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AJUSTE DE IDEAS

ERC, Laporta y la gran mentira

Aunque Portabella consiga su objetivo, a partir del 22 de mayo tanto él como su partido tendrán que empezar a gestionar las consecuencias de una gran mentira

MARÍA ANTONIA PRIETO

Puede que la inminente incorporación de Joan Laporta a las listas de ERC por Barcelona no constituya técnicamente un fraude de ley, pero eso no quiere decir que la maniobra electoral urdida por Jordi Portabella y consentida por Joan Puigcercós y Joan Ridao, no sea un engaño, una monumental mentira y una estafa a los barceloneses. Hace poco más de un año, cuando el todavía presidente blaugrana se puso en subasta para tantear su valor en el mercado convergente y republicano, Ridao advertía a Laporta de que la política no necesita «ni redentores, ni mártires, ni mesías». Por aquél entonces, el número dos republicano veía en Laporta la encarnación soez «de la demagogia y el populismo personalista».

Pues bien, además de once diputados y la mitad de los votos, la noche del 28-N la dirección de Esquerra debió perder también la razón y hasta la dignidad porque ahora los mismos que decidieron prescindir de Carod —a fin de cuentas el hombre que llevó a la formación republicana a su techo electoral— están decididos a incorporar a sus listas a cuantos redentores, mártires, mesías, demagogos y populistas sean precisos con tal de lograr un beneficio electoral y conservar algunas cuotas de poder. Lo hacen aun a sabiendas de que el impetuoso arribismo de Laporta tendrá un efecto potencialmente devastador sobre la debilitada estructura interna del partido. Aunque Portabella consiga su objetivo —evitar la dispersión del voto independentista— a partir del 22 de mayo tanto él como su partido tendrán que empezar a gestionar las consecuencias de una gran mentira.

El PSC también debería saber que para defraudar al electorado no hace falta cometer fraude electoral. Resulta que para el «aparato» socialista, las próximas elecciones municipales son el laboratorio donde cristalizarán los nuevos liderazgos del partido. Nada que objetar; cada uno elige a sus líderes como le da la realísima gana. Eso sí, los habitantes de Lleida, Terrassa o Tarragona tienen derecho a saber que los alcaldables del PSC les pedirán el voto con dobles intenciones porque, en realidad, su ambición es otra.

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