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la lupa

La CRTVG amputada

El PP debería explicar muy detenidamente por qué acepta la totalitaria exclusión legal del castellano de la CRTVG a unos votantes que no entienden su claudicación

alfredo aycart

NO es necesario incorporar un tratado psicológico a la ciencia política para entender las razones de la animadversión visceral de los nacionalistas hacia el castellano. La repulsa hacia la lengua común impregna su comportamiento con más profundidad que la simple defensa del gallego, en la medida en que a la protección de los intereses empresariales de la industria editorial suma un componente de exclusión de lo que no se puede controlar, fundamental para conseguir sus propósitos finalistas.

El BNG, y en menor medida, aunque en absoluto intrascendente, el PSOE, han comprendido hace ya tiempo que en aquellos lugares donde impera el monolingüismo se produce una traslación eficaz y permanente de los sufragios hacia sus formaciones. De ahí el apoyo continuado a las más peregrinas tesis de la Mesa por la Normalización Lingüística y su brazo armado en el Parlamento, el inquisidor Bieito Lobeira. De esa comprensión surgió el dictatorial decretazo del bipartito, por el que se excluía en la práctica el castellano de las aulas.

Está claro que uno de los grandes aciertos del Gobierno de Feijóo —a la par de la política de austeridad— fue el fin de la imposición lingüística en la escuela, con la aprobación del decreto por el que se recupera la perdida libertad en la enseñanza en materia de idiomas. Las iniciales protestas de los profesores de la cuerda, más preocupados por el mantenimiento de sus privilegios que por la adecuada atención a la educación de sus pupilos, perdieron fuerza a medida que se edulcoraban sus ansiedades con medidas paralelas como su forzada consideración como autoridad.

El decreto del plurilingüismo tiende a una sociedad más culta, más preparada y más libre. Es por ello más sorprendente la desagradable claudicación de sus principios de que ha hecho gala el grupo popular en el parlamento gallego, al aceptar la cerrada oposición de PSOE y BNG a abrir al castellano las cámaras y los micrófonos de la RTVG. Obvian interesadamente que se trata de un servicio público sufragado por todos los ciudadanos, independientemente del idioma en el que prefieran expresarse de los dos oficiales en la Comunidad.

Que los talibanes de la lengua y sus cómplices interesados se opongan a reconocer legalmente la posibilidad de expresarse en castellano en una cadena pública obedece a esos ramalazos autoritarios que impregnan su ideología. También querían imponer una exclusión similar en las lápidas de los cementerios. Pero que el portavoz del PP, Pedro Puy, acepte sus imposiciones, resulta contradictorio con la defensa de los principios de la formación en la que milita, salvo que estos puedan, como en el chiste de Groucho Marx, cambiarse por otros a petición del interlocutor de turno.

Es de esperar que la tramitación parlamentaria del proyecto permita desmontar el desafuero. Caso contrario, los diputados del PP deberán explicar muy detenidamente las razones para aceptar una CRTVG amputada de raíz. Sobre todo a unos votantes que no entienden la rendición.

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