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Baile sobre la lluvia

Jorge Lorenzo brilla en una carrera accidentada, en la que Pedrosa aguantó con una mano. «Me siento orgulloso de vosotros», les dijo el Rey

TOMÁS GONZÁLEZ-MARTÍN

Majestad, usted tiene que venir a Jerez siempre. Pase lo que pase. Con el Rey al frente, nuestros pilotos rinden al ciento veinte por cien. Más de lo que pueden. Lo que necesita España. Dan el do de pecho con fuerzas que surgen de no se sabe dónde. Mire Pedrosa, que corre manco, como el Cid, con un brazo dormido, y es capaz de ser segundo y de apretar al ganador. Mire Lorenzo, que compite con una moto inferior y alcanza el éxito gracias al carácter espartano que le define. El año pasado, delante de Don Juan Carlos, triunfaron Jorge, Toni Elías y Pol Espargaró. Ahora, el motociclismo español ha vuelto a ofrecer un espectáculo insuperable en la catedral universal de este deporte. Otros dos triunfos. Primero, el de Terol en 125. Luego, el del hombre que lleva el número uno en la categoría reina. Ciento veintitrés mil setecientos cincuenta espectadores disfrutaron de la exhibición de sabiduría que Lorenzo y Dani protagonizaron en el circuito de sus sueños. Dos de esas 123.750 personas presentes eran Don Juan Carlos y la Infana Elena, buenos deportistas y excelentes seguidores del motociclismo. Los dos campeones les brindaron una carrera para la historia.

La victoria del mallorquín era el justo premio a su espíritu invencible. «Giorgio» afirma desde el principio de la temporada que la Honda es superior a la Yamaha. Él se encarga de desdecirse en la pista. Su calidad innata, su lucha sin cuartel y esa serenidad adquirida en tres años de convivencia con Rossi son virtudes que catapultan a un profesional hacia el título. Mantuvo una regularidad admirable. Y se cobró una cuenta impagada durante ese trienio. Valentino, su enemigo eterno, ese que dice que el mallorquín es «antipáico», le ayudó a conseguir el triunfo ante ciento veinte mil compatriotas.

La pista mojada suscitó una carrera loca. Simoncelli, Stoner y el número 46 habían adelantado a Jorge, que guardaba riesgos para la segunda parte de la prueba. Sin tener que poner la Ducati a toda presión, navegando sobre el agua, «Vale» intentó la proeza. Se pasó de revoluciones. Superó a Stoner en una curva y se cayó inmediatamente. En su cara. Provoco el accidente del australiano. Y su retirada. El favorito no pudo volver a poner la Honda en funcionamiento. Así quitó de encima al peor contrincante para Lorenzo. Casey se quejó del favoritismo de los comisarios, que ayudaron al italiano y a él no le hicieron ni caso.

Dos pilotos de sangre

El italiano sí pudo continuar. Partió desde la decimoquinta plaza. Acabó quinto. Era una buena reacción, a pesar de la preocupación que rondaba su cabeza por el accidente provocado. Pero la remontada suprema la realizó un españolito que corre con una mano y hoy se opera de la otra para poder pelear con dos en Portugal dentro de un mes. Dormido su brazo por culpa de una lesión de hombro, Pedrosa perdió posiciones inicialmente, hasta ser noveno. Entonces se transformó mentalmente. No podía seguir así. Comenzó una batalla épica contra el dolor. Primero adelantó a Edwards. Luego a Spies. En tercer lugar, a Hayden. Sin fuerza en una mano. Las caídas de Rossi, Stoner y Simoncelli le colocaron en el segundo puesto, a tres segundos de su compatriota. Se lanzó a la heroica.

Apretó los dientes, porque los dedos de la mano izquierda no podía apretarlos, y atacó al campeón vigente. Su enemigo de siempre. Consiguió poner en problemas a Jorge. Se acercó a 0,8 segundos. No pudo más. El balear sacó esa maestría que guarda para las últimas diez vueltas y volvió a despegarse. Hacia el triunfo. Hacia el palco. Hacia el himno. Hacia la felicitación del Rey. Cuando Jorge pone la sexta marcha no hay quien le siga.

Dani aseguró el segundo cajón. Una gesta. Lesionado, ha sumado dos podios en dos grandes premios. Don Juan Carlos también le felicitó como si hubiera ganado: «Me siento orgulloso de vosotros», les dijo el Rey. En verdad, hubo dos triunfadores. Hayden, tercero, lo tenía claro. Él se encontró con una bandera en el palco. Los otros dos se la habían ganado a pulso. Aunque el de Pedrosa sea difícil encontrarlo. Cuestión de sangre.

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