SAN ISIDRO
Uceda Leal, primera oreja
Suelen decir los profesionales que, en las corridas de Juan Pedro, por malas que salgan, embisten uno o dos toros
Hace exactamente 50 años, el 13 de mayo de 1961, tomó la alternativa en Las Ventas un espigado salmantino, Santiago Martín Sánchez. Cortó la oreja al primero, «Guapito», de Alipio, y otra al segundo, un sobrero de Escudero Calvo. Salió a hombros, con Gregorio Sánchez y Diego Puerta: fue la primera de catorce veces.
El Viti ha quedado en la historia como diestro cabal y hombre serio, respetado por todos. Con sobriedad castellana, no quiere homenajes. Sigue amando al toro bravo por encima de todo. Se lo decía a Rosario Pérez, en ABC, el martes pasado: «No rendimos el suficiente tributo al toro, el protagonista único de una Fiesta que debe ser dura y no descafeinarse».
Pasar de ese dorado ayer a hoy, ¡es duro! Llevamos tres corridas: han aburrido los aborregados de Valdefresno y Vellosino; han sido difíciles, fieros, los de Escolar. Vuelven hoy a Madrid (por primera vez después del fallecimiento de su ganadero) los «toros artistas» de Juan Pedro. Tema para reflexionar: no se apuntan a ellos las figuras. Los tres primeros desesperan al público por su sosería absoluta. Son aplaudidos cuarto y quinto: Uceda lo aprovecha para cortar la primera oreja de la Feria. (Mañana sustituye al herido Leandro). Morenito apunta detalles; Juan Bautista, demasiado poco.
En el metro, a la entrada de la Plaza, los aficionados siguen discutiendo sobre los toros de ayer. (De otros, no vale la pena ni discutir). Me dicen varios que no se aburrieron, a pesar de las dificultades. ¡Pues claro! Pasamos miedo: también eso es propio de las corridas, que no son un ballet blanco. Muchos desearían haber visto más al primero, que pareció un gran toro.
Volvemos hoy al otro extremo: toros de Juan Pedro, justos de presentación, varios. La primera parte del festejo es desesperante: con tal sosería, la emoción es imposible. Remonta algo la cosa en la segunda.
Decíamos ayer... que Uceda tiene condiciones para figura y que debe mostrarlas más. Su primero mansea, se va a tablas, se queda corto, puntea. El diestro no se da coba, machetea y se tapa sólo con la estocada.
Suelen decir los profesionales que, en las corridas de Juan Pedro, por malas que salgan, embisten uno o dos toros. Hoy, Uceda Leal sabe aprovechar al cuarto, que sale dormido de varas, va y viene sin codicia. (Gran par de Antoñares). Brinda al público el que iba a ser su último toro de la Feria, que embiste como un carretón. Adelanta la muleta y conduce bien la embestida, en derechazos de mano baja; luego da, a un toro ya claudicante, naturales muy suaves y más derechazos a cámara lenta. Gran estocada y oreja.
También se despide de la Feria Juan Bautista y está voluntarioso, entra en quites, pero no consigue brillar. El primero, muy flojo, se cae al final de cada serie. Crece el enfado de la gente. Resume un vecino castizo: «Ná de ná». Y tiene razón. Además, mata mal.
No remonta en el quinto: mansea, primero, pero luego se mueve, va largo. Aprovecha el viaje el diestro. Falta ajuste, mando, limpieza... y tirarse de verdad a matar.
El tercero embiste cansino (como el apellido de Rita Hayworth), se da una vuelta de campana, se deja, cae. Morenito está aseado, compuesto: faena estética que dice poco.
El sexto, por excepción, protesta, saca genio. Morenito trastea aceptablemente, sin brillo, y no mata bien. No ha dejado mala impresión pero ... hay que apretar más el acelerador.
El momento de las ganaderías es preocupante. (También, el conformismo de muchos toreros). Estamos muchas veces en el filo de la navaja de la mansedumbre. Hay que elegir: o se elige la casta, y puede surgir la fiereza, o se busca un toro que «se deje», y caemos en la sosería, la falta de emoción. No es prejuicio exigente: salvo que el diestro tenga una calidad exquisita, el público se aburre con esos toros manejables, tan cómodos para los toreros. Recuerden al Viti: la Fiesta «debe ser dura». Quizá me hago la ilusión: en Madrid, por lo menos, la elección está clara.
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