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Paciencia y resistencia

FÉLIX IGLESIAS

El Festival Internacional de las Artes de Castilla y León nació en 2005 con la ambición de crear un certamen, esencialmente escénico, prácticamente de la nada. En las primeras ediciones lógicamente, sus responsables, fundamental Guy Martini como director artístico, fueron entretejiendo una personalidad que en los primeros años contó con generososísimos presupuestos —la crisis iba engordando y devorado talones y leyes presupuestarias de nuevo rico—, pero también tuvieron que soportar la obsesión política de pretender multiplicar por infinito el número de espectadores. En aquellas ediciones, los bandazos, lógicos cuando se siembra en un terreno baldío durante décadas (otras cosa fue el exterminio intencionado del prestigioso Festival Internacional de Teatro de Valladolid del siglo pasado) fueron paradójicamente un eficaz tamiz para perfilar un rostro reconocible del Festival.

Dentro de la invertebrada costumbre española de arrasar con lo que han hecho, incluso para bien, los que nos preceden, la sustitución de Guy Martini por Calixto Bieito, uno de los directores escénicos más importantes del mundo, fue un acto reflejo de los nuevos responsables de la Consejería de Cultura, que precisamente ahora están pendientes de renovar o asumir otras responsabilidades políticas. Sin embargo, el burgalés no llegó con guadaña arrogante de la prepotencia y, oh sorpresa, no desbancó a todos los colaboradores del francés, consciente de que la labor de su predecesor galo era el humus de la planta con la llegaba bajo los brazos. Desde el primer momento, subrayó que su tiempo no iría más allá de dos ediciones. Tras la del año pasado, ésta será la última de Bieito al frente de Fàcyl.

Y cuando nos creíamos embarcados en un crucero gozoso de nuevo el vértigo al vacío horada los cimientos de un festival demasiado lastrado por la falta de una política cultura bien definida y consensuada. Bieito reconocía recientemente en una charla informal con periodistas desconocer quién le sustituiría, siquiera si habían arrancado las gestiones para cubrir su salida, anunciada nada menos que en diciembre de 2009 cuando fue fichado. Nadie desde 2005 ha articulado, por ejemplo, un consejo asesor de Fàcyl, donde, sin ir más lejos, ex directores del festival asesorasen con su experiencia. Para ello deberíamos tener claro que la cultura es no sólo un espectáculo que se «puede montar» de la noche a la mañana. Tiempo, paciencia y resistencia son conceptos antagónicos a la gestión pública de la cultura en España. Ahora se suma una profunda crisis económica, que está desangrando a la cultura, hasta el punto de que ni siquiera una futura transfusión pudiera devolverla la vida. Y recibir un tesoro como Fàcyl sólo ocurre una vez.

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