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Las caras del Rojas

Dentro del teatro, donde Barreda rehuyó a Cospedal, los rostros tristes de los perdedores se cruzaron con los semblantes sonrientes de los ganadores

Las caras del Rojas

MANUEL MORENO

TOLEDO

El presidente en funciones de Castilla-La Mancha, José María Barreda, tuvo que tragarse las lágrimas cuando el público, la mayoría puesto en pie al terminar su emotivo discurso cargado de buenas intenciones, le ovacionó. Incluso algunos seguidores lo vitorearon con gritos de «¡presidente, presidente!». El rostro de Barreda era un poema, como el de muchos de sus compañeros de partido sentados sobre el escenario o en el patio de butacas. En la sala reservada para los medios de comunicación, en la cafetería del coqueto Teatro de Rojas, algún miembro del gabinete de prensa de la Junta rompió a llorar. De manera simbólica, Barreda, vestido de gris marengo, ponía así fin a una larguísima etapa de 28 años de gobierno socialista en Castilla-La Mancha.

Durante casi toda la ceremonia, en la que la vicepresidenta regional en funciones, María Luisa Araújo, no paró de mover su abanico, el semblante de Barreda fue triste, muy triste. Toni Isbert arrancó alguna tímida sonrisa al presidente en funciones de Castilla-La Mancha cuando el actor recogió el premio concedido a su madre, la maravillosa María Isbert, recientemente fallecida.

Barreda, que no entró en el teatro por la puerta principal, llevaba la procesión por dentro. Estuvo correcto en las palabras desde el atril, pero los populares consideran que le faltaron gestos hacia la presidenta electa de Castilla-La Mancha, María Dolores de Cospedal. Entre los periodistas se esperaba que Barreda invitara a su adversaria política a subir al escenario, algo que no se produjo. Ni siquiera un saludo o dos besos de cortesía con los fotógrafos y las cámaras de televisión como testigos. Nada de eso ocurrió en un pequeño recinto donde es muy complicado no cruzarse con alguien, salvo que uno no quiera.

El equipo del presidente en funciones también hizo de tripas corazón. Pocas sonrisas en sus rostros. Un miembro de esta amplia plantilla de trabajadores reconocía que las caras son largas, muy largas desde que María Dolores de Cospedal obtuvo la victoria para el PP el pasado 22-M, porque todos ellos se ven ya en el paro en plena crisis económica. Y ese desconsuelo se palpó en el ambiente, en algunos momentos más propio de un funeral con tanto traje oscuro y tanto rostro mohíno. Nada que ver con los saraos de otros años.

Aunque la fiesta fue por barrios. Cospedal llegó sonriente a la bombonera del Teatro de Rojas nueve minutos antes de que comenzara el acto institucional, dejando atrás la ruidosa cacerolada de los «indignados» en la calle. Vestida elegantemente para la ocasión, con una ceñida falda negra de talle alto y una blusa blanca con volantes, la presidenta electa de Castilla-La Mancha entró rodeada de miembros de su inseparable equipo (Vicente Tirado, Leandro Esteban, Carmen Riolobos o Fernando Urrutia) y de otras compañeras de partido, como Rosa Romero, Ana Guarinos o Paloma Barredo. Cospedal, que aplaudió a Barreda al terminar su discurso, no tuvo la ocasión de saludarle en ningún momento, y eso que la presidenta electa del PP se sentó en la primera fila de butacas, entre su marido, Ignacio López del Hierro, y el arzobispo de Toledo, Braulio Rodríguez.

Además, al terminar el acto, Cospedal esperó en su asiento a un posible encuentro con Barreda, pero este salió por la parte trasera del escenario. Y en el vestíbulo la presidenta del PP saludó a varios invitados, si bien al final tuvo que marcharse sin poder estrechar la mano a Barreda. Este salió del teatro diez minutos más tarde por la puerta principal, donde le esperaba el coche oficial. Lo hizo acompañado del presidente del Congreso de los Diputados, José Bono, y con los «indignados» dándole a la cacerola en la calle. Su adversaria política ya había enfilado a pie la calle Tornerías camino de la plaza de la Magdalena junto a un amplio séquito.

El cortejo lo cerraba el presidente provincial del Partido Popular, Arturo García-Tizón, quien se saludó efusivamente con un cariacontecido Fernando Mora, exdelegado de la Junta de Comunidades en Toledo. Mientras, un miembro de la comitiva de Cospedal ya hacía planes para el próximo Día de Castilla-La Mancha. «Habrá que hacer la calle (Tornerías) más ancha porque el año que viene no cabremos por aquí», vaticinó. Pero eso será otra historia.

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