La editorial Almuzara acaba de publicar la novela «El Cerro de los cráneos», del escritor pacense y profesor de la Universidad de Córdoba, Desiderio Vaquerizo, en la que el autor traza «una historia sin artificios», de paisaje y trasfondo real. Un ovillo narrativo en el que confluyen todo tipo de personajes, pasados y presentes y un universo de fuentes documentales y literarias que van más allá de los códigos y las iconografías religiosas e históricas al uso buceando en una oscura trama de intriga religiosa en la Córdoba del siglo XVII.
Se trata de una narración en la que el autor reflexiona sobre los límites que existen entre la ortodoxia y la herejía, entre el misticismo y la blasfemia, entre la espiritualidad extrema y la aberración y sobre el papel de la Iglesia en la tergiversación de la religión y de la historia, tal y como detalla en una nota la editorial.
Oscura trama
La obra comienza cuando Eduardo Mendieta, antropólogo americano de origen cordobés, vuelve a su tierra después de 40 años, buscando sanar las heridas provocadas por un reciente drama personal. Apenas instalado, viaja a Hornachuelos. Allí se ubicaba La Misericordia, una finca donde pasó con su familia sus vacaciones de niño, muy cerca del viejo convento de Los Ángeles, fundado en 1489 por fray Juan de la Puebla y cabeza durante cuatro siglos de la provincia franciscana del mismo nombre.
Como si nunca se hubiera marchado, el protagonista de la novela retomará su fascinación por aquel cenobio en el que habitaron anacoretas, ermitaños y penitentes durante siglos y que sirvió de marco al Duque de Rivas para escribir su obra «Don Álvaro y la fuerza del sino».
Al derrumbarse un muro del convento, aparecen entre sus escombros una veintena de cráneos dispuestos en forma de cruz que le pondrán sobre la pista de una oscura trama de intriga religiosa, ritos naturalistas y asesinatos en serie ocurridos a finales del siglo XVII.
Con una prosa «cuidada y erudita» y una «minuciosa» labor de investigación, Vaquerizo traslada al lector a «un tiempo en el que el espíritu de la Contrarreforma, de la Inquisición y del oscurantismo lo impregnaba todo».
