presente como está en la génesis de Europa y su civilidad por más que el engendro de Constitución Europea lo ocultase muy deliberadamente de tal modo que en el mismo pecado de ignorancia terminó por llevar la penitencia de su propia inutilidad y obsolescencia. Hace dos años Tribunal de Estrasburgo, o Corte Europea de los Derechos Humano, se pronunció en contra la presencia de los crucifijos en las aulas. La noticia fue publicada con gran alborozo por numerosos periódicos. Uno de ellos decía presa de gran entusiasmo que «La batalla del laicismo contra los símbolos religiosos no está todavía resuelta». El pasado mes de marzo el mismo tribunal se desdecía y sentenciaba que la presencia de los crucifijos en las aulas no constituye «una violación de los derechos de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones».

El tribunal respondió así al Gobierno de Italia que había presentado un recurso porque consideraba que la sentencia de 2009 «eliminaba un símbolo de la tradición italiana», añadiendo en su defensa que el crucifijo tiene «una función simbólica altamente educativa». El crucifijo, se lee en la declaración del tribunal europeo «es ante todo un símbolo religioso»… y el Estado debe «garantizar el derecho de los padres a la educación y a los hijos conforme a sus propias convicciones religiosas y filosóficas».

En mi congénita ingenuidad pensé que la sentencia (ignorada, por cierto, por aquellos medios mismo que cuando fue anti-crucifijo la publicaron con tan grandes caracteres tipográficos como regocijo editorial), serviría para dejar en paz el símbolo más conocido y reconocido del cristianismo. Ya veo que no. Por lo visto la cruz molesta y más si es la de Cotino, por más que sea la misma que figura en el escudo del Barça o que forma parte de las banderas de Suecia, Noruega, Suiza, entre otras.

Semanas atrás ABC publicó unas declaraciones del filósofo francés André Comte-Sponville. «Soy ateo no dogmático» —decía— «porque el ateísmo es una creencia más, no un saber. Y un ateo fiel, porque asumo valores morales de las tres grandes religiones, sobre todo la judeocristiana». Comte-Sponville lamentaba que en esta sociedad se hable más del Ramadán y muchos cristianos se pasen al budismo... «El origen cristiano de Europa es una evidencia histórica. Si Europa ignora sus raíces cristianas dejará de ser una civilización para ser solo un mercado». Comte-Sponville es ateo pero no cenutrio.

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