La colección Daskalopoulos deslumbra en el Guggenheim
Por primera vez se reúne lo mejor de este conjunto en 4.000 metros cuadrados
Como bien diría Tom Hanks en su estupendo personaje de Forrest Gump, la vida -y el Museo Guggenheim Bilbao- es como una caja de bombones. Uno entra en el edificio de Frank Gehry y nunca sabe lo que le va a tocar… Si de la mano de «Caos y clasicismo» el espectador se alejaba de la anarquía y la destrucción de la I Guerra Mundial y se reencontraba con el orden perdido y añorado, los responsables del museo han dado un giro de 180 grados a su escaparate expositivo de primavera incorporando la muestra «El intervalo luminoso», colección difícilmente catalogable que responde a un único patrón: el personalísimo gusto artístico de Dimitris Daskalopoulos.
Este mecenas griego, seleccionado por la revista «Art Review» como una de las 100 personalidades más influyentes del mundo del arte, atesora una de las colecciones más destacadas y al mismo tiempo desconocidas. Arriesgada y transgresora en su conjunto, sesenta de sus obras, la mayoría instalaciones de gran formato, han viajado hasta Bilbao.
La muestra está repartida en dos plantas y 4.000 metros cuadrados, en los que explora la importancia del cuerpo humano y la tenacidad de su espíritu, que lucha entre la luz y las tinieblas, entre la esperanza y la desesperación. Como las galerías del museo, la vida -decía el filósofo griego Nikos Kazantzakis (1883-1957)- es un solamente «intervalo luminoso», donde el individuo ha de tener la plena consciencia de la inevitabilidad de la muerte.
El guión de la colección Daskalopoulos -patrono de la Fundación Guggenheim- lo escriben la generación de los Damien Hirst, Marina Abramovich, Steve McQueen, Sarah Lucas y Chris Ofili. Destaca la caverna de Thomas Hirschorn, quien construye a base de cinta adhesiva y cartón una cueva gigante, o la instalación en forma de corazón de Annette Messager en la que una cascada de hilos cuelgan en el vacío sujetando toda clase de objetos. Pero la pieza más irónica es, sin dudarlo, la irreverente «Cabeza de Tomate», de Paul McCarthy, ingeniosa (y desmontable) representación del cuerpo humano. La exposición, comisionada por Nancy Spector y Katherine Brinson, está abierta al público hasta el próximo 11 de septiembre.
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