Anónimos e invisibles
Fernando R. Lafuente presenta un sugerente menú semanal literario, cinematográfico y noctámbulo
«¿Qué es lo que más desearía hacer?», le preguntaron al estupendo actor Harvey Keitel, y contestó, sin asomo de duda: «Ser anónimo e invisible y así pasear tranquilamente por Brooklyn». Anónimos e invisibles vamos al cine; anónimos, invisibles y silenciosos, leemos un libro y ... si es posible, esta semana, nos tomamos una copa, al atardecer.
Montero Glez. Ha escrito algo más que una novela, y algo menos que una biografía en su retrato desgarrado y genial de José Monge, Camarón de la Isla. Quería, y lo ha conseguido, «revivir a Camarón, al que nunca ha muerto». En la Venta Vargas, con un cigarrillo en la mano, con la sombra de Caracol bajo el aura del cantaor sublime. Trágico y gozoso. No es, tampoco, una crónica periodística —casi no quedan— es literatura, sueño, anhelo, evocación, poética. La sombra de un artista maldito que, como se ha recordado, evoca el formidable homenaje que Julio Cortázar dedicó a otro maldito de libro, como fue Charlie Parker, en «El perseguidor» y Clint Eastwood volcó en «Bird». También aquí el tiempo se detiene frente al personaje, el tiempo se estira y se encoge. Montero Glez. Traza la línea de misterio y de sombra: la ascensión, los tablaos, los discos, la ruleta del éxito, el séquito. El estilo, tan deudor, en sus mejores perfiles, de Valle-Inclán, de Ramón, cuajado de claroscuros y fogonazos imprevistos y melancólicos, hace de «Pistola y cuchillo» un libro que conmueve y desgarra, mejor en palabras de Camarón: «Le pongo tanta calor que a veces de tanta calor me entra el escalofrío», porque, ahora lo sabemos: «La verdad es otra y la mentira, también».
¿Esperaba alguien un western de los Coen? Es como escuchar un lied de Mahler cantado por Bono (U-2). La versión anterior de «Valor de ley» le permitió al gran John Wayne ganar su único Oscar. Ahora los Coen no han hecho un remake , sino que han rodado «una versión del libro» de Charles Portis. Salvo el final, mejor el de Hathaway, la película, con un Jeff Bridges como marshall , sin piedad, bebedor, con el licor en la voz, y una Hailee Steinfeld, perdida en la venganza por el padre asesinado, compone una sinfonía tenebrosa a través de un Oeste fantasmagórico, desolado, invernal, en el que se suceden las epifanías del viaje hacia ninguna parte, y la memoria de un fantasma acompaña cada fotograma. Un ejercicio de notable valor cinematográfico, con el humor de la casa quintaesenciado. Porque están todos los espectros del western , pero tratados como enigmas. Un Oeste oscuro, melancólico. Sí, por fín, los Coen han descubierto la melancolía.
Así que para que baje la tensión después de tanta música gaditana y tanto western vengador, una copa, o dos, o tres, en Del Diego , donde la arquitectura, la barra, Fernando y sus hijos, la música (siempre tenue) y, sobre todo, los cócteles abren las puertas del paraíso en Madrid. Un paraíso, claro, de anónimos e invisibles.
Para leer
«Pistola y cuchillo» . Montero Glez. El Aleph. Barcelona, 2010. 186 pags. 18 euros.
Para ver
«Valor de ley». De Joel y Ethan Coen. Con J. Bridges, M. Damon y H. Steinfeld.
Para beber
Del Diego. Reina, 12. Una elegía a la dolce vita. Un cóctel: Del Diego, insuperable.
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