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suplemento empresa. entrevista con xavier sala i martí

«Ahora de lo que se trata es de que no se hunda Europa»

«Grecia tiene que parar la sangría, dejar de pedir prestado, reducir déficit, pero también mejorar las condiciones de su economía»

«Ahora de lo que se trata es de que no se hunda Europa» inés baucells

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Xavier Sala i Martí no es optimista. A pesar de mostrarse convencido de que los planes de rescate de los países de la zona Euro amenazados van a impedir su «default», este profesor de Economía de la Columbia University (EE.UU.) teme que la solución diseñada por las autoridades europeas no esté haciendo más que sentar las bases de una nueva crisis a medio plazo. Los rescates, viene a decir en su habitual lenguaje desenvuelto, no son más que un parcheo, el anticipo de lo que vendrá: «No creo que Irlanda, Grecia o Portugal acaben petando. Se salvarán, pero a costa de imprimir dinero, más inflación y de una crisis futura».

—¿Se puede hacer otra cosa?

—Ahora mismo, para que la cosa funcione, no. La alternativa es el «default», y eso Europa no se lo puede permitir. Si no arreglas el problema con los gobiernos de Grecia, Irlanda, Portugal y España, quien pringará será el sector bancario, y por tanto el conjunto de la economía europea. Aquí no se trata de rescatar a ningún país porque haya que salvar al euro, porque seamos solidarios o por toda esa palabrería que nos vende la canciller Merkel. No, de lo que se trata es de que no se hunda Europa.

—¿Cómo lo hacemos?

—Primero, Grecia tiene que parar la sangría, dejar de pedir prestado, reducir su déficit, pero por otro mejorar las condiciones de su economía. Aquí no hay posibilidad de un «default», como sucedió en México en los 80. La salida del euro tampoco aportaría nada. Quizás en un primer momento se podría hacer un «corralito», devaluar el dracma, automáticamente la deuda sería más pequeña, pero eso es lo mismo que no pagar. No es solución, volvemos a las mismas.

—¿No queda otra que reestructurar la deuda?

—Sí, pero no de cualquier forma. No puede darse una condonación o afeitado porque los bancos con deuda de este país ya están al límite. Por tanto, a lo único que podemos jugar es a cambiar las condiciones: tipo de interés y plazos. Si Grecia no encuentra cómo devolver el dinero, quien lo pasará mal serán los bancos alemanes. Unos y otros tendrán que aceptar nuevas condiciones.

—Se prepara ya la segunda parte del rescate de Grecia. ¿Cuál es el límite?¿Será suficiente?

—El problema no es tanto si será suficiente, sino cómo se materializa el rescate. El Banco Central Europeo (BCE) tiene la máquina de hacer euros, como los americanos tienen la de hacer dólares, y, como ellos, la han puesto a funcionar. Imprimir dinero para salvar la situación.

—Redirigimos el problema hacia otra parte.

—Sí, con la inyección de dinero, y la inflación que lleva asociada, creamos un impuesto sobre los activos nominales, lo que se llama impuesto inflacionario: suben los precios, baja el poder adquisitivo. Esta semana hemos conocido los últimos datos de inflación en España (3,8%), y eso es porque se está imprimiendo dinero. Aunque la gente no lo sepa, cuando la prima de riesgo española sube de una manera peligrosa y al poco baja como por arte de magia, no es porque de repente Rodríguez Zapatero haya logrado el milagro de recuperar la confianza de los mercados, en realidad es porque el BCE está comprando deuda española. En el mundo financiero es sabido.

—¿Qué problema tiene esto?

—Obviamente, el de la inflación, un nuevo impuesto: lo hacemos en Europa y lo hacen en los Estados Unidos. El problema es que nos están poniendo a los pies de la siguiente crisis. En 2000 para salir de la anterior bajaron los tipos de interés, lo que generó la burbuja inmobiliaria que nos ha conducido en parte a la situación actual. Ahora, si para salir del bache actual volvemos a inflaciones del 10%, la única manera de revertir eso será aplicar lo que hizo Paul Volcker (presidente la de la Reserva Federal americana entre 1979 y 1987) a principios de los años ochenta, que fijó una drástica reducción de los tipos de interés que contuvo la escalada de precios, pero como contrapartida generó una nueva crisis económica. Estamos creando una espiral inflacionaria que dentro de cinco años para bajarla será necesario provocar otra crisis.

—¿Cómo ve el caso español?

—Hasta hace un año, era una cosa digna de la astrología. El Gobierno nos hablaba de brotes verdes, de que habíamos tocado fondo, de que la culpa era de Martin Wolf del Financial Times porque escribía cosas malas de España. Mire, yo estuve en la cumbre de Davos de hace dos años, cuando Rodríguez Zapatero era presidente de turno de la UE. Ante un auditorio de gente inteligente, por algo son los más ricos del mundo, hizo una intervención penosa. Afortunadamente, el discurso ha cambiado. Emprendimos la reforma laboral, la financiera, la de las pensiones... las palabras suenan bien, la dirección es la correcta, pero acabamos cayendo en errores.

—¿Cuáles han sido los errores?

—La nacionalización de las cajas, por ejemplo. El problema del sector financiero español es que no sabemos lo grande que es su agujero. Sin saber qué parte es mala, sólo el crédito al sector de la construcción llega a 400.000 millones. Ante una solvencia muy baja, hacemos un decreto obligando a las entidades a recapitalizarse. Bien. Y como somos más papistas que el Papa, más basileístas que Basilea, no sólo subimos la ratio de «core capital» sino que la adelantamos en el tiempo. Si un banco lo hace mal, pagan sus propietarios, ellos pierden: capitalismo en esencia. Con las cajas no, ayudas estatales. El Gobierno habla de 20.000 millones: no se lo cree nadie. También en Irlanda tenía que ser menos.

—Pues para algunas entidades la alternativa es la quiebra.

—¿Y? Tenemos la manía, en parte inducidos por el poder bestial del sector financiero, de que una caja no puede petar. ¿Qué pasa si eso sucede? De acuerdo, se daría cierto pánico financiero, se secaría el crédito... ¡Nada distinto a lo que ya está pasando ahora!

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