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El zoco de los souvenirs revolucionarios en Bengasi

El corazón de las protestas en la Libia opositora acoge un mercadillo con recuerdos de la revolución que echó a andar el 17 de febrero

El zoco de los souvenirs revolucionarios en Bengasi LUIS DE VEGA

LUIS DE VEGA

La antigua plaza de los juzgados de Bengasi , rebautizada como plaza de los Mártires, es desde hace mes y medio centro de las revueltas que han degenerado en la guerra civil de Libia. Aquí se manifiestan los ciudadanos, aquí rezan, aquí lloran a los caídos, aquí pasean, cantan y bailan disfrutando nuevos aires de libertad y, desde hace algunos días, aquí adquieren también recuerdos de la revolución que echó a andar el 17 de febrero .

El boom de la mercadotecnia ha llegado tras aquellos primeros días de símbolos contra Muamar Gadafi protagonizados por banderas tricolores cosidas a mano de forma tosca para enterrar a la verde oficial. Decenas de puestecillos, casi todos regentados por niños , son el centro de atención de los cientos de familias que deambulan por los alrededores.

El paseante puede adquirir una gorra, una bufanda, un banderín o un cartel con una caricatura de Gadafi como el que compra una Nancy vestida de faralaes o un toro en posición de embestir en los alrededores de la Maestranza de Sevilla.

Así cotizan: gorros a 7 dinares (3,5 euros), CD con imágenes de la revolucion a un dinar (0,5 euros), llaveros a 2 dinares (1 euro), pins entre 2 y 4 dinares (entre 1 y 2 euros), muñequeras a un dinar (0,5 euros), bolsas de tela 10 dinares (5 euros), pegatinas a 0,5 dinares (0,25 euros). Ninguno de estos productos presenta lugar de fabricación, ni siquiera el socorrido Made in China.

Ambiente festivo en Bengasi

Las tropas de Gadafi, espantadas por los bombardeos aliados, se hallan ya lo suficientemente lejos de Bengasi, segundad ciudad libia, como para que el pueblo haya retomado de nuevo el ambiente festivo. La plaza de los Mártires es una especie de pasarela primavera-verano donde los jóvenes lucen en medio de los quiosquillos de recuerdos sus boinas al estilo Che Guevara, banderas en forma de capa que los convierte en superhéroes de la revolución o niños con kalashnikovs de plástico.

La moda es llevar bien visible en el pecho o en el coche el rostro de Omar El Mojtar , el mítico guerrillero libio ahorcado en 1930 por los colonizadores italianos. El abuelete de poblada barba blanca cuelga del espejo retrovisor interior del vehículo de Amar. Para este treintañero de Bengasi, el guerrillero fue quien impidió en la línea del frente que los dos balazos que sacudieron en el cristal delantero del coche causaran víctimas.

En el centro de la plaza un pequeño cercado se ha convertido en improvisado museo de recuerdos traídos del campo de batalla: botas de milicianos caídos, cascos, proyectiles achicharrados o una muñeca medio amortajada en recuerdo de los niños muertos . Decenas de hombres intercambian opiniones asomados a la valla que rodea el lugar, auténtigo ágora de una revolución todavía de final incierto.

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