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giro de italia

Contador le quita una semana al Giro

El madrileño se impone en la cronoescalada de Nevegal y deja a Scarponi a casi cinco minutos

Contador le quita una semana al Giro EFE

J. GÓMEZ PEÑA

Cuando Alberto Contador subió al podio como líder y ganador de la cronescalada, la montaña ya estaba oscura. Cuatro gotas adelantadas a la tormenta. Contador, en uno de sus mejores días, estaba serio. Sonó su nombre y apareció ante el entregado público italiano. Le dieron una ristra de besos y unas flores por la etapa. Cogió el ramo con una mano y la otra la dirigió al cielo. La megafonía lo entendió de inmediato: “Dedicado a Xavi Tondo” . Al ciclista y amigo fallecido el lunes en una carambola fatal . La cuchilla de esa ausencia repentina emocionó al líder. Silencio en mitad del éxito. Se le dibujó un ‘puchero’ y le patinaron un par de lágrimas. Abajo, su hermano Fran también lloraba. Por Xavi.

“Alberto no deja de sorprenderme”, repetía veinte metros más allá de la meta Fran, el mayor, el de la litera de arriba. “Parece fácil, pero es muy difícil lo que hace”. Hacía tiempo que no veía a su hermano así, a esta altura. Desde la contrarreloj de Annecy, la que le ganó a Cancellara en el Tour 2009. Allí se regaló un Tour. Aquí, en este Giro, subió más veloz que nadie hasta la cima de Nevegal para envolver en papel rosa un regalo para Tondo . “Alberto tenía hoy ganas de ganar por Xavi”. Compartió la etapa, el champán, la maglia de líder y las ovaciones con el ciclista al que más echa de menos su deporte. Tondo, la pasión con dorsal.

Contador, el poder con dorsal. Su dominio es tal que se le han acabado la preguntas a este Giro. El cronómetro sólo sabe de números. Contundentes. Tiene casi cinco minutos sobre el segundo en la general, Scarponi. Y cerca de seis sobre el tercero, Nibali. El cuarto, Gadret, anda ya a siete y medio. Rujano, a nueve. Como Nieve, que es sexto. Antón, décimo, se arrima a los once minutos. A este Giro de recorrido salvaje le sobra la tercera semana, reservada ya al desfile triunfal de su dueño, el que tantas “ganas” tenía de “ganar”. Por Xavi.

Era una cronoescalada (12,7 kilómetros) llena de matices: un inicio adoquinado por las calles de Belluno, media docena de curvas en descenso, un falso llano y, luego, cinco kilómetros verticales, para terminar en otro falso llano agónico. Para Contador, este Giro es un libro abierto. Tiene bien calibrados a sus rivales . Es un líder sin prisa. Ajustó manos, piernas y cuello a su bicicleta aerodinámica y se dejó llevar en la parte inicial. Frenó en cada giro. Nibali, en cambio, sacó brillo a los codos en las esquinas de Belluno. Chispas. El italiano aventajó a Contador en 13 segundos en el kilómetro 5. Scarponi le llevaba cuatro segundos. De repente, parecía subir la cotización de los italianos. Ya. Hasta que empezó la subida y las piernas del madrileño, a ritmo de ventilador, soplaron sobre las cenizas de sus rivales.

Arriba, hacía tiempo que había llegado Pablo Lastras. Sabe de esto. Radiografió la etapa: “A estas altura de Giro, con la fatiga que llevamos, hay que subir con mucha cadencia de pedaleo. Sólo así se consiguen vatios de potencia”. Física y lógica. Tras tanto Giro, los ciclistas parecen caracoles con casco. “Mi umbral está en 174 pulsaciones por minuto y hoy no he ido más allá de 165”. Quieren pero no pueden más. Menos Contador. A Induráin le llamaban el “extraterrestre”. Nibali bautizó a Contador con otro calificativo sideral: “Es un marciano”. Inalcanzable. De otra galaxia.

Hablar de este Giro es hablar de Contador. Su baile. A dos ruedas. Sube erguido, como si los hombros cogaran de una percha. Se contonea. Barquea la cabeza. Y, sobre todo, gira como nadie el molino de los pedales. “Me ha costado coger el ritmo en la primera rampa”. Dudó un momento. No le daban referencias. Pero miraba el potenciómetro y se tranquilizaba. Por encima de 400 vatios. Bien. En apenas un rato de cuesta, volteó la clasificación. En este Giro tiene por costumbre llegar siempre antes que sus adversarios. Al cruzar la meta, cada uno tenía su propio gesto: Mikel Nieve, que tras ganar el domingo en Gardeccia subió a pie y cuadriculado los dos pisos del hotel sin ascensor en el que pasó la noche, llegó casi a rastras (a 2 minutos y 19 segundos). A Gadret, con las rodillas vendadas, le colgaban las babas (a 1.27). A Antón (a 1.21) los pulmones le exigían aire. “Ando con las fuerzas justas. Ya no estoy fresco”, confesó.

A Menchov (a 52 segundos) tuvieron que remolcarle hasta el coche. Su cuerpo se negó a dar una pedalada más. Entró y se desconectó. En cambio, a Rujano, que acabó cuarto a 39 segundos, no le cogieron ni los auxiliares que le esperaban. Siguió hacia arriba como si nada. Dará guerra. A Scarponi (tercero, a 38 segundos) lo sostuvo una valla. Y a Nibali (segundo, a 34), su masajista. Goteaba. Cara arrugada. Pez sin pecera. Ciclistas terrestres. Quedaba el marciano. Dio el último paso de su danza. Hip hop. Entró, dejó de dar pedales y comenzó a girar el cuello: primero hacia atrás, hacia el marcador digital para certificar su victoria. Y depués hacia arriba. Por Xavi.

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