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GIRO DE ITALIA

Cavendish huye de los Alpes

El británico gana el último sprint de un Giro que el viernes se mete en la montaña con Contador al frente

Cavendish huye de los Alpes AFP

J. Gómez Peña

"La etapa del Grossglockner es el aperitivo del infierno", avisa Contador, líder abrumador de este Giro. La sombra de los Alpes planea sobre el pelotón como un buitre. Quiere carroña, dorsales abatidos. El sábado, al inicio del Zoncolán, los que puedan levantar la vista leerán un cartel: "Aquí empieza el infierno". De eso hablaba Contador. " Pero la etapa más dificil es la del domingo, la de Gardeccia, la más larga, la que más puertos tiene, la más bestial" . Recuenta las dificultades y sonríe. "Seguro que me atacarán...". Hace una pausa, alarga la sonrisa y continúa: "Eso espero". Busca pelea. Igor Antón busca su día. Uno. El que sea. Y duda. No termina de creerse lo bueno que es. Primero se lanza: "Hay que ser valiente". Después se frena: "Pero también, inteligente, sin arriesgar demasiado". Ellos dos, Nibali, Scarponi, Kreuziger, Menchov y Arroyo inician hoy el otro Giro, el que subirá a cámara lenta.

El otro, el veloz, acabó. Y Cavendish fue el que más rápido huyó de la montaña. Aceleró como ninguno en la recta final de Ravena, cogió el premio por su segundo triunfo y se marchó a casa. Ya no pinta nada aquí: todo lo que queda es montaña. Desde este viernes, con la subida austriaca al Grossglockner, la cima posada sobre el mayor glaciar de los Alpes. El sábado, sin mirar los precipicios del Crostis, el Giro acabará en el Zoncolán. "Es el puerto que más me gusta", coinciden Contador e Igor Antón. Y el domingo, sin pausa, aguarda la etapa de la desmesura, de los 229 kilómetros, los cinco puertos y los seis mil metros de desnivel acumulado camino de Gardeccia. Lo nunca visto. Y dice el pronóstico, además, que a partir de mañana el Giro regresará al invierno. No se les pueden dar más motivos a Cavendish o a Petacchi para largarse. A toda velocidad.

El Giro pierde en esta próxima etapa ritmo. Y se consumió el llano. Era el último día con prisa. Eso tenían Miguel Mínguez (Euskaltel-Euskadi), Ricci Bitti, Clement y Golas. Salieron como obligados a atacar y se fueron en el kilómetro cinco. Mínguez es un futuro escalador. Por ahora, es sólo un entusiasta, un debutante de ojos con grabadora. Apunta y aprende. Mínguez era un niño cuando Pantani se hacía mito. E l jueves pasó por la ciudad del "pirata", por Cesenático. Y también por Rímini, junto a la fachada de "La Rose", el hotel de la habitación D5 donde apareció muerto el 14 de febrero de 2004 el escalador italiano. Un dúplex con muebles de formica, un pequeño balcón sobre el Adriático y el arsenal de fármacos y drogas que escoltaban su cadáver.

El Giro le recordó al pasar. Sin citarle. La escena de Rímini fue la peor. A olvidar. Allí Pantani ya era otro: gordo, solo, con la mirada extraviada. Perdido en febrero en un hotel de verano. Venía de una clínica de desintoxicación; de un viaje a ninguna parte que acabó en Cuba, en una montaña de cocaína y en un desagüe por el que se iba la fortuna ganada pedaleando. Dicen que la última noche pidió una tortilla, que tenía la calefacción a tope y la televisión encendida. Que puso los muebles taponando la puerta y que se inyectó el último viaje. KO. Olor a cerrado. Tumbado en el suelo de esa habitación que costaba 55 euros por noche y junto a la que ayer desfilaron Mínguez y sus compañeros. No llegaron mucho más allá. Cavendish tenía prisa.

A 14 kilómetros de Ravena, Mínguez y su grupo pasaron a la historia. Como Pantani al archivo de las leyendas. Delante, ya sólo había espacio para el sprint. Y fue revirado. Ravena es una ciudad monumental pero compacta . A 1,5 kilómetros, el italiano Ermeti, situado en la segunda plaza del alargado pelotón , se comió una curva zurda. Hunter y Modolo se fueron al suelo. Bicis anudadas. Los demás esquivaron el golpe, el último puñetazo al sprint. Contador y el resto frenaron, respiraron y se dejaron ir. Alivio. La meta era ya cosa de una docena de dorsales. Renshaw, el lanzador de Cavendish, se quedó corto. Obligó al británico a mirar atrás. A ver que Petacchi había tomado prestado su rebufo. El italiano lo intentó. Y esta vez no. Cavendish tenía más prisa por irse del Giro.

En esta ocasión, se descorre el telón de los Alpes. Llegarán las respuestas. ¿Tiene equipo Contador para controlar los 14 puertos que se escalarán estos tres días? Dani Navarro, uno de los suyos, anda con diarrea. Ni eso preocupa al líder. "En el Grossglockner se pueden hacer diferencias", pronostica. Nibali, que tiene enfermo a su fiel Szmyd, dice que "empieza la guerra", que se siente "más fuerte mentalmente". Scarponi admite que en el Etna recibió "una bofetada" a manos de Contador y que será "difícil destruirle ", pero que atacará. Y David Arroyo, segundo el año pasado, resume el sentir de todos: "Atacarle a Contador son palabras mayores".

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