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Convenios... condenados a entenderse

Es vital para la economía porque regula las relaciones laborales y porque de ella depende la competitividad de las empresas. Y toca reforma. CEOE y sindicatos dicen sí a revisar los derechos acumulados durante años y acercar la negociación a la empresa... pero con condiciones. El poder está en juego

Convenios... condenados a entenderse ÓSCAR T. PÉREZ

susana alcelay

Objetivo: facilitar la flexibilidad interna. Intención: que las empresas recurran a cambios de jornada, horarios o salarios para poder adaptarse a la furia de las crisis sin recurrir a los despidos. Hasta aquí todo es consenso; ha llegado la hora de retocar el modelo que funciona en España desde hace más de veinte años, el Estatuto de los Trabajadores, con una reforma que permita a España adaptarse a la realidad económica, a situaciones de bajo crecimiento económico sin tener que pagar la factura de una explosión de despidos, como lo han logrado otros países como Alemania. Pero la economía más competitiva de Europa, a diferencia de nuestro país, ya había flexibilizado su mercado de trabajo cuando llegó la recesión y logró salir de ella sin apenas despidos. Su economía crece ya a ritmos cercanos al 4%; la nuestra, no ha terminado de despegar. En 2010 el PIB retrocedió un 0,1%. Llegados a este punto, los agentes están dispuestos a revisar los derechos acumulados durante años y acercar la negociación a la empresa.

La negociación colectiva tiene una extraordinaria importancia para la economía porque se encarga de regular las relaciones laborales (duración de la jornada, vacaciones, turnos de trabajo...) y, por tanto, de ella depende la competitividad de las empresas. Son muchos los expertos que han destacado como una de sus garantías la paz social que ha traído, así como su aportación a la moderación salarial y al incremento de la productividad, pese a que ahora otros, como la canciller alemana, quieran poner punto y final al sistema de fijación de salarios por inflacionista.

Ahora, con la competitividad de la economía en caída libre (España ha pasado del puesto 29 al 42 en dos años) y el espinoso debate salarial abierto por Merkel, la reforma de la negociación colectiva ha vuelto al primer plano de la actualidad y se ha convertido en la piedra angular del mercado de trabajo. Toca negociar, ya lo decía la reforma laboral aprobada en septiembre, pero... ¿a qué precio?

Los sindicatos exigen más peso en las empresas, estar al corriente de toda la información, controlar hasta el mínimo detalle, cuando a una empresa no le quede otra que adoptar medidas traumáticas ante una caída de la demanda. Y la CEOE, de momento, ha dicho sí; pero a cambio quiere más flexibilidad, que se incluya este concepto en los convenios y que, además, se fije un criterio de actuación. Sin olvidar peticiones históricas que la patronal volverá a poner sobre la mesa, como la ultraactividad, a la que sindicatos y el propio Gobierno dicen no. «El Gobierno nunca ha dicho que eliminar la ultraactividad fuera una solución ni que mejore el funcionamiento de la negociación colectiva», advirtió el ministro de Trabajo, Valeriano Gómez.

«La imprescindible adecuación a los cambios en los sectores y en la empresa, a través de medidas de flexibilidad interna, debe realizarse con una mayor participación de los representantes de los trabajadores». Así se recoge en el documento de principios que han pactado sindicatos y empresarios para comenzar una negociación que tiene fecha de caducidad, aunque no del todo rígida, el 19 de marzo, cuando el Ejecutivo legislará si no hay un entendimiento entre los agentes sociales sobre los cambios, como ya lo hizo con la reforma del mercado de trabajo, la misma que provocó una huelga general y que no convenció a ninguna de las partes.

Ya nadie duda de la necesidad de reformar «la vida laboral en las empresas». «Es urgente», dice el Fondo Monetario Internacional; «el problema es la gran atomización», advierte un sindicalista; «hay que acabar con el nivel provincial», señala un empresario; «hay que buscar fórmulas con flexibilidad suficiente», «un sistema rígido es un mal sistema», apunta José Luis Rodríguez Zapatero. Consenso sobre la necesidad de reformar hay, el problema vendrá cuando haya que poner negro sobre blanco, negociar el cómo, descender al terreno y pactar las modificaciones para una reforma de calado, la de mayor calado, pero también la más peliaguda porque en ella empresarios y sindicatos se juegan mucho más que las relaciones laborales. Está en juego el poder en las empresas.

El «gran pastel»

El reto es mayúsculo para sindicatos y empresarios. Los primeros han tenido que cargar con el peso de las «cesiones» en forma de recortes en la reforma de las pensiones y la organización empresarial vio frustrada sus expectativas de contratación y despido con la impuesta reforma laboral. Ahora llega el «gran pastel» y los sindicatos no piensan en ceder terreno, el mismo que quiere ganar la CEOE. Con la reforma de la negociación colectiva los empresarios no entenderían no ver cumplidos tampoco ahora sus objetivos, o al menos en parte.

Hoja de ruta de CEOE...

La patronal siempre ha defendido la necesidad de examinar la naturaleza de los convenios colectivos, su duración, los factores que propician la multiplicación de los convenios de distintos ámbitos, la concurrencia de convenios entre sí, el papel de los acuerdos y convenios de empresa y, lo más peliagudo, suprimir la denominada ultraactividad o permitir los descuelgues generales, no solo en materia salarial como ya reconoce la reforma laboral, sino en cualquier materia dependiendo de las circunstancias de cada empresa. Hablando en plata, evitar en lo posible que el ámbito de negociación preponderante sea superior a la empresa o lo que es lo mismo ir hacia una negociación empresa a empresa sin someterse a lo que apuntan convenios de ámbito superior, ya sea sectoriales, provinciales... Plena autonomía negociadora en pocas palabras.

