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NOCHE DE LIBROS Y FÚTBOL

El culé Vila-Matas firma libros y acierta con el 0-2

El escritor Enrique Vila-Matas reflexiona sobre literatura y fútbol mientras juegan Real Madrid y Barça

ALEJANDRO CARANTOÑA

Félix es el último de una larga cola que espera para que Enrique Vila-Matas estampe su florida firma en un libro. «¿Qué pasa, no ves el fútbol?», le pregunta. Vila-Matas levanta, casi preocupado, la vista del estilizado dibujo con el que acompaña la dedicatoria: «Pero ¿qué hora es?». Son las 20.40. Quedan cinco minutos para que empiece el Madrid-Barça de la Liga de Campeones. Y quedan veinte para que el grupo de boleros que ya se instala aquí, en la Librería Alberti, siga con las actividades programadas para la Noche de los Libros en Madrid. Es una noche de contrastes.

El escritor es socio del F.C. Barcelona desde el mismo momento en el que nació. Culé hasta la médula, solía ir al campo; ahora, el fútbol se ha convertido en una actividad individual. «Huyo de la ansiedad que me provocan los seguidores de mi equipo», dice. Pero lo verá y vivirá, ritualmente solo, como suele hacer. Es más, se atreve a vaticinar un 2-0 ante los lectores. «Perdón», corrige, «0-2. Para el Barça, claro».

La anécdota del tren

Vila-Matas dice que le han endosado «fama de tipo literario». Quizás merecida: minutos antes de encaminarse a la librería, en el hotel, mueve y remueve billetes de tren y justificantes junto a la librera de Alberti, Lola Larumbe. Ha tenido un problema que le ha dejado en tierra momentáneamente, solo en el andén, al salir de Barcelona. Tras arreglar su viaje, pasea con Lola hasta la librería y, allí, una vez sentado bajo la tenue luz y el aire caliente, empieza a contar de nuevo la anécdota del tren, ahora convertida casi en un relato improvisado. «Solo en un andén... Es casi el principio de una película».

Nada más entrar por la puerta de Alberti, varios admiradores, aduladores y lectores a secas ya le estaban esperando. Uno de ellos se acercó a él —eran todavía las siete—: «Perdone, no me puedo quedar... es que tengo que ir al Bernabéu. ¿Me firma?». Es Juan José, asturiano sportinguista -«y del Barça, por Villa»— que se

declara, al mismo tiempo, bibliófilo empedernido. «Los libros», cuenta, «me ocupan todo el tiempo, y no los cambio por nada. Pero hoy...».

Vila-Matas encuentra vínculos entre fútbol y literatura sin dificultad. En ambos casos «se habla mucho más de lo que ocurre fuera que de lo que ocurre dentro: el titular de la rueda de prensa de Guardiola lleva la palabra “puto” porque la palabra destaca, choca. En Sant Jordi, lo mismo: previsiones de lluvia, crisis... Hay mucho pesimismo en las informaciones previas, y mucho silencio después, cuando todo sale a pedir de boca». Sin embargo él, de la rueda de prensa de Guardiola («y así enlazo con la literatura») se queda con el recado del azulgrana a Mourinho, cuando le recordó los años que pasaron juntos en el Barça: «Es como cuando Pepín Bello se encontró a Dalí en el Palace, y Dalí se puso a hacer su espectáculo habitual. Y después de diez minutos, Pepín le dijo: “Salvador, ¡que soy yo, Pepín!”. Hay que bajar a los genios a la tierra. Esa fue la noticia».

Está cómodo, tras la anécdota del tren, respondiendo a cada pregunta y reflexionando sobre su propia literatura con más literatura, haciendo las delicias de un público con el que se siente «a gusto, hablando de cosas técnicas». Porque esa fama de tipo literario es, en el fondo, apariencia: se niega a contestar sobre lo que desayuna, es tímido al tender la mano por primera vez, y todo lo que es literatura y escritura (trabajo) es eso, trabajo.

Por eso cabe el fútbol sin problema. Por eso camina hacia el hotel, a pocas manzanas de la librería, cuando ya han pasado cinco minutos de partido, a ver al Barça. Atrás queda su participación en la Noche de los Libros, que sigue durante este impasse futbolístico que vacía Madrid. Él aprovecha el veraniego anochecer. ¿No tiene prisa? Enrique Vila-Matas esboza una sonrisa: «Lo hubiéramos oído». En Madrid los goles del Barça no se gritan por las ventanas, le digo. La sonrisa se torna maliciosa, y responde: «Se oyen, se oyen».

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