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EL GARABATO DEL TORREÓN

Políticos de escenario

El palco de la fiesta es la única construcción irrenunciable en las partidas municipales

JUAN SOTO

Desde que los últimos vestigios de la digna arquitectura rural fueron arrasados por los partidarios del bloque de hormigón y la cubierta de uralita, el palco de la fiesta se ha convertido en el elemento más representativo del patrimonio material de la Galicia agraria. El palco de la fiesta es la única construcción irrenunciable en las partidas asignadas en los presupuestos municipales a la dotación de servicios en pueblos y aldeas. Antes, ese capítulo solían acapararlo el lavadero y el campo de fútbol, pero ahora, con agua corriente en todas las casas y un polideportivo cada cinco kilómetros, el principio de mens sana in corpore sano está sobradamente garantizado por los poderes públicos. De modo que vivimos la edad del oro del palco.

Entre las distintas especies zoológicas, el político es el animal que mejor conoce la rentabilidad multifuncional de estos palenques, levantados habitualmente en terrenos de propiedad comunal pero a veces de titularidad diocesana, cierta o presunta: ahí está el contencioso entre los vecinos de la parroquia coruñesa de Santiso y la Santa Madre Iglesia. El aforo del palco, calibrado con gran precisión por los representantes de orquestas, queda reservado a personas de alta consideración social, sean indígenas o foráneas, además, claro está, de a las jerarquías civiles, militares y eclesiásticas. De modo que todo político que, con razón o sin ella, de grado o por fuerza, no sea admitido al palco en jornada de fiesta mayor puede dar por amortizada su vida pública y pasa a engrosar la ruin montonera de la plebe municipal y espesa.

En la reciente Feira do Viño de Chantada, convocatoria de grueso calibre cultural y alto voltaje ideológico, quedaron expuestas con dramático realismo las dificultades a las que se enfrenta el PP en su empeño por recuperar el gobierno de la Diputación de Lugo. Lo tiene crudo, ciertamente. Con innecesario sadismo, algunos periódicos se hicieron eco de la noticia: a los representantes del PP no se les permitió comparecer en escena y, en consecuencia, no pudieron ser fotografiados al lado del pregonero y sus acompañantes. La casualidad de que la mayoría gobernante en Chantada la constituya una coalición entre socialistas y nacionalistas puede explicar algunas cosas acerca del veto, pero, en todo caso, quizá resulte un poco ridículo el solemne cabreo con que los vetados respondieron al impedimento. «Es inaudito y muy grave», manifestó el presidente provincial del PP, severamente indignado. ¿De verdad es «inaudito y muy grave» el hecho de que media docena de representantes del PP en campaña electoral no hayan podido lucir terno y facha en el palco de la Feira do Viño de Chantada? ¿No sería menos ridículo que, en prueba inaudita de discreción y sensatez, sustituyesen la pataleta infantil por el silencio y el sentido del humor? ¿No es exigible que las ideas primen sobre el decorado? ¿No habíamos quedado en anteponer lo categórico a lo anecdótico? Así les va.

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