El pasado miércoles la junta directiva de la patronal aprobaba un documento-valoración sobre el Acuerdo Social y Económico, en el que se incluye una hora de ruta para la negociación bipartita con tres puntos básicos. El primero hace referencia a que los convenios deben adaptar sus contenidos a las necesidades de empresas y trabajadores. Su propuesta en este punto pasa por negociar con premura contenidos que respondan a estas necesidades en periodos más cortos que los actuales.

Además, reclama que los convenios colectivos concluyan en la mayoría de las materias mientras negocia uno nuevo (ultraactividad). A juicio de la patronal ello produciría una revisión general del convenio en la nueva negociación y, en consecuencia, cree la patronal que, «permitiría profundizar o amortizar los distintos contenidos a fin de lograr un mejor convenio».

Clave para la patronal con la reforma de la negociación colectiva es reforzar la flexibilidad interna en las empresas y hacerlo estableciendo criterios de actuación y también en el menor tiempo posible. A cambio admite que la toma de decisiones del empresario «debe ser complementada, donde proceda, por la participación de los representantes de los trabajadores, con labores de información, consulta y negociación».

Y, por último, la patronal advierte que el ámbito de actuación de las parte no excluye la «inaplicación temporal de los pactado en un convenio, que debe fundarse en unas causas, además de lograr la inmediatez en su aplicación. Y ello —dice— sin perjuicio del control judicial correspondiente».

... modelo sindical

En el otro lado de la moneda están los sindicatos, de capa caída en el último año tras una reforma laboral impuesta y una huelga general cuya repercusión pasó sin pena ni gloria el 29-S. UGT y CC.OO. llegan a esta negociación para ganar, no para volver a perder y antes de comenzar a hablar quieren certidumbre y seguridad jurídica a la negociación colectiva. Su postura sindical es coincidente con la empresarial en una cosa, en que el modelo de negociación colectiva debe mejorar su estructura y articulación, pero... «para evitar que la dispersión y fragmentación empresarial se conviertan en caldo de cultivo para la individualización de las relaciones laborales». Así se advierte en el texto elaborado por UGT y CC.OO. con los criterios sindicales para la negociación abierta.

En este texto, las centrales sindicales proponen, frente a la petición empresarial de potenciar los convenios de empresa, aprovechar la reforma para configurar amplios convenios sectoriales y de ámbito estatal al objeto de evitar la atomización y la falta de vinculación entre la negociación sectorial y la negociación en el ámbito de la empresa. Flexibilidad, si, pero con más control y de ultraactividad, nada de nada, ni nombrarla.

Merkel estuvo el pasado 3 de febrero tan solo seis horas en España, el tiempo suficiente para seguir enarbolando su bandera de la austeridad y los ajustes que considera necesarios para que las economías europeas salgan de la crisis. Bajo el brazo, un plan de competitividad, a cuya aprobación condiciona la ampliación del fondo europeo de estabilización de 750.000 millones de euros, es decir, el mecanismo que ha adoptado la UE para rescatar a los países con problemas de deuda. Seis horas en España durante las cuales la canciller trasladó su apoyo al Gobierno español tras las reformas del sistema de pensiones, la nueva estructura de las cajas de ahorro o los planes de contención del déficit. «Se ha recuperado la confianza en la economía española», dijo.

Pero quiere más. La prioridad para la canciller es alcanzar el pacto de competitividad a nivel europeo, en España traducido en una reforma de la negociación colectiva para evitar que los salarios se igualen de manera automática con la inflación. Descabellado para los sindicatos, que advierten que «la cláusula de garantía no es inflacionista, porque sus efectos se producen al final, cuando la inflación ha demostrado toda su evolución», explica Ignacio Fernández Toxo. «Las cláusulas de revisión salarial han evitado que millones de trabajadores hayan perdido su poder adquisitivo», advierte CC.OO., el sindicato que dirige.

¿Qué dice el Gobierno? El presidente Zapatero ha destacado la necesidad de que la negociación colectiva busque fórmulas que tengan la «flexibilidad suficiente», pero que al mismo tiempo preserven la capacidad adquisitiva de los trabajadores. «Lo malo es un modelo rígido, porque es ineficiente», y subrayó que sin esa flexibilidad el ajuste en periodos de crisis se lleva a cabo en gran medida mediante la pérdida de puestos de trabajo. Él lo sabe mejor que nadie. Desde que comenzó la crisis, en España se han perdido dos millones de puestos de trabajo.

La visita de la canciller alemana, Angela Merkel, no ha hecho más que dotar de mayor protagonismo una reforma que, pese a la recomendación de vincular salarios a la productividad y no a los precios, ha puesto el dedo en la llaga en España teniendo en cuenta que este sistema es una de las características diferenciadoras de la negociación colectiva respecto a la mayoría de los países, donde se vinculan salarios y precios a través de las cláusulas de revisión salarial, que afectan a más del 75% de los trabajadores sujetos a convenio. La negociación colectiva en España da cobertura en torno al 80% de los asalariados (casi 12 millones de trabajadores en 2008, el último año con datos definitivos) y se divide en tres niveles que se superponen: sectorial, provincial y de empresa.

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