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exposición en bilbao

El sueño clásico de la modernidad

El Guggenheim repasa la ‘vuelta al orden’ en la Europa de entreguerras que precedió a la segunda eclosión de las vanguardias

MIGUEL LORENCI

Europa vivió entre las dos guerras mundiales del siglo XX una de las crisis más profundas de su historia. Tiempos duros que, paradójicamente, procurarían una explosión creativa sin parangón y una renovación radical del arte a través de las vanguardias que hoy llamamos históricas. Los genios destinados a reescribir la historia de la creatividad conocieron el horror y la desesperanza y fijaron sus ojos en el periodo clásico. Retornaron al orden para poder avanzar en el desorden y crear lenguajes plásticos inéditos casando antigüedad y modernidad.

Pintores como Picasso, Léger, Chirico, Dix, Braque, Balthus o Morandi, arquitectos como Le Corbusier, Gropius o Mies Van der Rohe, escultores como Gargallo o Maillol, fotógrafos como August Sander y Edward Steichen, cineastas como Jean Coacteau, modistos, diseñadores y todo tipo de creadores vivieron una suerte de sueño clasicista. Pusieron en cuestión la locura prebélica que incendió la vanguardia y su propia genética creadora para alumbrar entre 1918 y 1936 una honda, rica y paradójica renovación plástica desde referentes clásicos.

En ese periodo crucial se fija la muestra ‘Caos y Clasicismo’, que acoge el museo Guggenheim de Bilbao. Repasa la genética común de un puñado de ‘ismos’ que eligieron al tiempo mirar al pasado, ‘retornar al orden’ para dibujar el camino al futuro.

Encrucijada

La fundación BBVA patrocina esta muestra en la que a través de más de 150 piezas de 90 artistas se repasan esos años decisivos entre el final de la primera guerra mundial y el comienzo de la segunda. Es una encrucijada para una Europa devastada, que ve morir a millones de personas ignorando que lo peor está por llegar. Una Europa que pasará del horror del gas mostaza de las trincheras al holocausto y la destrucción nuclear en apenas dos décadas. La Europa de unos enormes artistas que crean a partir de esa realidad desoladora para una población atónita que conocerá al tiempo la atrocidad sin límites del género humano y el nacimiento de un arte innovador y potente.

La muestra explora cómo antes de la segunda eclosión del cubismo, el futurismo o el expresionismo, los artistas de estos movimientos miraron con atención al pasado clásico, raíz común de todos los ismos que fueron puesto en cuestión, cuando no condenados tras la primera guerra mundial. Antes del caos se impuso un ‘retour a l’ordre’ en Francia, el ‘ritornmo al mestiere’ en Itala o la ‘neue Sachlichkeit’ (nueva objetividad) en Alemania. Una revisión global desde el clasicismo, el regreso a la primigenia simiente plástica que debían conocer y decodificar quienes aspiraban a subvertirla desde la vanguardia más rabiosa.

‘Caos y clasicismo: arte en Francia, Italia, Alemania y España, 1918-1936’ se titula la exposición. Despliega en la tercera planta de la ‘catedral de titanio’ de Gehry todo tipo de piezas y se vio antes en Nueva York. Aquella tenía una veintena piezas menos y carecía del apéndice español que incorpora en Bilbao obras relevantes de españoles como Ucelay, Gargallo o Arteta. Evidencia como la mitología griega y romana moldearon las propuestas que construyen el polisémico lenguaje plástico moderno desde un pasado común. Un pasado que da lugar a interpretaciones perversas como la del nazismo y el fascismo, con su megalomanía arquitectónica, su condena del arte degenerado o la estética glorificadora de la presunta superioridad aria en los juegos olímpicos de Berlín retratados y filmados por Leni Riefenstahl.

Síntesis

El afán por convertir lo cotidiano en clásico es perceptible en el magistral Picasso de ‘Escena de playa’, el retrato de Olga Koklova o ‘Mujer en una silla’, que no ocultan su influencia clasicista, en el Fernand Léger de ‘Mujer sosteniendo un jarrón’ o el Giorgio de Chirico que también mira Grecia y Roma para reinterpretarlas en su estética metafísico-surrealista. Además de cinco picazos, hay piezas memorables de Balthus, Morandi, Gris, Braque o Maillol.

La síntesis de formas clásica y tecnología moderna y minimalista también aparece en la arquitectura de Le Corbusier o Ludwig Mies van der Rohe, y se expresa en logros como el Pabellón de Barcelona de 1929 del alemán. También en los italianos que alumbran el futurismo teorizado por Marinetti bebieron del arte etrusco y romano, y de los pintores del ‘quattrocento’, como desvela ‘Los pescadores de Santo Spirito’ de Ubaldo Oppi.

Todo el arte europeo de la época, de Alemania a España, expresa el anhelo común de una Europa dispar temerosa y en crisis se reorganiza y se reinventa. Y es en esa reinvención donde el arte juega un papel crucial que analiza la muestra dividida en ocho apartados sin orden cronológico: A la sombra de la guerra; Un yo más perdurable; La vanguardia de cara al pasado; Locos por el clasicismo; Cuerpos clásicos, nueva humanidad; Los constructores; Haciendo clásico lo cotidiano y Escenificación/Ansiedad.

El catedrático de Arte Moderno de la Universidad de Nueva York, Kenneth E. Silver comparte comisariado con Helen Hsu y Vivien Greene, conservadora y responsable de arte del XIX y principios del XX del museo Solomon R. Guggenheim de Nueva York.

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