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Una mirada poética a suicidas cÉlebres

Anaqueles sin dueño

Crítica al libro Anaqueles sin dueño , de Pedro Antonio González Moreno. Premio Alfons el Magnánim de poesía en castellano, 2010. Hiperión/ Diputación de Valencia; Madrid, 2010; 92 pags.; 9 €

POR ALFONSO GONZÁLEZ-CALERO

Nacido en 1960 en Calzada de Calatrava (Ciudad Real) en 1960, Pedro Antonio González Moreno ha sido profesor de Lengua y Literatura; es crítico literario, poeta y escritor.

Siempre es bueno, y motivo de orgullo, que nuestros escritores reciban premios y reconocimientos fuera de los límites de nuestra tierra. En esto la literatura castellano-manchega no puede quejarse y tiene un buen banquillo con titulares de muy primer nivel en el ámbito nacional. Por eso es muy grato, aunque ya no sea apenas noticia, que Pedro Antonio González Moreno ganara, a finales del año pasado este premio de poesía que convoca (para autores en castellano) la Diputación de Valencia y que conlleva la publicación de la obra en la prestigiosa editorial Hiperión.

El libro presenta una profunda unidad: es una sucesión de miradas sobre suicidas célebres de la historia de las letras, y se nos aparece como una forma de exorcizar el suicidio.

«Nunca pudo/ el dolor ordenarse» dice en uno de los primeros poemas. El suicidio significa para el autor una defección, un fracaso: “Y nunca/ tuvo un nombre más cierto la derrota”.

La nómina de escritores recordados es amplia: de José Agustín Goytisolo a Dylan Thomas; de Paul Celan a Cesare Pavese, de Gerard de Nerval a George Trakl o a Mariano de Larra. Si miramos en el sexo femenino, la lista también es cuantiosa: Silvia Plath o Alejandra Pizarnik, Marina Tsvietáieva o Virginia Wollf; son sólo algunas de las muestras sobre las que Pedro Antonio indaga con sus versos, para formar esos anaqueles a punto de hundirse por el peso no se sabe si de los libros o de la vida y el dolor que han ido conteniendo.

Como dice el poeta y antólogo José María González Ortega: “González Moreno madura bien sus obras antes de publicar; tiene claro que lo más importante no es volver a emprender el recorrido sino hacerlo cada vez más hacia lo hondo (esencial en poesía)”.

En este sentido, esta obra es un paso más hacia esa esencialidad, en la medida en que lo es hacia una de las preguntas básicas de la existencia, el sentido de la muerte y la razón de la libertad íntima de cada ser humano. Lo que sucede es que estamos ante un libro de poesía, no ante un tratado moral. De ahí su grandeza.

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