Famosos de palo en pecho

Salvo en España, donde todavía está mal visto jugar al golf y determinados colectivos (como los políticos o los artistas) tratan de ocultar su afición a este deporte para que no se les tilde de señoritos, en el resto del mundo no es así. Ser de la misma estirpe que Jack Niclaus, Arnold Palmer o Gary Player imprime carácter y da una idea de la línea de caballerosidad y respeto por el medio ambiente que tienen los aficionados.

En el extranjero hay empresas que favorecen el juego entre sus empleados y premian a los más hábiles, pues el golf exige dedicación, concentración y estrategia, cualidades éstas muy reconocidas en el ámbito económico. De modo que ser un buen golfista tiene su recompensa en el bolsillo y, para algunos, también en la imagen. Los artistas más avezados suelen sacar buenos réditos de sus hazañas en los campos, pues luego consiguen invitaciones para los mejores pro-ams (donde juegan profesionales y amateurs formando equipo) y están expuestos a los ojos del mundo durante una semana sin gastarse un duro en la promoción.

El modo de conseguirlo es fácil, siempre que se tenga un nivel mínimo de juego. Por poner un ejemplo, un famoso de handicap 12 se puede asegurar una buena carrera en esa pasarela golfística a poco que se lo proponga. Por un lado están los pro-ams previos a los torneos de los circuitos, que se juegan habitualmente los miércoles y en los que los vip se juntan con empresarios de alto nivel y patrocinadores. Pero donde se mueve todo un círculo de influencias es en los torneos profesionales tipo pro-am, es decir, en el que todas las rondas se juegan combinando a los dos tipos de jugadores. En estos casos no son equipos de tres jugadores con un pro, sino que cada amateur tiene a una estrella para él solo. Hay varias citas así a lo largo del año, pero las más conocidas son la de Pebble Beach en Estados Unidos y el Dunhill links del entorno de St. Andrews, en Escocia. En el caso del mítico recorrido californiano, hay auténticos fijos en el plantel, como los actores Bill Murray, Kevin Costner, Samuel L. Jackson, Kurt Russell y Andy García o los músicos Kenny G., Michael Bolton y Alice Cooper. Y, aunque hay un ambiente muy distendido y todo el mundo se gasta bromas (el público a veces disfruta más con los conocidos que con los profesionales), en cuanto les sale el competidor que llevan dentro se olvidan de todo. Su imagen está en juego y el golf es un ejercicio muy cruel. En cualquier momento puede llegar un mal golpe y hay que estar concentrado para no ser pasto de la mofa general cuando las imágenes se están viendo en todo el mundo. De hecho, cuando la semana pasada Murray ganó el torneo junto a D. A. Points respiró y, después, reconoció haber vivido uno de los mejores momentos de su vida. «Es el mejor torneo de los Estados Unidos y sólo jugarlo ya es un lujo; ganarlo es un sueño».

A este lado del Atlántico las celebridades no lo son tanto del celuloide como de otros deportes. Es cierto que hay actores como Hugh Grant, Michael Douglas o Catherine Zeta Jones que no se pierden la ruta otoñal por los tres campos escoceses, pero el público sigue más a los Bobby Charlton, Gary Lineker, Frank Rijkaard, Johann Cruyff o Nigel Mansell.

En España también tenemos escenarios en los que mostrar las virtudes de los famosos sobre la hierba. El modelo más cercano es la final del Peugeot Tour, que se juega dos días en formato pro-am uno-uno y luego rematan los profesionales en solitario. La presentadora Raquel Revuelta fue la estrella en la última cita sevillana, lo mismo que en otras ocasiones lo fueron los futbolistas Guti y Bernd Schuster, los toreros Enrique Ponce y Pepín Liria o los tenistas Rafa Nadal y Juan Carlos Ferrero.

Lo que es más habitual aquí son los pro-ams de un día, ya sean previos a torneos profesionales o con carácter benéfico. Hay actores como Francis Lorenzo y Josema Yuste que siempre apoyan estas causas. Son golfistas que no se esconden. Llevan a gala serlo.