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ATLETISMO

A ciegas tras la liebre

Alessandra Aguilar, que corre sin reloj confiando en el ritmo que le marcan, se queda a 9 segundos del récord de España de maratón

A ciegas tras la liebre Wim Barzilay

DAVID ÁLVAREZ

El domingo pasado, cuando a las siete le sonó el despertador en Rotterdam, Alessandra Aguilar, 32 años, no sabía que esa mañana iba a intentar batir el récord de España de maratón . Tampoco cuatro horas después, cuando echó a correr. Ni durante más de la mitad de la carrera. «Yo no quería arriesgar —dice Aguilar—; es una prueba larga y quería salir con tranquilidad». Pero Marc Roig , 27 años, su liebre principal contratada para el día, tenía otra idea.

Durante los meses previos, los entrenamientos sí apuntaban a romper la marca de 2h.26:51 lograda por Ana Isabel Alonso en 1995 en San Sebastián . Sin embargo, a principios de marzo, después de ganar el campeonato de España de clubes de cross en Punta Umbría, enfermó. Días de cama y antibióticos. Objetivo recalculado un minuto a la baja, aunque todavía suficiente para clasificarse para los mundiales de este verano en Daegu, Corea del Sur.

Así había quedado el plan. Hasta los últimos días. Entonces, su entrenador, Antonio Serrano, el primer español que, en 1994, bajó de dos horas diez minutos en el maratón, entrevió un brillo: «Había hecho buenos entrenamientos la última semana». Así que, la tarde antes de la carrera, en el hotel, pactó con Roig intentar ir un poco más rápido de lo que ella esperaba . Sin decirle nada.

No es complicado engañarla: «Ella nunca lleva reloj —cuenta Roig—. Va absolutamente a ciegas». Sin controlar el tiempo, pese a que en Rotterdam, donde salió a perseguir una marca, el tiempo era lo único importante. Sin cronómetro, Aguilar solo corre: «Mi único objetivo es seguir a las liebres» . Cuando empezó la prueba, también quedó a ciegas Serrano. En otros circuitos, como en Hamburgo, puede acompañarla en un cochecito. En Rotterdam, mientras Aguilar corría sin saberlo tras el récord de España, su entrenador se movía por el subsuelo de la ciudad con un billete de metro.

Emergió en el kilómetro 11 y los vio acercarse, entonces aún acompañados de otras dos liebres, el holandés Michiel Ottien, que llegó luego hasta el kilómetro 20, y José Manuel Abascal, hasta el 26.

—¡El 10! ¡El 10! —les gritó.

—34:50 —le informó Roig a la carrera: corrían a una media de 3.29 el kilómetro, solo un segundo más que el ritmo de récord.

—Perfecto. ¡Venga, Aless!

Se alejaron, Serrano volvió a cegarse enterrado en los túneles del suburbano, y quedaron solo los ojos y las cuentas de Roig: «Me voy girando continuamente —dice—. La escucho respirar. Si se descuelga, veo que es el límite y aflojo. Voy recalculando los tiempos ». Ella no protesta: «Marc sabe cuándo voy bien —dice Aguilar—, cúando voy mal. Sabe que si no puedo, me quedo».

Avanzaron hasta la mitad del recorrido. Serrano, reaparecido del subsuelo, comprobó que habían aflojado un poco: 1h.13.45 en la media maratón, unos 20 segundos por encima del tiempo de récord. Y desapareció.

Ya sin Ottien, el grupo atravesaba zona ventosa. Del kilómetro 20 al 25 sopla fuerte en Rotterdam. Roig y Abascal se juntaron formando un muro para que Aguilar se parapetara detrás. Y aflojaron un poco el ritmo: « Perdimos 14 segundos —dice Roig—, pero no nos preocupaba. Si hubiéramos querido recortarlos, lo habríamos pagado luego».

Aun así, Aguilar sufrió en los siguientes cinco kilómetros: «Lo pasé mal por el muro psicológico. Llega el cansancio, es la parte más fea, te alejas de la ciudad, quedan 12 kilómetros». Pero Roig veía que volaban recortando el tiempo perdido, y en el 36 le contó que, si apretaban un poco, iba a rondar el récord de España .

Sin embargo, tendría que hacerlo sola. En el 38, la liebre, exprimida, pidió permiso para detenerse: «Aless, lo siento». «De sentirlo, nada. Párate», le dijo Aguilar, que continuó acelerando , con los últimos restos de energía, deshidratada, ya sin glucógeno que consumir. En el 40 lo veía ya casi inalcanzable, pero no aflojó.

Se quedó a nueve segundos, con 2h27.00, dos minutos menos que su mejor marca anterior. «Muy contenta», dice.

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