Hazte premium Hazte premium

la lupa

Contra el velo de Arteixo

A los progresistas defensores convendría llevarles a pasear a Teherán, donde la policía religiosa multa, detiene y apalea a las mujeres que no cubren con decoro su cabeza

alfredo aycart

Con una indigencia moral sin precedentes, buena parte de la desnortada progresía gallega ha salido en tropel en defensa de la familia que ha impuesto el velo de su hija en un colegio de la localidad coruñesa de Arteixo. Elevan el adminículo a objeto cultural incuestionable, obviando con incomprensible ceguera sus connotaciones represivas en un mundo como el musulmán, donde la mujer es colocada, forzada o voluntariamente, en un plano de repugnante discriminación respecto al sexo masculino.

Ser mujer en Irán, o en Arabia Saudita, o en Omán, o en Yemen, o en Afganistán, o en la propia Irak, pero también en Túnez, Jordania, Siria o Sudán, supone estar sujeta a normas denigrantes, entre ellas la del velo, con las puntuales excepciones que se quiera. Y no es previsible que la ola de revoluciones cambie a corto plazo la situación. El velo, hermano menor del burka, forma parte de ese tinglado represivo. Que se acepte que en España se imponga esa costumbre retrógrada a una menor de edad en su asistencia a clase es abiertamente contradictorio con la igualdad que todos debemos pretender.

Es posible que la Consellería de Educación de la Xunta no tuviera otro remedio que desautorizar a la dirección y al consejo escolar del centro de Arteixo al readmitir a la alumna con su ropaje sumiso. Si es así, es de esperar que cambie de inmediato la normativa vigente. El titular del departamento, Jesús Vázquez, que no tiene nada de intolerante, y todo su equipo, no debieran tener otra prioridad en los próximos días que la de resolver una cuestión fundamental para la convivencia. La alumna tiene derecho a ser escolarizada, pero cumpliendo los reglamentos, como todos sus compañeros.

El problema del velo trasciende las modas, y se convierte en un hito en la imposición de normas de conducta ajenas a la civilización en la que nos insertamos. Si se acepta el velo en las aulas, no hay argumento para no asumir que las mujeres deben abstenerse de conducir o para reconocer el «derecho» de los musulmanes radicales a impedir que las niñas accedan a la misma educación que sus compañeros varones. La lapidación para la adúltera y la ablación femenina forman parte de ese mismo sistema de valores.

Se rompe de un plumazo con dos siglos de conquistas sociales de la mujer por imposición de una familia de inmigrantes que intentan trasladar sus costumbres más deleznables a la sociedad que les acoge. A los muy progresistas defensores —y defensoras— del velo de Arteixo —en realidad la prenda es sólo una excusa más para desgastar a la Xunta— convendría llevarles a pasear por la calles de Teherán, donde la policía religiosa multa, detiene y apalea a las estudiantes que no se cubren la cabeza con el decoro exigido.

En los aeropuertos iraníes puede verse un cartel en el que se explica en árabe a los musulmanes, pero también a los europeos —y sobre todo a las díscolas europeas, obligadas a cubrirse— que «el velo protege a la mujer como la concha de la ostra a la perla». Mucha poesía para ilustrar la grosera vulneración de los derechos humanos. Conviene meditar sobre si estamos dispuestos a aceptar en España el regreso al pasado para las nietas de las mujeres que rechazaron taparse con velos similares a los de la niña musulmana a mediados del siglo pasado.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación