Con este cinematográfico título quiero referirme a los políticos en época electoral. Anómalos comportamientos e inusitadas propuestas fruto de un estado próximo al delirium trémensen el que recaen cada vez que se abre una urna. De repente, surge un amor insospechado por sus conciudadanos, un afecto por ellos rayano en lo sublime y el sacrificio extremo. Clausuradas las urnas, tan desbordados amores morirán en la nada.
Por lo que a las propuestas se refiere, es suficiente citar las dos que, en su presentación en sociedad y ante el arrobo de su líder, ha formulado el tercero de la lista de aquel Candidato del que me ocupé hace días. La primera: «Introducir la animación en el Espectáculo de Luz y Sonido de nuestra Catedral», al no ser explicada por el hasta ahora brillante capillita y bancario, se presenta un tanto esotérica. Y así podrá pensarse que se refería a los dibujos animados, a la proyección de imágenes salaces para así aligerar de intolerancia a nuestras creencias religiosas o, quizás, a la venta de golosinas y productos de la tierra durante el espectáculo y mediante el correspondiente voceo. La segunda: «La creación de una escuela pública de costaleros» que incentivará el turismo. Esto sólo puede ser el fruto de una mente privilegiada. Segura está ya su concejalía y, además, cuarto y mitad de aquella a la que aspira la señora hermana del Candidato. Sevilla está en estado de shock.
Además del pleno empleo que se conseguirá, dada la enorme demanda de costaleros que existe en todo el mundo, si nos centramos en el turismo, afán principal de nuestro prócer, será fácil ver aterrizar o aviones sin número en el Aeropuerto Internacional de Córdoba así como atracar, procedentes de Sanlucar, lujosos cruceros —la navegabilidad del río tampoco ha de ser mayor problema— repletos de turistas de alto standing, ilusionados por adquirir las ancestrales técnicas costaleras. Ni siquiera descarto que, fruto de la Alianza de Civilizaciones, creación suprema del Hans Sachs de la Moncloa, y a la llamada de Moratinos, nos lleguen riadas de ciudadanos del Islam prestos a cambiar turbante y velo por el rodete costaleril.
Tres sugerencias sólo para el candidato del Candidato. Que durante todo el año suene en Córdoba la música de Font de Anta; que nuestras estupendas diseñadoras lancen sus creaciones del atuendo costalero y, en fin, que una vez consolidadas las enseñanzas del costaleo desaparezca la Escuela Pública, y los cursos, para una mayor eficacia y rigor, sean subvencionados por la Junta e impartidos por esas empresas privadas de titularidad de las esposas, familiares o amigos de los desprendidos políticos. En cuanto al personaje operístico, no puede ser otro que el Dulcamara, de L'elisir D'amore, de Donizetti. Aquel falso médico y charlatán, que engordaba su bolsillo vendiendo, como amoroso elixir, lo que no era sino agua adulterada.