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entre brumas

De pueblos y dignidades

Sería cosa de preguntarle a tanto fervoroso patriota por qué les parece tan mal la autodeterminación del País Vasco y tan bien la pervivencia de aforamientos

juan granados

LA penúltima boutade de la autodenominada «Conferencia Episcopal Tarraconense», o sea la jerarquía católica catalana, enfatizando nuevamente su fervor nacionalista a la sombra del poder de Artur Mas, mueve a reflexión. Clamando por la socorrida «dignidad de los pueblos», se suman los obispos del Principado a las tesis de quienes demandan un concierto fiscal para Cataluña, esto es, un nuevo fuero al estilo vasco que permita a la Generalitat enjugar sus vergüenzas contables a costa de la articulación territorial del país.

Será porque uno lleva cada vez peor esta historia de que gracias a la perennidad de ciertos papeles amarillos que señorean nuestra historia, el célebre palabro «fuero» se nos recuerde día sí y el otro también, como eterna cantinela aparentemente inamovible, tan natural y asumida como el paso de las estaciones.

Fuero, demonios, fuero para quien suscribe no significa otra cosa que la constatación de la pervivencia del Antiguo Régimen entre nosotros. Fuero es privilegio por derecho de cuna o ubicación en el mapa. Se me puede decir lo que se quiera, pero uno soporta mal pensar que el día que la palme su propia tendrá que pagar una pasta más o menos gansa a papá Estado en concepto de luctuosa patrimonial, entretanto, los aforados por leyes viejas y amejoradas se podrán gastar si les place los ahorros del aitá en ostras, caviar y champagne , porque así lo dice su papel amarillo. Vamos, que sería cosa de preguntarle a tanto fervoroso patriota como anda suelto por qué les parece tan mal la autodeterminación del País Vasco y tan bien la pervivencia de aforamientos entre el común de paganos y pecheros que andamos con el afán del IRPF a cuestas. Aprovechando que estamos sumidos de lleno en el desaguisado autonómico, bien haríamos en replantear el asunto desde el principio.

Alguna vez hemos de reconocerlo, lo que llamamos España siempre ha aparecido arrebujado entre una amalgama impertinente de leyes privativas y excepcionalidades. Si Olivares no consiguió nada con su Unión de Armas, si Utrecht pasó por nosotros sin que nosotros pasásemos por él, si 1812 consagró la fragmentaria cantinela de siempre y aún así no pudo evitar la carlistada, ¿qué diablos esperamos conseguir hoy, cuando ni siquiera sabemos lo que queremos?

En el ínterin un ruego, déjense ya de fueros y mandangas de prebostes y gerifaltes de antaño, eso nada tiene que ver con la libertad, vivir en libertad significa disfrutar de los mismos derechos y responder de idénticas obligaciones, no el permanente yo sí y tu no en el que andamos metidos.

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