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Las dudas de Merkel atascan a la UE en las pruebas de las centrales nucleares

Alemania insiste en que debe tenerse en cuenta la amenaza de atentados terroristas o accidentes de avionesLos ingenieros de la mayoría de operadoras dicen que no tienen medios para medirlo

Las dudas de Merkel atascan a la UE en las pruebas de las centrales nucleares AFP

ENRIQUE SERBETO

Después de dos días de intensas negociaciones en Praga, siempre anunciadas como a punto de concluir en acuerdo, el comisario europeo de Energía, el alemán Gunter Oettinger, ha tenido que reconocer que los parámetros para realizar los test de esfuerzo de las centrales nucleares europeas no estarán listos antes del mes que viene. Desde el 11 de marzo en que se produjo el maremoto que dañó gravemente la central de Fukushima, los europeos se han prometido someter las nucleares que hay en suelo europeo a pruebas que demuestren si algo así podría suceder en alguna de ellas. Dos meses y medio de negociaciones no han conseguido desbloquear un desacuerdo que lejos de desaparecer se hace más profundo. Los expertos creen que el cambio de opinión que el accidente de Japón causó en la canciller alemana Angela Merkel, que pasó de ser partidaria pragmática a militar en las filas de los que quieren prescindir de la energía nuclear, ha roto el equilibrio precario que existía en Europa entre unos y otros.

A falta de un acuerdo sobre los «test de estrés«, los países han empezado a actuar por su cuenta y han empezado las inspecciones por separado. De hecho, en Alemania ayer mismo solo funcionaban cuatro de las 17 centrales nucleares, porque el resto estaban siendo inspeccionadas o reparadas, mientras que el primer ministro francés, Francois Fillon, respondía lanzando un gran estudio para estudiar el «coste real» de la energía nuclear, incluyendo todos los factores, desde la investigación y la gestión de residuos, pero sin ignorar «los costes vinculados al desmantelamiento de las centrales».

Francia es el segundo productor mundial de energía nuclear, solo superado por Estados Unidos, y ha hecho de este sector la base simbólica de su soberanía desde el fin de la II Guerra Mundial. El jueves, su ministro de Energía, Eric Bresson, clamaba en las negociaciones de Praga por «una vuelta a la razón» en las negociaciones sobre los test de esfuerzo. «Estamos de acuerdo en que estos test se lleven a cabo en toda independencia» aunque eso suponga que cada país acabará haciendo lecturas diferentes de los resultados, «Pero no aceptaremos que cierto número de responsables, incluyendo al comisario europeo (Oettinger) vayan más allá de lo que decidieron los jefes de Estado y de Gobierno» cuando acordaron que se efectuasen las pruebas.

Hasta la semana pasada se había construido un catálogo de teorías que esbozaban un acuerdo aceptable para las empresas que operan las centrales. Sin embargo, los delegados de Alemania y de Austria (país que tiene prohibidas las nucleares en la Constitución) insistieron en que las instalaciones no solamente debían someterse a hipótesis extraordinarias en materia de desastres naturales, sino que exigían que se incluyese también riesgos como la posibilidad de un atentado terrorista o de un accidente en el que un avión se estrellase contra las instalaciones. Los operadores entienden que carecen de competencias y de conocimientos para evaluar el riesgo terrorista, pero Oettinger insiste en que es necesario tener en cuenta este riesgo.

Cerrar las defectuosas

En la UE hay 143 reactores nucleares en funcionamiento que deben ser analizados en estas pruebas. Hasta el más favorable pro nuclear como el presidente francés Nicolás Sarkozy ha aceptado el principio de que cualquier instalación que no supere las pruebas deberá ser cerrada inmediatamente. El acuerdo no es difícil de alcanzar en términos diplomáticos porque los negociadores han preparado una frase en la que además de los terremotos, maremotos o inundaciones, etc, se acuerda considerar «las consecuencias de todo tipo de accidente, sea de origen humano o natural». Pero el problema vendrá después cuando esos términos deban ser traducidos a pruebas concretas. A nadie se le escapa que a Alemania le conviene que las pruebas sean lo más duras y rigurosas posible, que sean incluso imposibles de superar para muchas instalaciones, porque eso allana el trabajo político de la canciller Merkel. Sin embargo, para Francia se trata de un asunto de Estado: «Si por motivos políticos que no tienen nada que ver con la seguridad nuclear no podemos llegar a un acuerdo, cada uno deberá asumir su responsabilidad ante los ciudadanos», ha dicho el ministro francés.

En términos de política europea, cuando 25 de 27 países están de acuerdo, tarde o temprano se logra un compromiso. Pero en un asunto como éste en el que las posiciones son por su naturaleza irreconciliables y excluyentes, no parece que eso sea tan sencillo. Y, menos aún teniendo en cuenta que uno de esos países es Alemania y el comisario del ramo es alemán. Que se haya perdido la ocasión de llegar a un acuerdo en el foro de la energía de Praga deja pocas oportunidades para cumplir el mandato que el Consejo Europeo aprobó el 24 de marzo. Ese acuerdo preveía que las pruebas empezasen el 1 de junio y que antes de la cumbre de diciembre estarían listos los resultados.

Mientras, casi todos los países han empezado a hacer las pruebas por su cuenta con sus propios parámetros. Muchos han empezado a pensar incluso si fue buena idea programar para diciembre la publicación de los resultados, teniendo en cuenta que en algún caso podrían tener que elegir entre dejar a parte de la población sin energía en pleno invierno, o asumir el funcionamiento de una central que según los nuevos criterios debería ser considerada como potencialmente peligrosa.

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