El (sexto) Stone que pudo reinar
Fue apartado de los Rolling Stones por no encajar con la imagen del grupo. La versión oficial es que en las fotos solo había espacio para cinco componentes. Ahora le rinden tributo póstumo con el disco «Boggie 4 Stu»
DAVID MORÁN
Un fular en vez de una corbata y un corte de pelo algo menos clásico, uno que por lo menos hubiese disimulado esa inmaculada raya al lado que parecía conectar directamente con la década de los cincuenta, hubiese bastado para maquillar ligeramente la historia o ... quién sabe si cambiarla por completo. Pero no. En la fotos solo había espacio para cinco. Ni uno más. O esa, por lo menos, es la versión oficial, la que explica cómo The Rolling Stones pasaron de ser seis a transformarse en el quinteto original por todos conocido.
Una historia que puede recordar vagamente a la The Beatles —del bajista Stuart Sutcliffe al representante Brian Epstein pasando por el batería Pete Best, la plaza de «quinto beatle» anda la mar de cotizada— pero con una notable diferencia: como decíamos, los Stones empezaron siendo seis y como tal operaron durante aproximadamente un año. De hecho, seis fueron los que debutaron en el Marquee Club de Londres el 12 de julio de 1962.
Y el sexto en discordia, el que nos ocupa, no era otro que Ian Stewart. El sexto Rolling Stone. O, mejor dicho, el mal llamado sexto Rolling Stone ya que, en este caso, el orden de los factores sí que altera el producto. «Puedes llamarme lo que quieras, pero la realidad es que yo no fui el sexto Stone, fui el segundo», explicaba Stewart en una entrevista a principios de los ochenta. El propio Keith Richards secunda la moción en sus jugosas memorias. «Todavía trabajo para él. Entiendo que The Rolling Stones le pertenecen: sin su conocimiento y su capacidad organizativa, sin el paso que dio arriesgándose a tocar con un puñado de mocosos, no habríamos llegado a ninguna parte», explica el guitarrista.
El primero en llegar
Y es que Ian Stewart, Stu, un teclista escocés de dedos mágicos y aspecto rudo, fue uno de los primeros en reparar en un anuncio en el «Jazz News» del 2 de mayo de 1962 en el que se invitaba a músicos a unirse a una banda de rythm and blues. Al otro lado del anuncio estaba Brian Jones, quien decidió reclutar a Stewart para formar una banda. Más tarde llegarían Mick Jagger, Keith Richards, Dick Taylor y Tony Chapman (estos últimos reemplazados al poco por Charlie Watts y Bill Wyman) y el resto, nunca mejor dicho, es historia.
Una historia de la que Stewart, curtido en la velocidad del boogie-woogie y con un empleo en Imperial Chemical Industries que sirvió para financiar el local de ensayo de la banda, fue desplazado por el manáger Andrew Loog Oldham. La razón oficial, según recuerda Richards, fue de orden económico. «El contrato con Decca hizo que Stu tuviera que bajarse en marcha: seis tíos son muchos tíos y el que sobra es, evidentemente, el pianista», escribe. La realidad, sin embargo, apunta que el escocés fue relegado a un segundo plano por no encajar en esa imagen de rebelión adolescente que perseguía la banda. «Era obvio que Ian Stewart no pegaba en el grupo. Además, no quería ser cantante de pop», recordaba Mick Jagger en el libro «According To The Rolling Stones».
Aún así, ese sacarle a empellones de las fotos y del escenario no evitaron que Stewart siguiese trabajando para la banda como músico de estudio y ayudante de las giras hasta su muerte en 1985. Eso sí: más allá de ejercer de conciencia musical de la banda, jamás dio síntomas de interesarse por el desaforado estilo de vida de los británicos. «Stu era mentalmente mucho más maduro que nosotros. Siempre llevaba un polo Lacoste, tejanos y sus palos de golf al hombro. No hubo gira en que no se olvidara delos palos de golf. No cambió en todos los años en que le conocí. No hizo ningún esfuerzo por integrarse en la movida de los setenta; tampoco yo, pero al menos tenía que vestirme según el gusto del momento y parecer estúpido», recuerda el batería Charlie Watts.
Watts es, de hecho, uno de los encargados de promocionar estos días «Boggie 4 Stu», álbum de inminente aparición en el que el joven pianista Ben Waters rinde a homenaje a Stewart y en el que por primera vez en dos décadas se puede oír a Jagger, Richards, Watts y Wyman tocando juntos. Incluso la canción escogida, el «Watching The River Flow» de Bob Dylan, es un guiño a su desaparecido amigo. «A Stu no le gustaba ninguna de las canciones de Bob Dylan —explica Watts—. De hecho, solo le gustaba “Watching The River Flow”, y no porque fuese de Dylan, sino porque Leo Rusell tocaba el piano».
Por DAVID MORÁN
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