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«John Paul II, we love you»

La «uanpablomanía» se desata en Roma. Miles de peregrinos toman la ciudad en un ambiente de fiesta

MARÍA CANDELA

Una marea de paraguas de colores invade la plaza de San Pedro, poniendo la nota festiva a un cielo encapotado. Es sábado por la mañana y llueve en la ciudad de Roma, pero esto no es impedimento para que cientos de personas se aproximen a la basílica vaticana, que en apenas unas horas se convertirá en el escenario de lo que muchos califican como un «acontecimiento histórico»: la beatificación de Juan Pablo II.

Protegidos por capas de plástico, gabardinas y chubasqueros, un ejército de peregrinos de las más variadas procedencias enarbola orgulloso banderas de los cinco continentes, aunque el rojiblanco de la enseña polaca gana por mayoría. Entre los numerosos grupos que han venido desde el país natal del Papa Wojtyla, está una representación de la armada de Polonia, muchos de ellos ataviados con el uniforme militar. Katarzyna y Grzegorz trabajan en el centro del país, entre Varsovia y Cracovia. Sus miradas se llenan de orgullo cuando definen a Juan Pablo II como alguien «importante para todos los polacos, una gran autoridad». Su legado fue la enseñanza de «cómo ser mejores», además de contribuir a la libertad de la Europa del Este.

Junto al enorme obelisco que preside la explanada, un grupo de chicos jóvenes, venidos de la parroquia de Saint Pierre des Chartreux en Toulouse (Francia), animan la escena con una improvisada coreografía, mientras cantan a pleno pulmón que Cristo ha resucitado. Muchos de ellos llevan camisetas donde declaran su estima por el nuevo beato con una frase que ha venido a ser el emblema de toda una generación de jóvenes católicos: «John Paul II, we love you». Luzia viene también con esta parroquia francesa. De su espalda cuelga un enorme macuto verde: «Queremos dormir aquí, en la plaza, en sacos. ¡Vivir esto no tiene precio!», asegura tras haber digerido un viaje de ocho horas en autobús, que hoy repetirá en sentido inverso nada más terminar la ceremonia. Luzia destaca cómo el Papa polaco mostró la imagen joven de la Iglesia y recuerda que la beatificación coincide con «la fiesta de la Divina Misericordia, una advocación que impulsó Juan Pablo II».

La familia Igea, con las dos abuelas a la cabeza, también ha madrugado para venir a Roma. «A las cinco de la mañana estábamos en Barajas», aseguran. Los mayores tienen reservado un hotel, pero a los miembros más jóvenes del clan familiar les toca pasar la noche a la intemperie, tras asistir a la vigilia de oración en el Circo Máximo, donde se unirán a otros jóvenes de la madrileña Congregación mariana de la Asunción.

La última generación

Muchos de los jóvenes que ayer se encontraban en la plaza de San Pedro forman parte de la última generación que conoció a Juan Pablo II. Muchos de ellos se han criado junto al referente de aquel hombre de gesto sonriente, cuya figura fue entumeciéndose con el peso de la enfermedad. Le han seguido a lo largo del globo: estuvieron en el campus de Tor Vergata en el Jubileo del 2000, gritaron «¡Eres joven!» en el aeródromo de Cuatro Vientos en Madrid, peregrinaron junto a él rosario en mano hacia el santuario de Lourdes, e incluso algunos, como las hermanas Silvia, Victoria y Débora Alonso, han viajado a Nueva York, París, Loreto e incluso Tierra Santa, para acompañar al nuevo beato.

El mensaje que Juan Pablo II les proponía «es exigente», como reconoce Luis Emilio Pascual, capellán de la Universidad Católica de Murcia, «pero lo aceptaban porque venía de alguien que les quería». Cuando pido a estos jóvenes que escojan una frase del Papa polaco, no dudan en elegir aquel grito con el que inició su Pontificado: «No tengáis miedo».

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