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Jesús Redondo_Autor de «El Capitán Trueno»

«Dibujo para niños de ocho a ochenta años»

Coincidiendo con el V Salón del Cómic y el Manga de Castilla y León, el Ayuntamiento de Valladolid rinde hoy homenaje a la trayectoria del ilustrador

F. blanco

samuel san josé

Jesús Redondo es un vallisoletano que siempre ha hecho gala de ello, ausentándose de la capital del Pisuerga sólo una breve temporada en la que residió en el extranjero. De sus lápices han salido los sueños de muchos jóvenes, y no tan jóvenes, que devoraban las aventuras del Capitán Trueno. El Ayuntamiento de Valladolid reconoce hoy su gran trabajo con un homenaje.

—¿Qué significa para usted el homenaje que se le brinda?

—Pues imagínate. Siento que estoy rompiendo moldes en mi ciudad. He vivido aquí toda mi vida y voy a cumplir 50 años en la profesión. Antes me conocían mis amigos y ahora me va a conocer más gente. Es una satisfacción que el Ayuntamiento me diga «sabemos que estás ahí».

—¿Considera que además de al profesional se está reconociendo al cómic?

—Por supuesto que sí. En España no se conoce el cómic. No es que se le desprecie, es que se le ignora. Por suerte contamos con gente como Carlos Ramírez, de Asofed, que son unos enamorados del cómic y periódicamente organizan encuentros a los que acudimos varios profesionales y tratamos de mostrar de qué va esto. El cómic es un medio de comunicación absolutamente increíble con el que se puede hablar de todo y además con agrado. Por eso es importante el homenaje.

—Entonces el cómic no es sólo para niños.

—En absoluto. Por ejemplo en la novela hay libros fabulosos y libros detestables. ¿Es detestable la literatura? No. Con el cómic pasa lo mismo, hay cómic infantil, para adultos,... Yo soy un dibujante muy realista y siempre he dicho que dibujo para niños de ocho a ochenta años. El secreto es adaptar el dibujo al guión que narras. Hay cómics serios, jocosos, hay críticas sociales fabulosas. Se trata de un medio de comunicación más, pero que se ignora por ser relativamente nuevo. Hace poco colaboré en la realización de una historia de España con Fernando García de Cortázar, y al principio puso alguna pega, «es que esto de la historieta, como Mortadelo...» y le dije que esperara a conocerlo. Le enseñé trabajos míos, le expliqué de qué iba esto y le encantó, hasta el punto de que nos hemos hecho amigos y ahora es otro enamorado del cómic. No es lo único en lo que vamos a colaborar y en cuanto me libere de alguna cosilla pondremos en marcha más proyectos juntos.

—¿Se puede enseñar con el cómic?

—Se puede. Pero pienso que el fin del cómic es ser entretenido, no pedagógico. Según como yo lo veo, se pueden aprender cosas del cómic, pero no por que sea la intención del autor, sino por el proceso de documentación en el que se sumerge antes de ponerse a dibujar. Por ejemplo, no hace mucho tuve una publicación en el mercado francófono sobre Egipto y me compré varios libros para ser riguroso en la ropa, los interiores, los muebles... Toda esa investigación enseña.

—¿Detrás del oficio de dibujante esconde entonces vocación de maestro?

—Ya me han dicho en varias ocasiones que soy un enseñante frustrado. No es que quiera enseñar, pero quiero ser fiel a la historia que cuento. Lo que no podemos hacer es en un relato del oeste en 1850 ponerle a un tipo un reloj de pulsera, equivocarnos en un modelo de Winchester o de Colt que no se había producido en aquel entonces o confundir un indio semínola con un kaiowa.

—¿Cuántos lápices ha podido gastar durante toda su carrera?

— Kilómetros. Entre ilustraciones, cómic y demás me parece exagerado decir que he hecho 15.000 páginas, pero creo que las 12.000 las supero. Ahora, calcule cuantos lápices suponen eso y luego cuente la tinta. Unos cuantos kilómetros, sin duda.

—¿Qué opina de la polémica entre Internet, derechos de autor y la Ley Sinde?

—El autor tiene que estar protegido, y lo dice alguien que está completamente desprotegido. En países como Suecia o Inglaterra aún tengo que cobrar royalties por trabajos que sé que no voy a cobrar. Hay revistas que se han reeditado y «requeteeditado» pero no tengo forma de demostrarlo. Y esto no puede ser. En los últimos años se están firmando contratos, —lo que hace años era impensable— pero firmamos por primeras ediciones. Además, yo vendo el derecho a reproducir, no el original, y de 12.000 me habrán devuelto 2.000 ¿Cómo sé yo que no van a sacar una segunda edición en Alemania? ¿Como sé yo si mis originales no se están vendiendo por ahí? Pues no lo sé, y no lo cobro. ¿A que pandilla mafiosa nos arrimamos los del cómic para que nos protejan de los piratas? A ninguna por que no la hay. Pero es evidente que los autores deben estar protegidos. Lo que hay que hacer es medir y saber cómo. Yo soy un cernícalo con los ordenadores, pero me encantaría saber bajarme películas. ¿Debería pagar por ello? Pues sí, pero hay que buscar modelos y formas nuevas de negocio.

—¿Lee cómic moderno?

—Poco. Mi tiempo se divide en dibujar, por que el día que no dibujo me encuentro mal, escucho música, leo, doy paseos y disfruto de mi familia. A veces echo un vistazo en las tiendas de cómic, pero no soy coleccionista. Lo que tiene buena pinta lo cojo y lo disfruto. No le doy muchas más vueltas.

—¿Se queda con algún autor?

—Si. Hay autores a los que adoro y por los que siento una envidia tenebrosa, que al leerlos noto que me pongo rojo, que pienso «¿Cómo demonios hará estas cosas? ¡qué tipos, qué enfoque, que trazos, ...!». Mike Mignola, padre de «Hellboy» es uno de mis favoritos, pero si me pongo te podría decir 17.000.

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