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ASÍ LO VEO YO

EDUCADOS PARA MORIR

Me emociono cuando veo correr una lágrima furtiva, casi pidiendo permiso, por los rostros de los militares

MARÍA DEL PINO FUENTES DE ARMAS

Sobre los féretros, las cruces al mérito naval y al mérito militar con distintivo amarillo —pues murieron en acto de servicio—. En el interior, los restos de sus cuerpos rotos y maltrechos por el estallido traicionero de una mina que los lanzó por los aires, casi sin darles tiempo de ponerse a cubierto. Eran militares, soldados bregados que venían de Afganistán e iban camino del Líbano, se entrenaban para ser los mejores en esa peligrosa tarea de desactivar explosivos cuando les sobrevino el accidente. Como consecuencia de ello, cinco militares murieron y tres están gravemente heridos; por eso, he querido dedicarles en estas líneas, un sencillo tributo para reconocerles su labor, el ejemplo que en voz baja llevan dando desde hace muchos años, pues no se nos debe de olvidar que su transición ha sido modélica y que se han convertido en un ejército moderno y preparado, capaz de combatir en todos los frentes, asumiendo el mando cuando corresponde en misiones internacionales. Porque le pese a quien le pese, estamos en tiempos de guerra y el enemigo tiene muchas formas y nombres, tantas que en ocasiones no despliega su poderío a través de carros de combate, aviones o barcos. Al contrario, no se muestra, está agazapado y por tanto es más peligroso, está infiltrado entre la población y eso dificulta el plantarle cara, por eso no me gusta que nos digan desde el Gobierno que nuestro soldados están en misión de paz. No creo que el Ejército español, el nuestro, se esté entrenando para ser y actuar simplemente como una ONG.

Hay que decir que nuestros hombres y mujeres están en la línea de fuego y les disparan, que arriesgan su vida representando a España. Que esperan a ser atacados, aún localizado el enemigo, para defenderse, y que aunque a veces no compartan las órdenes políticas no las discuten. Están educados para obedecer y para asumir su propia entrega, es el precio de su oficio. Son militares y están al servicio de su país, por ello los españoles debemos sentirnos orgullosos de su trabajo. Pero a estos, a los que fallecieron y a los que resultaron heridos de gravedad, paradojas del destino, la muerte les esperaba no en el frente sino en un campo de entrenamiento, a muchos kilómetros del enemigo, pero muy cerca, como cada día, del máximo riesgo, por eso el Ejército, el nuestro, está de luto.

Mi última reflexión va para sus familiares, para esos que lejos de las cámaras, como siempre sin estridencias, sin una salida de tono, sin reivindicar nada, sin quejarse, les lloran deshechos, sin entender el porqué, sobrellevando las ausencias pero también respetando la que fue su vocación de servicio y asumiendo el peligro que esta conlleva. Ser militar es un orgullo, es una forma de vida, un compromiso con la Patria que tienen que entender cuantos les rodean: padres, esposas, hijos... los mismos que ahora sufren el desconsuelo de su pérdida y para los que no hay palabras que sean un bálsamo para el dolor.

Me emociono cuando veo correr una lágrima furtiva, casi pidiendo permiso, por los rostros de los militares, pero mucho más cuando contemplo sus ataúdes envueltos en la bandera que tanto han amado y honrado. Y mis ojos, entonces, no pueden evitar detenerse en los de esos soldados duros, curtidos, leales, sensibles y valientes que llevan en hombros los féretros de sus compañeros. De sus gargantas, incapaces de articular palabra, no brota ni una queja, si acaso se presiente en sus voces entrecortadas por la emoción, el desgarro, pero ellos entonan, a modo de despedida, «la muerte no es el final» y, como si de un conjuro se tratara, marcan cada sílaba con la fuerza que dan el sentido del deber y la valentía de su oficio. A mí siempre se me hace un nudo en la garganta. Por eso y por haber muerto mientras se preparaban para luchar por la paz, en acto de servicio, quiero despedirles con gratitud y rendirles este modesto homenaje hecho de palabras.

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