ARTE
Colección Sandretto, lección de estilo
Muchos de los grandes nombres del arte contemporáneo están presentes en esta muestra, que reúne parte de los fondos de la colección Sandretto en la Fundación Banco Santander
LAURA REVUELTA
Una obra puede hacer famosa a una colección. Ser su emblema. En el caso de la Colección Sandretto Re Rebaudengo es, sin duda, la ardilla suicida (Bidibidobidiboo, 1996) de Maurizio Cattelan, cuya foto hemos visto publicada en los periódicos una y otra vez a ... lo largo de los últimos días . Esta colección es rica en imágenes, si tenemos en cuenta que ha reunido una buena parte de los artistas contemporáneos que más, para bien y para mal, han dado que hablar en los últimos tiempos, y cuya revolución mercantil, por sus elevados precios, no sé si volverá a repetirse, al menos en los próximos años, dado el panorama que se vislumbra desde el puente económico. También se podría haber elegido otra secuencia tan potente como la ardilla, aunque menos simpática y más desagradable, a gusto de sus autores los hermanos
Chapman. Se trata de su Ciber Iconic Man (1996): una escultura de fibra de vidrio (colgada boca abajo) marcada y remarcada por toda clase de deformaciones. Pero también se podría haber optado por los dos gigantes tornillos que perforan el suelo de una de las salas ( Cuestión de tiempo , 1996, de Sarah Ciricì), cuyos destrozos se asemejan a las primeras incursiones de una tuneladora, a un terremoto de escala todavía incalculable; sería cuestión de tiempo averiguarla, como dice el propio título de la obra. Y podría seguir eligiendo piezas, de las pertenecientes a esta colección y expuestas en esta muestra, cuya potente imagen serviría como excusa perfecta para trazar un ensayo sobre los discursos y las realidades del arte de las últimas décadas. Aquí están Matthew Barney, Damien Hirst, Yinka Sonibare, James Casebere, Cindy Sherman, Rosemarie Trockel… Y no sigo, porque llenaría la página.
Patrizia Sandretto se ha asesorado por Francesco Bonami, que fue director de la Bienal de Venecia
Contado de este modo, parece como si Patrizia Sandretto, dueña y artífice de esta colección, se hubiera gastado los cuartos (y son muchos, millonarios, los aquí reunidos) en un conjunto de obras cuyo único objetivo hubiera sido el de epatar a la concurrencia a base de emociones fuertes. De hecho, esta es una muy sana tentación que han sufrido muchos de los grandes coleccionistas nacidos al amparo de las últimas décadas del boom del mercado del arte. Lo cual nos lleva a contemplar estas colecciones al estilo de un equipo de fútbol formado por las grandes estrellas del momento, pero a las que resulta harto difícil poner a jugar al mismo tiempo sin que se coman las unas a las otras . Patrizia Sandretto, quien comenzó esta colección a comienzos de los años noventa, no se ha convertido en uno de estos casos flagrantes de morir por acumulación millonaria, de nombres y nombres, y obras y obras.
Quizá sea, como aseguraba en la presentación de esta muestra, porque se ha dejado asesorar por uno de los expertos más reputados, Francesco Bonami, quien fuera director de la Bienal de Venecia en su cincuenta edición. Pero, sin duda, también ha sido porque Patrizia Sandretto goza de un excelente ojo artístico, de esos que solo se forman viendo y viendo mucho arte, y sabiendo comprar a tiempo , antes de que el fenómeno se haga fenómeno, antes de que la estrella mediática del arte se haga inalcanzable, antes de que ganen valor de mercado y pierdan en valor artístico, de alguna manera, absorbidos por una espiral especulativa. Dos mil piezas conforman todo el conjunto de la colección, desde los años ochenta hasta nuestros días, aunque aquí, en las salas de la Fundación Banco Santander solo podemos contemplar ciento veinticuatro. Un número más que suficiente para hacernos una idea.
Espíritu y dinero
A todo el conjunto aquí expuesto se le ha arropado con el título genérico de Espíritu y espacio , haciendo mención u homenaje expreso a las pinturas de El Greco que posee la Fundación Banco Santander. «El arte de El Greco se adelanta a su tiempo –escribe Bonami en el breve texto del catálogo–, especialmente teniendo en cuenta que gran parte del arte contemporáneo se encuentra perfilado por la tensión entre las dimensiones espiritual y espacial ». Razones no le faltan, pero cuando se habla de una colección, y en los tiempos que corren, siempre se buscan antes las dimensiones dinerarias que las espirituales. Sentada esta premisa, la pregunta no puede ser otra: ¿aquí se trasciende hacia ese más allá al que aspira toda obra de arte desde el principio de los tiempos? A ratos, diría yo, que ya es mucho. Y a ratos bastante intensos, pero entre ciento veinticuatro obras resulta del todo lógico que las intensidades bajen.
Dos mil piezas conforman todo el conjunto, desde los años ochenta hasta nuestros días
Conforme al planteamiento de Bonami, todo el recorrido se apoya en tres obras (vídeos) básicas, por lo que son y por quienes las firman: San Sebastian, de Fiona Tan, Electric Earth, de Doug Aitken, y Zidane. A 21 Century Portrait, de Douglas Gordon y Philippe Parreno . Los tres pivotes ponen el listón muy alto. La belleza formal del trabajo de Fiona Tan contrasta a la perfección con la potencia visual y trepidante y enigmática de los trabajos de Aitken, para llegar al retrato pausado y exquisito de un héroe del siglo XX, un futbolista como Zidane, cuyo retrato visual trazaron Parreno y Gordon en esta película, producida también por la Fundación Sandretto. Así, entre intensidades varias e imágenes potentes discurre todo este viaje a una espiritualidad que por valer su peso en oro no deja de conmover.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete