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Con dieciséis largos meses de retraso se estrenó por fin en Broadway el musical sobre «Spiderman» con música de Bono y The Edge, exdirigido por Julia Taymor, exinterpretado por varios actores y cantantes dados de baja por accidentes y minuciosamente machacado por la crítica. Nada de lo cual frena el éxito de público y la cascada de celebridades que acudieron al teatro, encabezados por el expresidente Bill Clinton y su hija Chelsea (que presenciaron la función sentados junto a Bono), el actor Matt Damon, la exmodelo Cindy Crawford con su marido y los niños, Vanessa Redgrave, Spike Lee, Lyv Tyler, etc.
Semejante pasión arácnida entre los vips se explica quizás como una forma de cerrar filas junto a Bono y frente a las feroces críticas. Brent Brantley, de «The New York Times», llegó a escribir que el show no es mentalmente soportable por nadie mayor de 10 años. También fue él quien, hace unos meses, decidió protestar contra la infinita demora del estreno –se han representado más funciones previas de Spiderman, que de muchos musicales en su totalidad- rompiendo el «embargo» que tradicionalmente pesa sobre los críticos para que aguarden a que un montaje sea definitivo para opinar de él. La idea es que hasta que no hay estreno, todos los retoques son posibles.
Brantley excusó su decisión afirmando que tal como él lo veía, Spiderman estaba «más allá de toda salvación». Que no tenía remedio, vamos. Pero, ¿es en realidad tan mala? ¿O asistimos a un choque de titanes entre productores teatrales de altos vuelos y mandarines de la crítica, a cual más arrogante? No hace tanto que el mismísimo Pedro Almodóvar probó en sus propias carnes la cicuta de algunos críticos neoyorquinos que decidieron ensañarse brutalmente con la versión musical de «Mujeres al borde de un ataque de nervios» estrenada por el Lincoln Center. Sin ser precisamente la reencarnación de «West Side Story», lo cierto es que el público disfrutaba de aquel montaje y que resultaba difícil casar la reacción de la platea y la de cierta prensa.
En cualquier caso Broadway es Broadway, la mismísima Vía Láctea del espectáculo, y a una mala crítica allí sobreviven pocos. Los almodovarianos tuvieron que plegar velas mucho antes de lo previsto. En el caso de «Spiderman», en cambio, toda la secuencia da la impresión de una larga y apasionante partida de ajedrez con jugadas tan dramáticas como el sacrificio de la dama (la directora Julie Taymor, responsable de grandes éxitos como «El Rey León»), pero que a fin de cuentas beneficia más a la obra de lo que la perjudica. De momento ya lleva en cartel más que muchos grandes éxitos, y el teatro se sigue llenando…por todo lo alto, como se puede ver.
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