Sant Jordi, libros y rosas contra los elementos

Ni el tiempo ni la coincidencia con el Sábado Santo han conseguido deslucir el tradicional Día del Libro

EFE

D. MORÁN

23/04/2011
Actualizado 24/04/2011 a las 10:46h.

No es la de Sant Jordi, con su tozuda mezcla de libros y rosas, una jornada muy dada a los sobresaltos argumentales. Ya saben: el libro, la rosa y, de propina, la firma de algún escritor como ilustre notario del “yo estuve” allí. El ritual ... es el mismo cada año, y ni la fatídica coincidencia con el Sábado Santo ni la amenaza de lluvia que durante los últimos días se ha venido repitiendo en todos los partes meteorológicos han conseguido frenar el normal desarrollo de la fiesta.

Porque, a pesar de los elementos y de los temores de editores, libreros y vendedores de rosas, el centro de Barcelona ha vuelto a quedarse pequeño ante las riadas humanas que, desde primera hora de la mañana, curioseaban entre los puestos de libros y hacían cola en busca del preciado autógrafo.

Así, con la tradición blindada y no pocos turistas sumándose a la fiesta con cara de pasmo, Sant Jordi ha arrancado con el tradicional desayuno en el Hotel Regina. Escritores arremolinados en torno a cruasanes, una foto de la familia que autores como Marc Pastor, Joaquín Reyes y Juanjo Sáez han aprovechado para seguir trasegando canapés y editores jugando a las quinielas literarias en un año que, sin un gran best seller que echarse al bolsillo, el protagonismo y los lectores se los repartirán entre Albert Espinosa, Juan Marsé, Javier Marías, Eduardo Mendoza, Javier Sierra y Federico Moccia.

Dicho y hecho, a primera hora, Javier Marías y Juan Marsé se reparten lectores y elogios mientras el resto de compañeros de mesa, célebres comparsas eclipsados por «Los enamoramientos» de los primero y los veinte años que no hacía que firmaba en Sant Jordi el segundo, manejaan elocuentes silencios.

El Día del Libro, en efecto, es caprichoso, y tanto la aglomeraciones como la sobredosis de oferta hacen que no todos los lectores acaben encontrando a su autor. Y si lo encuentran, quizá se lleven la sorpresa de una cola transformada en multitud, como la que ha perseguido durante toda el día a Federico Moccia y a Albert Espinosa.