«El Calvario», de Van der Weyden, sanará sus «heridas» en el Prado

Primero se llevará a cabo un estudio técnico en profundidad del cuadro, previo a la restauración de esta inmensa pintura sobre madera de roble (244 x 193 centímetros), que será ardua. Por un lado, habrá que intervenir el soporte. De eso se ocupará un equipo capitaneado por José de la Fuente, que ya ha tenido entre sus manos «Las tres Gracias», de Rubens; «Adán» y «Eva», de Durero o «El Descendimiento», de Van der Weyden. El hecho de que este artista creara «El Calvario» uniendo trece paneles de roble de forma horizontal (lo habitual es en vertical) ha provocado serios daños al cuadro. El peso acumulado por cada panel ha ido acumulando grandes tensiones. Ello, unido a la colocación de un bastidor con dos travesaños verticales y tres horizontales en la parte posterior de la obra y tres puentes de hierro atornillados a la pintura, ha producido grietas en la madera —muy apreciable, una que atraviesa todo el cuadro por la mitad, de casi medio centímetro, entre el sexto y el séptimo tablero, a la altura de las rodillas de Cristo—, pérdidas de pintura y curvaturas en la superficie del cuadro.

Tampoco será fácil la restauración de la capa pictórica. Las distintas limpiezas de esta obra a lo largo de su Historia la han deteriorado en demasía. Tanto que algunos historiadores daban la obra por perdida. Pero, gracias a la restauración llevada a cabo entre 1945 y 1947 en el Prado por Jerónimo Seisdedos, se eliminaron algunos repintes y se descubrió que quedaba bastante pintura original. Aún quedan huellas de aquellos repintes amarillentos, que dejan manchas opacas en la pintura. Además, se utilizaron pigmentos de mala calidad en la restauración, como el blanco de zinc, que azulea con el tiempo, explica Enrique Quintana, restaurador del Prado. Los daños son muy evidentes en la parte inferior izquierda del cuadro. Los repintes afectan especialmente a los ropajes blancos de la Virgen y San Juan, creados con aspecto escultórico sobre el dosel rojo del fondo.

Rogier van der Weyden (Tournai, 1399/1400-Bruselas, 1464) es el gran maestro de las emociones. Pintó «El Calvario» en torno a 1460, cuatro años antes de su muerte. Su destino, la Cartuja de Scheut, cerca de Bruselas. Fue vendido en 1555. Pudo comprarlo María de Hungría o su sobrino Felipe II. A su llegada a España, el Rey lo instala en la capilla del Palacio de Valsaín, cerca de Segovia, antes de su traslado al recién creado Monasterio de El Escorial, donde entra en 1574. Se instala en el altar mayor de la Sacristía. Y allí permanece hasta que Velázquez reorganiza, por orden del Monarca, la Sacristía en 1656: relega el Van der Weyden a la Librería del Coro y lo sustituye por obras de Rafael y Pietro Tacca. En el XIX pasa a las Salas Capitulares. «Ahora sacamos esta obra de su enclaustramiento secular para reivindicar su prestigio como una de las joyas del Patrimonio español y universal», advierte Miguel Zugaza, director del Prado.