Columnas

Columnas / EL ÁNGULO OSCURO

Berlusconiana

Berlusconi es la encarnación más cabal y enternecedorade la caspasicalíptica setentera

Día 19/02/2011

YO creo que Berlusconi padece una variante chusca de lo que podríamos llamar el «síndrome de Alonso Quijano». Al personaje de Cervantes se le secó el cerebro leyendo novelas de caballerías; y dio en la extraña locura de hacerse caballero andante, para desfacer entuertos y socorrer doncellas. A Berlusconi se le secó el cerebro viendo aquellas comedias eróticas «a la italiana» que hicieron furor en los años setenta, plagadas de colegialas en minifalda y señores calvos y bajitos que espiaban su baño por el ojo de la cerradura; y así, del poco dormir y del mucho solazarse en la contemplación de las turgencias de Gloria Guida o Edwige Fenech, Berlusconi dio en la extraña locura de hacerse viejo verde, al estilo de los personajes grotescos que poblaban aquellas películas. Para cumplir ese designio demencial, se propuso convertirse en el hombre más rico y poderoso de Italia; y, una vez logrados dinero y poder, hizo construir Villa Certosa, una especie de parque temático del rijo, donde por fin pudo hacer realidad sus fantasías de viejo verde con el bálano embravecido.

Que Berlusconi se había llegado a creer uno de esos personajes casposillos de la comedia erótica italiana lo prueban episodios tan abracadabrantes y ridículos como el de la comisaría de Milán. Resulta que «Ruby Robacorazones», una pindonga marroquí asidua de Villa Certosa, había sido prendida por la policía, pues al parecer la muchacha tiene tan larga la mano como hospitalaria la entrepierna. Enterado del caso, Berlusconi no deja en la estacada a la ladronzuela (en lo que demuestra que los viejos verdes, además del bálano embravecido, también tienen su corazoncito), sino que intercede por ella, llamando a la comisaría y pidiendo a los maderos que la suelten. La situación ya es de una hilaridad irresistible, con todo un presidente del gobierno y magnate de los negocios exponiéndose de forma tan imprudente por una ninfa del arroyo; pero el madero que retiene a la ninfa se muestra renuente a liberarla, aunque se lo suplique todo un presidente del gobierno. Entonces es cuando Berlusconi, con esa especie de gallardía locoide y suicida que arrebata a quienes piensan con la polla, suelta a la desesperada (y podemos imaginarlo desgañitado y aspaventero):

—¡Es que es la sobrina de Hosni Mubarak!

¡Con un par! Creo que en este momento a Berlusconi debió de ocurrirle algo semejante a lo que al ingenioso hidalgo de Cervantes le ocurre cuando se ve agasajado en la casa de los Duques, que por fin se siente caballero andante real y no fingido. Berlusconi debió de pensar entonces, mientras metía en el ajo al bueno de Mubarak, que todos sus esfuerzos por emular a los viejos verdes de las películas de Jaimito no habían sido vanos, que por fin la vida le ofrecía la oportunidad de protagonizar uno de esos episodios tragicómicos propios de la comedia erótica italiana en los que la situación desesperada del viejo verde, que por conquistar a la ninfa de sus sueños y sofoquinas ha sufrido el escarnio y se ha arrastrado por el fango hasta quedar reducido a un guiñapo, se resuelve con una ocurrencia demencial, un «salga el sol por Antequera» que, por su inverosimilitud y desmesura surrealista, provoca la hilaridad. Que el posterior destino de Mubarak haya resultado aún más oprobioso que el de su sobrina apócrifa no hace sino añadir gracia rocambolesca al delirio senil de Berlusconi, que es la encarnación más cabal y enternecedora de la caspa sicalíptica setentera.

www.juanmanueldeprada.com

Búsquedas relacionadas
  • Compartir
  • mas
  • Imprimir
publicidad

Copyright © ABC Periódico Electrónico S.L.U.