El dibujo contemporáneo entra en el Museo ABC
Santiago Morilla reflexiona sobre ornamento y violencia en la muestra inaugural del programa «Conexiones»
NATIVIDAD PULIDO
Tras la exposición inaugural con una selección de lo mejor de su colección, y las muestras de Kurosawa y Goñi, el Museo ABC de Dibujo e Ilustración (Amaniel, 29-31) abre sus puertas de par en par al dibujo contemporáneo. Y lo hace con un ... programa de exposiciones, denominado «Conexiones» , en el que un artista invitado trabaja partiendo de obras de dos colecciones: la de la Fundación Banco Santander y la del Museo ABC . Dicho programa, coordinado por Óscar Alonso Molina, arranca con un joven artista español, Santiago Morilla (Madrid, 1973), al que ya le echó el ojo el «New York Times» con sus trabajos en los muros exteriores de la Fondazione Pastificio Cerere de Roma.
Bajo el título «Ornamento y detonación» , tomado de un texto de Adolf Loos, y partiendo de un jarrón ornamental de cerámica de Alcora con asas en forma de carneros (colección Banco Santander) y un dibujo de Fernando López Herencia, «Cabeza de cabra» (colección ABC), Morilla reflexiona sobre el ornamento y la violencia en un trabajo sumamente interesante. Abandona la calle y es «encarcelado»: entra por primera vez en el museo. «El museo es un templo que hay que quemar y detonar —no debería darnos ideas—, estableciendo diálogos y debates críticos».
Su trayectoria profesional se centra en el street art , aunque aclara que él no es graffitero. Trabajar en la calle, utilizar los espacios abiertos es, para él, un potencial. En Madrid varias de sus intervenciones ilustran fachadas de la calle Ballesta. Ahora toman el Museo ABC, que se convierte en un gabinete de curiosidades (al estilo de los del XIX), donde habitan extrañas criaturas mutantes, dentro de marañas de hilos, de las que pugnan por salir en una treintena de dibujos. Y, encerrados en urnas de cristal, sobre unas mesas de madera, sus hombres-bomba , en cera —por primera vez sus dibujos adquieren tres dimensiones—, que portan en su interior una mecha. Junto a ellos, seis pequeños vídeos nos muestran cómo evolucionan, o degeneran, esos seres tras la explosión. «Todos podemos tener una bomba interior, advierte el artista; se puede prender la mecha y asistir a tu propia consumición». Además, en el hall del museo Morilla ha realizado una estupenda intervención site-specific .
A Santiago Morilla le interesa, por un lado, el puro ornamento del jarrón. «El ornamento, apunta el artista, es el gran denostado del desarrollo artístico. Pero, como decía Walter Benjamin, es la casa del arte». Para Loos, el ornamento era propio de delincuentes, por eso se ornamentaban sus cuerpos con tatuajes. Por otro lado, a Morilla también le atrae la tensión psicológica de la mirada del carnero en el dibujo de López Herencia. Encerradas en sus madejas de hilo, advertimos hechuras orgánicas, trozos de cuerpos humanos, brazos, piernas, ojos, intestinos... Morilla derrocha talento en esta exposición (es un estupendo dibujante) y nos demuestra que lo ornamental también puede ser moderno. Mucho más moderno que ese arte con manual de instrucciones que inunda hoy museos y bienales.
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