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TEATRO / «UNA HISTÒRIA CATALANA»

El precio de la ambición

Autor y director: Jordi Casanovas. Escenografía: Sebastià Brosa. Intérpretes: Andrés Herrera, Míriam Iscla, Rosa Boladeras, Pep Cruz, Àngels Poch, Borja Espinosa, Òscar Castellví, David Vert, Anna Moliner. Sala Tallers TNC, 8-VI

El precio de la ambición DAVID RUANO

SERGI DORIA

Quienes disfrutaron de “La Revolució” o “La Ruïna” saben que Jordi Casanovas es de lo mejorcito que tenemos por aquí. En “Una història catalana” el autor de Vilafranca asciende a una montaña fronteriza que podría llamarse Tor: ambiciones, querellas familiares y mitos ancestrales; baja, también, a la cuenca del Besós: en el barrio de la Mina, nos presenta a la jauría de “perros callejeros” de “el Cala”, mixtura de Pijoaparte, Cody Jarrett y especie de Vaquilla orientando ambiciones al negocio inmobiliario.

Dos planos narrativos en acertada alternancia. Casanovas saca partido al dialecto del Pallars, coquetea con la brujería de la Cataluña ensimismada; relata el ascenso del charnego que quiere hacer realidad el vaticinio de Gil de Biedma en su paseo por el cementerio de Montjuïc: para hacerse un lugar entre esa burguesía que le rechaza, el Cala adapta sus modos gansteriles al negocio inmobiliario y acaba quedándose con la empresa del constructor catalán “porc i senyor de mena” que antes le ninguneaba. La “cima del mundo” de “el Cala” es comprar Cataluña.

Hasta aquí, la pieza de Casanovas funciona como un reloj y el espectador no mira la hora abducido por el trabajo actoral de Andrés Herrera y Borja Espinosa como “manguis”, o el hablar “terra endins” de Míriam Iscla o Àngels Poch. La “historia catalana” te lleva en volandas con austera escenografía. Pero la ambición tiene un precio y Casanovas quiere también la cima del mundo. La Mina y Tor se encuentran. La idea es buena. El Cala pretende comprar la montaña. De golpe todo cambia: el espacio narrativo deviene en una fiesta con muchas sillas, lucecitas, tarima con micrófono, bebidas, tiros... El público transita de un escenario a otro y se pierde la magia. El desenlace se dispersa en un moroso desafío de pistoleros y una poco explicable actuación de Pep Cruz: su versión -más que correcta- del “Personal Jesus” de Depeche Mode nos hace recordar el toque Rigola.

Lástima de esos veinte minutos que estropean el formidable trabajo del autor. Aunque, como reza el dicho catalán “qui no arrisca no pisca”. “Una història catalana” precisa de un recorte para que el precio de la ambición no resulte oneroso.

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