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Columnas / MONTECASSINO

Tsunamis diversos

Tsumamis en Japón, en Libia y en Occidente. De bombas y ejecuciones, de cobardía y debilidad de criterio

Día 15/03/2011

NO sabemos cuántas víctimas mortales causará finalmente el inconcebible terremoto del viernes en Japón que casi se nos sale de la escala Richter y adquirió dimensiones bíblicas. Ni cuántas causó directamente su primera réplica monstruosa que fue el tsunami que devastó las zonas costeras del noreste. Ni todas las réplicas registradas después, muchas de ellas más fuertes que terremotos que en otros rincones del mundo causaron en su día centenares de miles de muertos. Lo que no se ha producido aún es esa catástrofe nuclear que tanto se anuncia desde el primer momento y que algunos parecen añorar con fruición digna de mejor causa. Nadie puede excluir esta terrible desgracia del peor accidente nuclear imaginable, pero resulta escalofriante comprobar la falta de piedad con que algunos parecen esperarla, como la definitiva ratificación de sus tesis. Desde el sábado, algunos sectores de eso que más que izquierda ecopacifista es tribu ecoguerrillera y banda talibán, están literalmente impacientes en su angustiosa esperanza de que se funda algún reactor nuclear en Japón y se cumplan sus peores augurios de cataclismo. Para cargar de razón sus tesis que proclaman la energía nuclear como el mal absoluto. Con sus titulares y su desinformación llevan días dedicados a la danza que invoca a su dios implacable que, con un terrible castigo a los japoneses, logre de una vez por todas que hasta los más descreídos y herejes, aquí y allí, nos arrodillemos ante Él. Y nos convirtamos todos a su nueva religión antinuclear y antitecnológica, expiemos nuestros pecados, fruto ponzoñoso de la falta de fe y del siempre dañino raciocinio y sentido común. Alguna emisora patria tenía tantas ganas de informar sobre la fusión de un reactor que lo hizo. Sin reparar en el detalle de que no se había producido. Como todas las religiones que se precien, ésta tiene su día de redención. Aunque todo puede pasar, da la impresión de que por esta vez se han equivocado de fecha. Lo que no nos eximirá de sufrir

el tsunami ideológico que ya está en marcha. Y ante el que se inclinan, temerosos por las angustias de sus electorados, los gobiernos y las oposiciones en Occidente, con una falta de criterio y personalidad, que despiertan vergüenza. Tsumamis en Japón, en Libia y en Occidente. De agua monstruosas, de bombas y ejecuciones, de cobardía, oportunismo y debilidad de criterio.

Los que si van a morir bajo el tsunami sin siquiera mojarse son muchos miles de libios que aún luchan desesperadamente contra el rodillo militar de Gadafi. Con las manos libres, una superioridad abrumadora en armamento y su aviación bombardeando sin cesar al pueblo en armas, el «sátrapa payaso» avanza hacia el control total del territorio. Ya han caído todas las ciudades costeras y es una cuestión de días el comienzo del cerco a Bengasi. En su retaguardia ya ha impuesto a sangre y fuego su orden. Y cumple su amenaza de liquidar a los que se han significado en los levantamientos contra su poder. Con la comunidad internacional volcada en el drama japonés y los Gobiernos occidentales compitiendo en la escalada de histeria colectiva, está claro que son los libios y no los japoneses los que van a morir en masa. Gadafi será dentro de días otra vez el amo absoluto de Libia y de las vidas de sus súbditos. Mejor no imaginarse sus represalias cuando controle el país. Allí están los muertos que no ha habido en Japón. Aún están vivos, pero su grito desesperado no se oye entre el guirigay de la histeria de los gobernantes occidentales y los aullidos del talibanismo que festeja la catástrofe nuclear no habida.

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