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Un parto entre las nubes

Antonino ha tenido un parto de altura. Nació la madrugada de ayer en un vuelo de Iberia que hacía la ruta Malabo-Madrid. En él regresaba su embarazadísima madre, que había ido a enterrar a su abuelo. «Se lo contaré cuando sea mayor», asegura

M. J. ÁLVAREZ

MADRID

Se llama Antonino, pesa 3 kilos, mide casi 50 centímetros y vino al mundo la madrugada de ayer... sobre las nubes africanas, en concreto las de Níger. El parto, de altura, se produjo a unos 11.000 metros de altitud, en plena velocidad de crucero en un avión de Iberia que hacía la ruta Malabo-Madrid. El vuelo había partido pasada la medianoche de la capital de Guinea Ecuatorial y a bordo se encontraba su madre, una embarazadísima Priscilla, que regresaba a su casa después de asistir al entierro de su padre. La vida y la muerte, una vez más, dándose al mano.

Priscilla, con su embarazo a término, no iba sola; estaba acompañada de su segundo hijo, de 2 añitos, y una tía. Cuando el vuelo llevaba más de dos horas, la mujer notó que se ponía de parto. «Se lo dije a mi tía, porque tenía muy seguidas las contracciones; ella me dijo que no podía ser, que me quedaba aún una semana. Que me relajara», suspira. Imposible. Rompió aguas de inmediato.

«¿Hay algún médico a bordo?», dijo una de las azafatas del avión, un A319 de Iberia. Como en las películas, solo que en este caso, la situación era real y el alumbramiento inminente. Y, como en los chistes, por haber, había un médico boliviano, una pediatra argentina, una comadrona... Y hasta un cura, que se ofreció a ayudar y se limitó a contemplar el nacimiento de Antonino. Todo un plantel de experimentados profesionales que atendieron a Priscilla y a su bebé como si estuvieran sobre tierra firme y en un paritorio.

El lugar fue bastante más incómodo: los improvisados asientos traseros de la aeronave, donde la mujer pudo tenderse y el completo equipo médico la atendió y le cortó el cordón umbilical, que ataron con un guante, mientras tapaban con una bolsa de papel al bebé, para que no cogiera frío. El alumbramiento se produjo en 15 minutos, y, como no hubo complicaciones, los sanitarios le dijeron al comandante que no era necesario que desviara su ruta hacia el aeropuerto más cercano. Eso sí, cuando la nave aterrizó en Barajas, sobre las siete de la mañana, una ambulancia trasladó a la madre y a su recién nacido hasta el Hospital de La Paz.

Allí, Priscilla, la «reina del avión», indicó que «sintió los primeros dolores al despegar y que luego se agudizaron con las turbulencias». «Ha sido increíble, estoy aún muy sorprendida y agradecida a todo el personal, tanto a la tripulación como a los médicos que me atendieron. Todo ha salido perfecto y en cuanto pueda le contaré a mi hijo esta experiencia». Ella nunca olvidará el nacimiento de su tercer hijo —el mayor tiene 18—, cuando volvía de darle el último adiós a su padre. «Estaba ya de 36 semanas, pero tenía que estar presente», concluyó.

No ve el momento de recibir el alta y volver a su casa de Móstoles, donde lleva viviendo 15 años.

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